Escena octava
(En la sala del juicio)
PATHELÍN: (Saluda al juez.) Señor, Dios os dé buena suerte y todo lo que vuestro corazón desee.
JUEZ: Sed bienvenido, señor. Cubríos. Tomad asiento.
PATHELÍN: Estoy bien situado, gracias por vuestra amabilidad, estoy más cómodo aquí.
JUEZ: Si hay algún asunto que resolver, démonos prisa, con el fin de que levante cuanto antes la sesión.
PAÑERO: Ahora viene mi abogado, está terminando lo que hacía, un asunto sin importancia, señor juez, y si os parece, os agradecería que lo esperarais.
JUEZ: ¡Empecemos! Tengo que presidir más casos. Si la parte contraria esta presente, exponed vuestro caso sin más tardanza. ¿No sois el demandante?
PAÑERO: Sí, lo soy.
JUEZ: ¿Dónde está el demandado? ¿Está aquí en persona?
PAÑERO: (Señalando al pastor.) Sí, vedlo ahí sin pronunciar palabra; ¡Dios sabe lo que piensa!
JUEZ: Ya que estáis presentes los dos, exponed vuestra reclamación.
PAÑERO: Voy a exponer lo que reclamo: señor juez, es verdad que, por Dios y por caridad, lo he educado desde su infancia, y cuando vi que ya tenía edad para trabajar en el campo lo hice mi pastor y lo puse a guardar mis bestias: pero, tan verdad como que estáis ahí sentado, señor juez, ha hecho una carnicería tal entre mis ovejas y corderos que verdaderamente...
JUEZ: Vayamos por partes: ¿Era por casualidad vuestro asalariado?
PATHELÍN: Sí, ya que, si se hubiese arriesgado a cuidarlas sin sueldo...
PAÑERO: (Reconociendo a Pathelín) ¡Reniego de Dios, si verdaderamente no sois vos!
Anónimo, La farsa de Maese Pathelín, escena octava. Seleccionado por Laura Mahíllo, segundo de Bachillerato, curso 2012-2013.
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