jueves, 19 de enero de 2017

A sangre fría, Truman Capote


El Rincón

El juez Tate había muerto de pulmonía el noviembre pasado; coronas, rosas parduscas y cintas descoloridas por la lluvia, todavía cubrían la tierra desnuda. Junto a ella, pétalos de rosas recién esparcidos sobre un montón de tierra más reciente, la tumba de Bonnie Jean Ashida, hija mayor de los Ashida muerta en accidente de coche cuando se hallaba de visita en Garden City. Muertes, nacimientos, bodas... precisamente el otro día se había enterado que el novio de Nancy Clutter, Bobby Rupp, se había marchado y casado.
       Las tumbas de la familia Clutter, cuatro tumbas reunidas bajo una única piedra gris, se hallaban bajo una lejana esquina del cementerio, más allá de los árboles, a pleno sol, casi al borde luminoso del trigal.
       Al acercarse, Dewey vio que había junto a ellas otro visitante, una esbelta jovencita con guantes blancos, cascada de pelo castaño oscuro y largas y elegantes piernas. Vio quién le sonreía y él se preguntó quién podría ser.
       -¿Ya me ha olvidado, señor Dewey? Soy Susan Kidwell.
       Él se echó a reir. Ella se acercó.
       -¡Sue Kidwell, si eres tú, que me aspen!--no la había visto desde el proceso. Era entonces una niña.--. ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu madre?
       -Muy bien, gracias. Sigue dando música en el colegio de Holcomb.
       -No he estado por allí últimamente. ¿Algo nuevo?
       -Oh, hablan de pavimentar las calles. Pero ya conoce Holcomb.
La verdad es que yo no estoy mucho allí. Es mi penúltimo año en la Universidad de Kansas. Sólo estoy en casa pasando unos días.
       -Eso es estupendo, Sue. ¿Qué estás estudiando?
       -De todo. Arte principalmente. Me encanta. Estoy muy contenta --miró a través de la pradera--. Nancy y yo habíamos planeado ir juntas a la universidad. Pensábamos compartir una habitación. A veces lo recuerdo. De pronto, cuando estoy muy feliz, pienso en todos los planes que habíamos hecho.
       Dewey miró la piedra gris que tenía grabados cuatro nombres y la fecha de su muerte, 15 de noviembre de 1959.
       -¿Vienes por aquí a menudo?
De vez en cuando. Caramba, el sol está fuerte --se protegió los ojos con las gafas ahumadas--. ¿Se acuerda de Bobby Rupp? Se ha casado con una chica guapísima.
       -Eso oí decir.
       -Con Colleen Whitehurst. Es de veras hermosa. Y muy simpática además.
       -Me alegro por Bobby --y en tono de broma, Dewey añadió--: ¿Y tú? Seguro que tienes montones de admiradores.
       -Bueno, nada serio. Pero eso me recuerda algo. ¿Tiene hora?
¡Oh!--exclamó al decirle que eran más de las cuatro--. ¡Tengo que irme corriendo. Pero me ha encantado volver a verle, señor Dewey.
       -Yo me he alegrado también, Sue. ¡Buena suerte! --le gritó mientras ella desaparecía sendero abajo, una graciosa jovencita apurada, con el pelo suelto flotando, brillante.
       Nancy hubiera podido ser una jovencita igual.
       Se fue hacia los árboles, de vuelta a casa, dejando tras de sí el ancho cielo, el susurro de las voces del viento en el trigo encorvado. 
      

Truman Capote, A sangre fría, Madrid, Anagrama S.A, Millenium, 1999, páginas 316-318
       Seleccionado por Rebeca Serradilla Martín. Primero de Bachillerato, Curso 2016/2017.

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