lunes, 11 de enero de 2016

La llamada de lo salvaje, Jack London

                                                          Capítulo II

          El primer día que buck pasó en la playa de Dyea fue como una pesadilla. Cada hora estuvo repleta de sorpresas y sobresaltos. Lo habían extirpado del corazón de la civilización para precipitarlo al de las cosas primitivas. Su vida ya no era ociosa ni bañada por las caricias del sol, sin nada mejor que hacer que holgazanear y aburrirse. Allí no había paz, ni descanso, ni una mínima seguridad. Todo era confusión y actividad y, a cada instante, la propia vida o algún miembro del cuerpo corrían peligro.Había una necesidad imperiosa de estar en permanente alerta, pues aquellos perros y aquellos hombres no estaban civilizados. Eran salvajes que no conocían más ley que la del garrote y el colmillo.
         Nunca había visto perros que peleasen como lo hacían aquellas fieras lobunas, y su primera experiencia ajena, pues, de lo contrario, no hubiera vivido para beneficiarse de ella. La víctima fue Curly. Estaban acampados cerca del almacén y ella, con la jovialidad que la caracterizaba, se le insinuó a un perro esquimal del tamaño de un lobo adulto, aunque ni siquiera la mitad de grande que ella.
         No hubo aviso previo: el perro saltó sobre Curly como un relámpago, dio un tenazazo metálico con los dientes, saltó hacia atrás con la misma rapidez, y la cara de Curly quedó rajada desde el ojo a la mandíbula.
         Era la manera de pelear de los lobos: atacaban y se retiraban al instante. Pero ahí no acabó todo. Treinta o cuarenta perros esquimales salieron corriendo hacia el lugar y rodearon a los contendientes en un círculo expectante y silencioso. Buck no comprendía aquella silenciosa atención, ni el ansia con la que se relamían el hocico. El siguiente ataque de Curly lo afrontó con el pecho, de una manera tan peculiar que la derribó.Curly ya no volvió a incorporarse.Esto era lo que los perros esquimales que la observaban habían estado esperando.Cerraron el círculo sobre ella, emitiendo gruñidos y gañidos, y Curly quedó sepultada, gritando de dolor, bajo un revoltijo de cuerpos.


     La llamada de lo salvaje, Jack London, Barcelona, Vicens Vives, 1988, página 154
     Seleccionado por Jennifer Garrido Gutiérrez,2016-2017




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