viernes, 8 de abril de 2016

La gaviota, Anton Chejov


Acto primero 

 NINA (a Trigorin)- ¿Verdad que es una obra extraña?
 TRIGORIN- No he comprendido nada. De todos modos, he visto la representación con agrado.
 Usted ha declamado con mucha sinceridad. También la decoración era magnífica. (Pausa.) Debe de
 haber muchos peces en este lago.
 NINA- Sí.
 TRIGORIN- Me gusta pescar con caña. Para mí
 no hay mayor placer que sentarme al caer de la tarde
 a la orilla y contemplar el flotador.
 NINA- Pero yo me figuro que para quien ha experimentado el placer de la creación artística, los
 demás placeres ya no cuentan.
 ARKÁDINA (riéndose)- No hable de este modo.
 Cuando le dicen palabras agradables, eso le perjudica.
 SHAMRÁIEV- Recuerdo que en el teatro de la
 Opera de Moscú, una vez el famoso Silva cantó el
 do de bajo. Como hecho adrede, aquel día ocupaba
 un asiento de gallinero un bajo de los que cantan en
 la capilla sinodal. De pronto, figúrense ustedes, cuál
 no sería nuestra sorpresa, oímos que gritan desde el
 gallinero: "¡Bravo.  Silva!". ¡una octava entera más
 baja!... Algo así como (con voz de bajo): "¡Bravo,  Silva!"… Nos quedamos petrificados. (Pausa)
 DORN- Ha pasado un ángel silencioso volando.
 NINA- He de irme. Adiós.
 ARKÁDINA- ¿ Adónde? ¿Adónde ha de irse
 tan pronto? No la dejaremos marchar.
 NINA- Papá me espera.
 ARKÁDINA- ¡Qué hombre, la verdad!... (Se besan.) Bueno, qué le vamos a hacer. Es una pena dejarla           marchar, es una pena.
 NINA- ¡Si supiera cuánto siento tener que irme!
 ARKÁDINA- ¿Y si alguien la acompañara, pequeña mía?
 NINA (asustada)- ¡Oh, no, no!
 SORIN (a Nina, suplicante)- ¡Quédese!
 NINA- No puedo, Piotr Nikoláievich.
 SORIN- Quédese una  horita, eso es. Qué le
 cuesta, la verdad...
 NINA (después de reflexionar un instante, con lágrimas
 en los ojos)- ¡Imposible! (Le estrecha la mano y se va rápidamente.)
 ARKÁDINA- La verdad, es una chica desgraciada. Dicen que su difunta madre, al morir, legó a
 su esposo su enorme fortuna, hasta el último kopek,
 y esta muchacha se ha quedado sin nada, pues el
 padre ya lo ha legado todo a su segunda mujer. Es
 indignante.

Anton Chejov, La gaviota,  http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/c/Chejov,%20Anton%20-%20La%20gaviota.pdf
Seleccionado por Laura Agustín Críspulo. Segundo de Bachillerato. Curso 2015-2016

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