jueves, 3 de noviembre de 2011

Cartas de las heroínas, Ovidio.

[Yo, Hermíone, me dirigo a ti, que hasta hace poco eras mi hermano y mi marido, y ahora sólo mi hermano. Otro lleva el nombre del esposo mío.]
Pirro, el hijo de Aquiles, violento a imagen de su padre, me tiene encerrada contra las leyes humanas y divinas. Me resistí a que me poseyera (sino en contra de mi voluntad), lo único que podía hacer; para el resto no fue lo bastante fuerte mi mano de mujer. <¿ Qué haces, Eácida? No me falta un vengador>, le dije; . Él, más sordo que el mar, mientras yo llamaba a voces a Orestes, me arrastró bajo su techo con el pelo en desorden.
¿Qué humillación peor habría soportado si, vencida Lacedemonia, yo hubiera raptado para tener nueras griegas?
Menor fue el ultraje que la Acaya vencedora hizo a Andrómaca, cuando el fuego de los griegos quemó las riquezas frigias.
Pero tú, Orestes, si es verdadero tu amor por mí y te conmueve, lanza tus valientes manos a defender lo que es tuyo. ¿Es que cogerías las armas si alguien te abriera los establos y te robara los rebaños, y te quedarías indiferente si es tu esposa lo que te roban? Mira el ejemplo de tu suegro, que reivindicó a su esposa raptada, [ para quien una mujer fue justa causa de guerra; si mi padre, indolente, se hubiera puesto a llorar en el abandonado palacio] mi madre habría seguido siendo esposa de Paris, (como antes). Y no tienes que preparar mil barcos ni mil velas ondulantes, ni innumerables soldados dánaos: ven tú. Así también se me tenía que haber buscado, que no es vergonzoso para un marido librar fieros combates por el lecho amado. ¿Qué me dices de que tu abuelo y el mío sea el mismo Atreo, hijo de Pélope, y que si no fueras mi marido, serías de todos modos mi hermano? Socórreme, por favor, como marido a mujer, como hermano a hermana, porque esos dos nombres te obligan a cumplir tu deber. MI abuelo Tindáreo, autorizado por su vida y por sus años, tenía la tutela de su nieta y me entregó a ti. Mientras que mi padre, que lo ignoraba, me había comprometido con el Eácida; ojalá pudiera más mi abuelo, que fue primero de los dos. Cuando era tu prometida, mi antorcha nupcial no hacía daño a nadie; pero si me casan con Pirro, te haré daño a ti. Mi padre, Menelao, podrá perdonar nuestro amor porque él ha sido víctima de las flechas del dios alado. Consentirá a su yerno el amor que se permitió a si mismo, y mi madre, que él amó, servirá de ejemplo. Tú eres para mí lo que mi padre para mi madre: Pirro tiene el papel que tuvo en otros tiempos el extranjero dardanio. Aunque él pueda jactarse toda la vida de las proezas de su padre, tú también tienes hazañas de tu padre que contar. El Tantálida era soberano de todos, incluso del mismo Aquiles; Aquiles era parte del ejército, mientras él era rey de reyes. Tú desciendes de Pélope, tu bisabuelo, y del padre de Pélope; si cuentas bien, eres descendiente de Júpiter en quinto lugar. Y no te falta valor. Empuñaste unas armas odiosas, ¿pero qué podías hacer, si te las dio tu padre? Yo hubiera preferido que demostraras tu valor en mejor asunto; pero no elegiste tú la causa de tu acción, sino que te fue impuesta. Tuviste que llevarlo a cabo: Egisto con la garganta abierta manchó de sangre la misma mansión que antes había manchado tu padre.


Ovidio, Cartas de las heroínas, Hermíone a Orestes, Madrid, ed. Gredos, col. Biblioteca Básica de Gredos, vol.69, año 2001, págs. 62-64. Seleccionado por Olga Domínguez Martín, segundo de Bachillerato,curso 2011-2012 .

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