jueves, 25 de mayo de 2017

Don Carlos, Schiller

                                                       ACTO PRIMERO

                                                      ESCENA PRIMERA

                                            Los Jardines Reales de Aranjuez
 Carlos. Domingo.

     Domingo. Los bellos días de Aranjuez se acaban. Vuestra alteza real no deja este lugar más sereno. Hemos estado aquí en vano. Romped ese silencio enigmático. Abrid vuestro corazón al de vuestro padre, príncipe. El monarca no podrá comprar nunca demasiado cara la tranquilidad de su hijo... ¿Podría haber algún deseo que el cielo rehusara al más querido de sus hijos? yo estuve presente cuando en los muros de Toledo Carlos recibió orgulloso el juramento de sumisión, cuando muchos príncipes se agolpaban para besar vuestra mano, y en aquel momento de un golpe... de un golpe seis reinos yacían a sus pies... yo estuve allí y vi ascender a sus mejillas la sangre joven y orgullosa, vi cómo su pecho palpitaba con decisiones propias de un príncipe, vi cómo sus ojos ebrios recorrían en su vuelo toda la concurrencia, reflejaba placer... Príncipe,






Schiller, Don Carlos. Editorial Planeta, Barcelona, 1994, Pág 5.
Seleccionado por David Francisco Blanco. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.

Obras I, Luciano de Samosata

No debe creerse... en la calumnia
       Ciertamente, no hay, a mi entender, nada más injusto y vil que morderse los labios para alimentar en secreto la cólera, y aumentar el odio encerrado en el interior mientras se oculta un sentimiento y se manifiesta otro distinto, y se representa una tragedia muy dolorosa y atroz con máscara risueña y cómica.
         Suelen caer los oyentes con mayor frecuencia en este error cuando, convencidos de que el calumniador es viejo amigo del calumniado, actúa, sin embargo, como tal: entonces ya no quieren ni oír tan sólo la voz de los inculpados o de sus defensores, infiriendo previamente la credibilidad de la acusación a partir de la aparente antigua amistad, sin pensar en que hay con frecuencia entre amigos íntimos múltiples motivos de odio que escapan a los demás. En ocasiones hay quien anticipadamente acusa al vecino de aquello de lo que él mismo es responsable, tratando así de librarse de la acusación. Mientras que, en general, nadie se arriesga a acusar a un enemigo, pues en tal supuesto su acusación no merecería crédito, al ser evidente el motivo; por el contrario, atacan a quienes parecen ser sus mejores amigos, intentando alardear de afecto hacia sus oyentes, dado que por defender los intereses de éstos no perdonaron ni a los más íntimos.
       Hay asimismo quieres, aunque comprendan ulteriormente que sus amigos han sido injustamente acusados ante ellos, avergonzados no obstante por el crédito que prestaron, no osan ya acercarse a ellos ni miraros a la cara, como defraudados al descubrir su inocencia.
       Por consiguiente, la vida es rica en múltiples males a causa de las calumnias creídas tan pronto e indiscriminadamente. Antea dice:
       Ojalá mueras, Preto, o abate, si no, a Belerofonte, que traté, mal mi grado, de forzarme,
cuando ella lo intentó primero y fue rechazada. Y a punto estuvo el joven de perecer en su encuentro con la Quimera, mereciendo, como premio a su continencia y al respeto a su huésped, caer bajo las asechanzas de una mujer depravada. Y Fedra, que lanzó idéntica acusación contra su hijastro, hizo que Hipólito sufriera la maldición de su padre, sin haber cometido -¡por los dioses!- acción impía alguna.


       Luciano de Samosata,Obras I,Editorial Gredos S.A. Madrid 2002, página 113 y 114.
       Seleccionado por Andrea Sánchez Clemente. Primero de bachillerato. Curso 2016/2017

