viernes, 9 de octubre de 2015

Viaje al centro de la tierra, Jules Verne


       -Ante todo- dijo mi tío-, hay que hallar la lengua de este documento cifrado. No debe ser difícil.
Al oír esto levanté vivamente la cabeza. Mi tío reanudó su soliloquio.
       -Nada más fácil. Hay en este documento ciento treinta y dos letras, con sesenta y nueve consonantes contra cincuenta y tres vocales. Ahora bien: esta es, poco más o menos, la proporción  existente en las palabras de las lenguas meridionales, en tanto que los idiomas del norte son infinitamente más ricos en consonantes. Se trata, pues, de una lengua del sur.
       Estas conclusiones eran muy justas.
       -Pero ¿cuál es esta lengua?
       Ahí es donde yo esperaba a mi sabio, en quién descubría yo un profundo analista.
-      Ese Saknussemm -continuó- era un hombre instruido. Y de noescribir en su lengua materna habría optado preferentemente por la lengua de uso corriente entre los hombres cultos del siglo XVI, es decir, el latín. Si me equivoco, probaré con el español, el francés, el italiano o el hebreo. Pero los sabios del siglo XVI escribían generalmente en latín. Tengo, pues, el derecho de decir a priori: esto es latín.

       Jules Verne, Viaje al centro de la tierra, Madrid, España, Alianza Editorial, Libro de bolsillo, 1998, pág. 37.
       Seleccionado por Lidia Rodríguez Suárez. Segundo de Bachillerato. Curso 2015-2016

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