lunes, 23 de marzo de 2015

Otra vuelta de tuerca, Henry James

     A partir de aquel momento nos habíamos de enfrentar en múltiples ocasiones a las mismas o parecidas circunstancias. Una y otra vez mi extraordinaria sensibilidad habría de proporcionarme aquellos encuentros... y una y otra vez la buena señora reaccionaría de la misma forma, expresando a un tiempo su consternación y su compasión hacia mi persona. Aquella tarde, desde luego, no asistimos a ninguna ceremonia religiosa, sino que organizamos la nuestra propia, hecha de ruegos y oraciones, lágrimas y promesas, que nos hacíamos la una a la otra en la habitación en la que nos habíamos encerrado. Era preciso descargar nuestras conciencias hasta la última gota para que nuestra confianza fuera total. La señora Grose aseguraba que ella no había visto nada, ni la sombra de una sombra. Y sin embargo, la buena señora no había pestañeado en ningún momento al oír mi relato ni se había preguntado si yo estaba en mi sano juicio. Al contrario, me trataba con la más absoluta comprensión y dulzura. El recuerdo de su caritativo comportamiento en aquellos momentos me acompañará hasta el día de la muerte.

 Henry James, Otra vuelta de tuerca, Madrid, Anaya, 1999, páginas 55. Seleccionado por Nuria Muñoz Flores. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario