lunes, 19 de enero de 2015

La Divina Comedia, Dante Aligheri

                                          INFIERNO



                                     CANTO VIGÉSIMO




     A lo que me dijo: -Aquel a quien le baja la barba por la ennegrecida espalda, fue augur al tiempo en que Grecia se vio tan escasa de hombres, que apenas quedaron más que los niños de las cunas, y juntamente con Calcante dio en Aullide la señal para que cortasen el primer cable. Tuvo por nombre Euripilo, y le celebra mi alta Tragedia en algún lugar: bien lo recordarás tú, que la sabes toda. El otro tan estrecho de ijares, fue Miguel Escoto, ducho en el arte de las mágicas imposturas. Mira a Guido Bonnati, mira a Asdente, que desearía ahora habérselas con el cordobán y el cabo, y se arrepiente, pero tarde. Mira a las desdichadas que dieron de mano a la aguja, a la lanzadera y al huso por meterse a encantadoras, y que componían sus maleficios con drogas y con figuras. Mas ven ahora; que ya llega Caín con su carga de espinas al confín de ambos hemisferios, y se entra en el mar cerca de Sevilla, y ya ayer noche de luna estaba redonda: lo cual no habrás olvidado, porque te alumbró más de una vez en la obscura selva.
     Así me hablaba, y entre tanto seguíamos andando.




Dante Aligheri, David, La Divina Comedia, Barcelona, Biblioteca Universal, Editorial Océano, s-a, páginas 98 y 99.  Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.

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