Vidas paralelas II, Plutarco

       Como es normal en un asedio que por su larga duración ofrece muchas ocasiones de contacto y de comunicación con los enemigos, se había establecido un trato amistoso y franco de un romano con uno de los enemigos. Era persona versada en antiguos oráculos y parecía saber de adivinación bastante más que los demás.
       pues bien, el romano advirtió que éste, cuando se enteró del crecimiento del lago, se puso demasiado contento y se reía del asedio. Entonces le dijo que no eran éstos solo los prodigios que había traído aquel tiempo, sino que otros todavía más extraños que éstos les había ocurrido a los romanos y que deseaba hablar con él sobre ellos, por si podía ponerse remedio a sus asuntos privados en medio de las desgracias comunes.
       Aquél aceptó con gran interés y se ofreció a una conversación, pensando que se enteraría de ciertos secretos. Entonces poco a poco, mientras hablaba con él, lo iba apartando y, como quiera que ya se habían alejado bastantes de las puertas, lo cogió en volandas, pues era más fuerte, y después de reducirlo y someterlo con la ayuda de más compañeros que vinieron corriendo del campamento, lo entregó a los generales. El hombre, al encontrarse en tal situación de necesidad, como naturalmente sabía que el destino es irremediable, reveló secretos oráculos sobre su propia patria: no podría ser conquistada hasta que, desbordado el lago Albano, discurriendo por caminos distintos, los enemigos lo obligaran a retroceder y lo dirigieran en sentido contrario, impidiendo que se mezclara con el mar.
       Al senado, informado de esto y perplejo, le pareció que era oportuno despachar emisarios a Delfos y consultar al dios. Los enviados, hombres de prestigio e importantes, como Licinio, Valerio potito y Fabio Ambusto, hicieron la travesía y cuando tuvieron la respuesta del dios, volvieron con otros oráculos además que les mostraban la negligencia de ciertos ritos en las llamadas Fiestas Latina y les ordenaban cortar al agua del lago Albano el paso al mar lo más posible y empujarla hacia arriba en dirección a su antiguo cauce antiguo o, o si eran incapaces, desviarlas con zanjas y barreras hacia la llanura y dejar que se perdiera. Así se comunicó y los sacerdotes atendieron lo referente a las fiestas mientras el pueblo fue a ocuparse de las obras y desvió el agua.



       Plutarco, Vidas Paralelas II. Madrid, Editorial Gredos S.A., 2001, páginas 246, 247 y 248.
       Seleccionado por Gustavo Velasco Yavita. Primero de bachillerato, curso 2016-2017

Obras y fragmentos, Hesíodo.

     En primer lugar existió el Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura en todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. ( En el fondo de la tierra de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro.) Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos.
     Del Caos surgieron Érebo y la negra Noche. De la Noche a su vez nacieron el Éter y el Día, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo.
    Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a las grandes Montañas, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago con agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.
    Luego, acostada con Urano, alumbró al Océano de profundas corrientes a Ceo, a Crío, a Hiperión, a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemósine, a Febe de áurea corona y a la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Cronos, de mente retorcida, el más terrible de los hijos y se llenó de un intenso odio hacia su padre.
    Dio a luz además a los Cíclopes del soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violenyto Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, (pero en medio de su frente había un solo ojo). Cíclopes era su nombre por eponimia, ya que, efectivamente, un solo vigor, la fuerza y los recursos presidían sus actos.
    También Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes  salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenra cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.









Obras y fragmentos, Hesíodo. Madrid, Biblioteca básica Gredos, Edicion 2000. Página 16-17.
Seleccionado por: Marta Talaván González, Primero de Bachillerato. Curso 2016/2017.

Tragedias II, Séneca

ACTO TERCERO (397)

Nodriza-Popea

     Nodriza.-- ¿A dónde diriges tus pasos, temblorosa, desde la alcoba de tu esposo, hija, o qué escondite buscas con esa turbación en tu rostro? ¿Por qué humedece le llanto tus mejillas? Ya no hay duda de que ha brillado el día ansiado en nuestras plegarias y votos: ya estás unida por la antorcha conyugal  a tu César, al que cautivó tu hermosura y, por culpa de Séneca, te lo entregó vencido la madre del Amor, la divinidad más poderosa, Venus.
     ¡Oh que bella, qué grandiosa te recostaste sobre el excelso lecho, aposentada en el palacio! Contempló pasmado tu hermosura el senado mientras ofrecías incienso a los dioses del cielo y rociabas con el vino del agradecimiento los sagrados altares, cubierta desde lo alto de la cabeza con el sutil velo nupcial.
     Y él, el <> unido estrechamente a tu costado, erguido entre los felices presagios de los ciudadanos, avanzó desbordando alegría en su porte soberbio y en su rostro: así, cuando ella emergió de las espumosas aguas del mar, recibió Peleo a su esposa Tetis, cuya boda dicen que celebraron los dioses celestiales y todas las divinidades del mar con igual asentimiento.
     ¿Que es lo que ha hecho cambiar súbitamente tu semblante? ¿Que es es palidez? ¿Que significan esas lágrimas? Explícamelo.
     POPEA.- Ofuscada por el miedo de la lúgubre visión de la noche pasada, ¡ay, nodriza!, soy arrastrada por la turbación de mi mente, sin darme cuenta de las cosas.
     Pues, cuando el día alegre dio paso a las estrellas de la oscuridad, y el claro cielo a la noche, estrechada entre los brazos de mi Nerón, me entrego al sueño. Y no pude gozar mucho tiempo de un descanso apacible. En efecto, me pareció que llenaba mi alcoba una afligida turba: con la melena suelta, unas madres latinas, entre lamentos, se daban golpes de duelo; en medio de un insistente y terrible sonido de trompetas, la madre de mi esposo,  con semblante amenazador, agitaba cruel la antorcha salpicada de sangre. Mientras voy detrás de ella, forzada por el miedo del momento, separándose de pronto la tierra ante mis pies, quedó abierta en una enorme grieta; cuando por allí me precipité, veo, asombrada, mi propio lecho conyugal y en el me eche extenuada.



