España es uno de los países donde se encuentran aún hoy en mayor número esos nómadas dispersos por toda Europa y conocidos con los nombres de Bohémiens, Gitanos, Gypsies, Zigeuner, etc. La mayor parte habitan, o más bien llevan vidas errante, en las provincias del sur y del este, en Andalucía, Extremadura y el reino de Murcia; hay muchos en Cataluña. Estos últimos pasan frecuentemente a Francia. Se les encuentra en todas nuestras ferias del sur. Los hombres ejercen de ordinario los oficios de chalán, veterinario y esquilador de mulos; a ello unen la industria de arreglar calderos y utensilios de cobre, sin hablar del contrabando y otras prácticas ilícitas. Las mujeres dicen la buenaventura, mendigan y venden toda clase de drogas inocuas o no.
Los rasgos físicos de los gitanos son más fáciles de distinguir que de describir, y cuando se ha visto a uno solo, se reconocería entre mil a un individuo de esta raza. La fisonomía, la expresión, es, sobre todo, lo que les separa de los pueblos que habitan en el mismo país. Su tez es muy morena, siempre más oscura que la de las gentes entre las que viven. De ahí el nombre de calé, los negros, con el que ellos se designan frecuentemente. Los ojos, sensiblemente oblicuos, bien rasgados, muy negros, están sombreados por pestañas largas y espesas. Su mirada sólo puede compararse a la de una fiera. En ella se manifiestan al mismo tiempo la audacia y la timidez, y a este respecto los ojos revelan bastante bien el carácter de esta raza, astuta, atrevida, pero con temor natural a los golpes como Panurgo.
Prosper Mérimée, Carmen, Editora Catedra. Seleccionado por Esther Hernández Calvo, segundo de Bachillerato, curso 2012/2013.
Un lugar común de los estudiantes de Literatura Universal donde publicamos una antología de textos seleccionados por nosotros mismos con el fin de aprender a conocernos mejor a través de los más variados personajes que pueblan el universo literario.
viernes, 5 de abril de 2013
La hija del capitán, Alexander Pushkin
Al recobrar el conocimiento, estuve un tiempo aturdido, sin entender lo que me había pasado. Yacía en una cama, en un cuarto extraño y me dominaba una gran debilidad. Ante mí se encontraba Savélich con una vela en la mano. alguien me quitaba delicadamente las vendas que envolvían mi pecho y hombro. Poco a poco se me fue aclarando la mente. Me acordé del duelo y comprendí que estaba herido. En aquel instante chirrió la puerta.
-¿Qué?¿Cómo va? - pronunció una voz en un susurro que me hizo estremecer.
-En el mismo estado - respondió Savélich con un suspiro -: sin recobrar el conocimiento, y ya va para el quinto día.
Quise volverme, pero no pude.
-¿Dónde estoy? ¿Quién hay aquí? - pronuncié con gran esfuerzo.
María Ivánovna se acercó a la cama y se inclinó sobre mí.
-¿Qué?¿Cómo se siente usted? - dijo.
-Gracias a Dios - logré decir con voz débil -. ¿Es usted, María Ivánovna? Dígame... -no me sentí con fuerzas para continuar y callé.
Una expresión de alegría se dibujó en el rostro de Sanvélich.
Exclamó:
-¡Ha vuelto en sí!¡Ha vuelto en sí! - repetía -. ¡Gracias te doy, Dios Todopoderoso! ¡Ay, hijo mío, Piotr Andreich, qué susto me has dado!¡Se dice pronto!¡El quinto día!.
María Ivánovna interrumpió sus palabras.
-No hables mucho con él, Sávelich -dijo -. Aún está débil.
La muchacha salió del cuarto y entornó silenciosamente la puerta.
Los pensamientos se me soliviantaron. Así pues, me encontraba en casa del comandante. María Ivánovna entraba en mi cuarto. Quería hacerle unas cuantas preguntas a Savélich, pero el anciano meneó la cabeza y se tapó los oídos. Yo cerré contrariado los ojos y pronto caí en un profundo sueño.
