lunes, 30 de noviembre de 2015

Guerra y paz, Liev Nikoláievich Tolstói

IX
El príncipe Andrei llegó al cuartel General del Ejército a finales de junio. Las tropas del primer ejército, aquel en que se hallaba el Emperador, ocupaban el campo fortificado de Drisa; las del segundo, retrocedían tratando de reunirse al primero, del que, según se decía, estaban separadas por considerables fuerzas francesas. Todos se sentían disgustados en el ejército de l marcha general de la guerra, pero nadie pensaba ni suponía un peligro de invasión de las provincias rusas; nadie suponía que la guerra pasara más allá de las provincias occidentales de Polonia.
El príncipe Andrei encontró a Barclay de Tolly, al que había sido enviado, en las orillas del Drissa. Como no había pueblos grandes en los alrededores del campamento, los numerosos generales  y cortesanos que iban con el ejército se hallaban dispersos a unas diez verstas, en las casas mejores de la comarca, a uno y otro lado del río. Barclay de Tolly vivía a cuatro verstas del Emperador.
Recibió a Bolkonski con frialdad y, con su acento alemán, le dijo que informaría sobre él al Emperador y que, en espera del destino, le rogaba que permaneciera en su Cuartel General. Anatolio Kuraguin, a quien el príncipe Andrei esperaba encontrar en el ejército, no estaba allí. Había vuelto a San Petersburgo, y esa noticia agradó a Bolkonski.
Todo el interés se centraba ahora en aquella guerra titánica y el príncipe Andrei se sintió contento de verse por algún tiempo libre de la obsesión de Kuraguin. Durante los cuatro primeros días, en los que nadie le inquietó para nada, el príncipe Andrei recorrió el campo fortificado y trató, con ayuda de su propia experiencia y de las explicaciones de personas bien formadas, de hacerse una idea exacta de la situación. Sin embargo, la cuestión de si aquellas posiciones eran o no ventajosas permaneció para él insoluble. Su experiencia militar le decía que los proyectos mejor meditados no significan nada en la guerra (recordaba la batalla de Austerlitz), que todo depende del modo de reaccionar ante las acciones inesperadas, imposibles de prever, del enemigo; que todo depende de quién dirige la acción y del modo de dirigirla. Para ver claro en este último punto, el príncipe trató de penetrar en el carácter de los jefes de aquel ejército, de las personas y partidos que intervenían en su dirección; y de todo ello dedujo las siguientes apreciaciones personales sobre la situación militar.

Liev Nikoláievich Tolstoi, Guerra y paz, página 760, seleccionado por Edith González Ramos, primero de bachillerato.

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