jueves, 17 de noviembre de 2016

La Ilíada, Homero

     Pisandro embistió al glorioso Menela. El hado funesto le llevaba al fin de su vida, empujándole para que fuese vencido por ti, oh Menelao, en la terrible pelea. Así que entrambos se hallaron frente a frente, acometiéronse, y el Atrida erró el golpe porque la lanza se le desvió; Pisandro dio un bote en el escudo del glorioso Menelao, pero no pudo atravesar el bronce: resintió el ancho escudo y quebróse la lanza por el asta cuando aquél se regocijaba en su corazón con la esperanza de salir victorioso. Pero el Atrida desnudó la espada guarnecida de argénteos clavos y asaltó a Pisandro; quien, cubriéndose con el escudo, aferró una hermosa hacha, de bronce labrado, provista de un largo y liso mango de madera de olivo. Acometiéronse, y Pisandro dio un golpe a Menelao en la cimera del yelmo, adornado con cirnes de caballo, debajo del penacho; y Menelao hundió su espada en la frente del teucro, encima de la nariz: crujieron los huesos, y los ojos, ensangrentados, cayeron en el polvo, a los pies del guerrero, que se encorvó y vino a tierra.


       Homero, La Ilíada. Madrid, Akal. Akal bolsillo, primera edición, 1985. Página 251.
       Seleccionado por Gustavo Velasco Yavita. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.

Sunset park, Paul Auster

2

Apenas le ha contado algo de su vida. Ni siquiera el primer día en el parque, cuando ella comprendió que era de otro sitio al oírle hablar, le dijo que ese otro sitio era la ciudad de Nueva York, el West Village de Manhattan para ser más exactos, sino que le contestó vagamente que se había criado en el norte. Más adelante, cuando ella empezó a preparar la selectividad y él le enseñó cálculo matemático, Pilar comprendió enseguida que no era simplemente un trabajador itinerante dedicado a la limpieza de casas vacías, sino una persona muy cultivada con una mente tan ágil y un amor por la literatura tan amplio y bien fundamentado que a su lado los profesores de inglés del Instituto John F. Kennedy parecía impostores. ¿Dónde había estudiado?, le preguntó un día. él se encogió de hombros, sin querer mencionar Stuyvesant ni los tres años que había cursado en Brown. Cuando ella insistió, él bajó la vista y murmuró algo sobre una pequeña universidad estatal de Nueva Inglaterra. A la semana siguiente, cuando le dio una novela de Renzo Michaelson, que en realidad era su padrino, Pilar observó que la había publicado una editorial llamada Heller Books y le preguntó si existía alguna relación. No, contestó, pura coincidencia, Heller es un apellido bastante corriente. Eso indujo a Pilar a hacerle otra pregunta, sencilla y enteramente lógica, sobre cómo era la familia de Heller a la que él pertenecía. ¿Quiénes eran sus padres y dónde vivían? No tengo, dijo ella, los ojos llenándosele súbitamente de lágrimas. Sí confirmó él, igual que tú. ¿Tienes algún hermano? No. Soy hijo único.
       Mintiéndole de esa manera se evitaba el malestar de tener que hablar de cosas que había procurado eludir durante años. No quiere que sepa que los meses de nacer su madre abandonó a su padre, Morris Heller, fundador y editor de Heller Books, desde el verano que terminó el tercer año de su madrastra , Willa Parks, que se casó con su padre veinte meses después del divorcio, y nada, nada en absoluto de su hermanastro muerto, Bobby. Esas cosas no conciernen a una salida del limbo que lo devuelve desde hace siete años, a nadie dará explicaciones.
       Ni siquiera ahora está seguro de si lo hizo o no a propósito. No hay duda de que empujó a Bobby, de que estaban discutiendo y arremetió con furia contra él, pero no sabe si el empujón fue antes o después de que oyera el coche que venía en su dirección, o lo que es lo mismo, ignora si la muerte de Bobby era un accidente o si en el fondo tenía intención de matarlo. Toda la historia de su vida depende de lo que ocurrió aquél día en las Berkshires, y aún sigue sin conocer la verdad, todavía no está seguro de si es o no culpable de un crimen. 



       Paul Auster, Sunset park, Barcelona, Anagrama, 2010, páginas 21-22.
       Seleccionado por Rebeca Serradilla Martín. Primero de Bachillerato. Curso 2016/2017. 

Del Espíritu de las leyes, Montesquieu

Primera parte
Del Espíritu de las Leyes 
Capítulo I
  De las leyes en sus relaciones con los diversos seres.  Las leyes en su más amplia significación son las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas. En este sentido, todos los seres tienen sus leyes: las tiene la divinidad, el mundo material, las inteligencias al hombre, los animales y en el hombre mismo.
  Los que afirmaron que todos los efectos que vemos en el mundo son producto de una fatalidad ciega, han sostenido un gran absurdo, ya que ¿cabría mayor absurdo que pensar que los seres inteligentes fuesen producto de una ciega fatalidad?
  Hay, pues, una razón primigenia. Y las leyes son las relaciones que existen entre esa razón originaria y los distintos seres, así como las relaciones de los diversos seres entre sí.
  Dios se relaciona con el Universo en cuento que es su creador y su conservador. Las leyes según las cuales lo creó son las misma por las que lo conserva. Obra conforme a estas reglas porque las conoce; las conoce porque las ha hecho y las ha hecho por que tienen relación con su sabiduría y su poder.

Montesquieu, Del Espíritu de las Leyes, colección clásicos del pensamiento 5º edición publicada en 2002, editorial Tecnos, página 7, capítulo 1
Seleccionado por Lara Esteban González, primero bachillerato, curso 2016-2017

El Príncipe, Nicolás Maquiavelo



 XXVI. Exhortación a ponerse al frente de Italia y liberarla de los bárbaros.


        No se debe, en consecuencia, dejar pasar esta oportunidad para que Italia encuentre, después de tanto tiempo, su redentor. No puede expresar con qué amor sería recibido en todos aquellos territorios que han padecido estos aluviones extranjeros, con qué sed de venganza, con qué firme lealtad, con qué devoción, con qué lágrimas. ¿Qué puertas se le cerrarían? ¿Qué pueblos le negarían la obediencia? ¿Qué envidia se le opondría? ¿Qué italiano negaría su homenaje? A todos apesta esta bárbara tiranía. Asuma, pues, la ilustre casa vuestra esta tarea con el ánimo y con la esperanza con que se asumen las empresas justas, a fin de que bajo se enseñanza se vea ennoblecida la patria y bajo sus auspicios se haga realidad aquel dicho de Petrarca:

                             Virtud contra el furor
                              tomarás las armas y hará corto el combate:
                              que el antiguo valor
                              en el corazón italiano aún no ha muerto.




     Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, Madrid, Alianza Editorial, página 142.
     Seleccionado por Andrea Sánchez Clemente. Primero de Bachillerato. Curso 2016/2017