       Tragedias II, Séneca. Madrid. Biblioteca Clásica Gredos, Edicion: 1988. Pag 397.
       Seleccionado por Javier Arjona Piñol. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.

Odas y fragmentos, Píndaro


ÍSTMICA VII (454)

A ESTREPSÍADES DE TEBAS,
VENCEDOR EN EL PANCRACIO

¿Con qué, ¡ oh bienaventurada Teba!,
de lo noble y bello en ti ocurrido antes, regocijaste más 
tu corazón? ¿Acaso fue cuando sacaste a luz
a Dioniso de larga cabellera, acompañante de Deméter
al son de címbalos de bronce? ¿O cuando a medianoche
al más potente de los dioses, nevando oro, recibiste,
en el momento en que, estando él ya a as puertas
de Anfitrión, a la esposa de éste se acercó con las herácleas semillas?
¿O es con los prudentes consejos de Tiresias?
¿ O por los Espartos (nacidos del Dragon), de infatigables lanzas?
¿ O fue cuando del violento grito de guerra alejaste de ti a Adrasto,
de innumerables compañeros privado-, hacia Argos criadora de caballos?
¿O a causa fue de que en firme talón
colocaste la colonia doria
de los Lacedemonios, y tomaron Amiclas
los Egeidas nacidos de ti, según los oráculos pitios?
¡ Mas duerme, si, la antigua
gloria, y olvidan los mortales
lo que no llega a la  a la suprema flor (de la poesía),
uncido en las gloriosas corrientes de los versos!




Píndaro, Odas y fragmentos, editorial Gredos S.A. Publicada en Madrid 2002. Obra : Ístmica VII, Página 230/231.
Seleccionado por Andrea Martín Bonifacio, primero de bachillerato, curso 2016/2017.

La madre, Máximo Gorki

SEGUNDA PARTE

2

       Cuatro días después de la visita de Nicolás, Pelagia se puso en camino para reunirse con él. Cuando el carro que la llevaba con sus dos baúles atravesó el arrabal y llegó al campo, volvióse ella y sintió que dejaba aquel lugar para siempre. Allí había transcurrido la época más sombría y penosa de su vida, y otra había empezado, llena de nuevos pesares y alegrías nuevas, que devoraba los días con rapidez. 
       Semejante e inmensa araña de color rojo oscuro. La fábrica se ostentaba en un terreno negro de hollín y levantaba muy arriba en el aire sus inmensas chimeneas. Casitas de obreros apiñábanse en derredor, que formaban, grises y chatas, grupo compacto a orillas del pantano, como si se miraran en él lastimosas con sus ventanitas empañadas. Entre ellas alzábase la iglesia, roja como la fábrica, y su campanario parecía menos alto que las chimeneas de los talleres.
       Suspiró la madre, y se desabrochó el cuello del corpiño que le molestaba; estaba triste, pero con tristeza seca, como polvo en día de verano.
       - ¡Arre!- murmuraba el carretero tirando de las riendas.
       Era un hombre de edad indeterminada, con ojos incoloros y pelo castaño y desteñido. Con oscilación de caderas caminaba junto al carro, y bien se advertía, que fuese cual fuese el objeto de su viaje, le era indiferente en absoluto. 
       - ¡Arre!- decía con voz bronca, alargando de extraña manera las piernas torcidas, calzadas con pesadas botas llenas de barro. 


       Máximo Gorki, La madre. Madrid, Edaf. Biblioteca Edaf, primera edición, 1982. Página 209-210.
       Seleccionado por Andrea Alejo Sánchez. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.