viernes, 22 de diciembre de 2017

Rebelión en la granja, George Orwell




     El casco partido de boxeador tardó mucho tiempo en curarse. Al día siguiente de terminar las celebraciones de la victoria habían empezado la construcción del molino de viento. Boxeador se negaba a tomar siquiera un día libre y, por la cuestión de honor, ocultaba su sufrimiento. De noche admitía ante Trébol que el casco le molestaba mucho. Trébol se as curaba con emplastos de hierva que preparaba masticándolas, y tanto ella como benjamín le pedía que trabajara menos. "Los pulmones de un caballo no son eternos", le decía. Pero Boxeador no le prestaba atención. Explicaba que solo tenía una verdadera ambición: ver muy avanzada la construcción del molino de viento antes de tener que jubilarse.

     Al principio, en el momento de formular por primera vez las leyes de la Granja Animal, habían fijado en doce años la edad de jubilación para los caballeros y los cerdos, en catorce para las vacas, en nueve para los perros, en siete para las ovejas y en cinco para las gallinas y los gansos. Se habían acordado poderosas pensiones. hasta el momento no se había retirado a ningún animal, pero últimamente se hablaba cada vez más del tema. Ahora que el pequeño campo detrás de las huertas se había conservado para la cebada, corría el rumor de que se cercaría un rincón de la pradera grande para convertirlo en sitio de pastoreo para animales jubilados. se decía que para un caballo la pensión sería  de cinco libras de maíz por día y, en invierno, quince libras de heno, además de una zanahoria o quizá  una manzana los días festivos. Boxeador cumpliría doce años a finales del verano del año siguiente.

     Entretanto, la vida resultaba dura. El invierno era tan frío como el anterior y la comida aun más escasa, redujeron de nuevo las raciones,excepto las de los cerdos y los perros. Una igualdad demasiado rígida en las raciones-Explico Chillón-había ido en contra de los principios del animalismo. En todo caso, no tenía dificultad para demostrar a los animales quien en realidad,a pesar e las apariencias, no acrecían de alimentos. Por el momento había sido necesario,sin duda, reajustar las raciones (Chillón siempre hablaba de "reajuste", nunca de "reducción"), pero en comparación de los tiempos de Jones la mejoría era enorme. Leyendo las cifras con voz aguda y rápida, les demostró detalladamente que tenía más avena, más heno, más nabos que en tiempos de Jones, que trabajaban menos horas, que el agua era de mejor calidad, que vivían más tiempo, que una mayor proporción de sus crías sobrevivían a la infancia, que tenían más paja en el establo y sufrían menos las pulgas. Los animales creyeron todo al pie de la letras, a decir verdad, Jones y todo lo que él representaba, casi se les había borrado de la memoria. Sabían que la vida ahora era dura y ajustada, que a menudo pasaban hambre y frío y que por lo general trabajaban todo el tiempo que no dormían. Pero en otras épocas seguramente habían sido peor. Era lo que les gustaba creer. Además, antes habían sido esclavos y ahora eran libres; como no dejaba de señalar Chillón, esa era una diferencia enorme.



George Orwell, (Rebelión en la granja), Debolsillo, contemporánea, 1945, páginas 104-105.

Seleccionado por: Jorge Egüez Yabita, primero de bachillerato, curso 2017-2018