Al despertarme llamé a Savélich, pero en su lugar encontré ante mí a María Ivánovna; su voz angelical me enviaba un saludo. No podria expresar el dulce sentimiento que invadió en aquel instante todo mi ser. Tomé su mano y la estreché contra mí cubriéndola de emocionadas lágrimas. Masha no la apartaba...De pronto sus delicados labios rozaron mi mejilla y yo sentí su ardiente y fresco beso. Una ola de fuego recorrió todo mi cuerpo.
Aleksandr Pushkin, La hija del capitán, editorial Alianza, seleccionado por Beatriz Iglesias, segundo de Bachillerato, curso 2012/2013
-¿Qué?¿Cómo va? - pronunció una voz en un susurro que me hizo estremecer.
-En el mismo estado - respondió Savélich con un suspiro -: sin recobrar el conocimiento, y ya va para el quinto día.
Quise volverme, pero no pude.
-¿Dónde estoy? ¿Quién hay aquí? - pronuncié con gran esfuerzo.
María Ivánovna se acercó a la cama y se inclinó sobre mí.
-¿Qué?¿Cómo se siente usted? - dijo.
-Gracias a Dios - logré decir con voz débil -. ¿Es usted, María Ivánovna? Dígame... -no me sentí con fuerzas para continuar y callé.
Una expresión de alegría se dibujó en el rostro de Sanvélich.
Exclamó:
-¡Ha vuelto en sí!¡Ha vuelto en sí! - repetía -. ¡Gracias te doy, Dios Todopoderoso! ¡Ay, hijo mío, Piotr Andreich, qué susto me has dado!¡Se dice pronto!¡El quinto día!.
María Ivánovna interrumpió sus palabras.
-No hables mucho con él, Sávelich -dijo -. Aún está débil.
La muchacha salió del cuarto y entornó silenciosamente la puerta.
Los pensamientos se me soliviantaron. Así pues, me encontraba en casa del comandante. María Ivánovna entraba en mi cuarto. Quería hacerle unas cuantas preguntas a Savélich, pero el anciano meneó la cabeza y se tapó los oídos. Yo cerré contrariado los ojos y pronto caí en un profundo sueño.
Al despertarme llamé a Savélich, pero en su lugar encontré ante mí a María Ivánovna; su voz angelical me enviaba un saludo. No podria expresar el dulce sentimiento que invadió en aquel instante todo mi ser. Tomé su mano y la estreché contra mí cubriéndola de emocionadas lágrimas. Masha no la apartaba...De pronto sus delicados labios rozaron mi mejilla y yo sentí su ardiente y fresco beso. Una ola de fuego recorrió todo mi cuerpo.
Aleksandr Pushkin, La hija del capitán, editorial Alianza, seleccionado por Beatriz Iglesias, segundo de Bachillerato, curso 2012/2013
Ivanhoe, Walter Scott
La habitación adonde lady Rowena fuera conducida estaba amueblada y decorada con tosca magnificencia, y su elección podía considerarse como una prueba de respeto de que no se había creído dignos a los demás prisioneros. Pero la mujer de Frente de Buey, para la cual se alhajara en otro tiempo, había muerto hacía muchos años, de suerte que se hallaban deteriorados por el abandono y la vejez los raros adornos con que aquélla se complaciera en embellecerla. En muchos lados los tapices colgaban hechos jirones, mientras en otros el sol había deslucido sus colores o se hallaban apolillados y destruidos por el tiempo. Estropeada y todo estaba, habíales parecido la pieza más decente del castillo para albergar a la heredera sajona, y en ella habíanla dejado reflexionar acerca de su situación, hasta que los actores de este abominable drama se hubieran repartido los papeles diferentes que debían representar. El reparto se hizo en una conferencia celebrada entre Frente de Buey, Bracy y el templario, y tras una larga y acalorada discusión sobre las ventajas que cada cual pretendía sacar de la empresa, quedó decidida, al fin, la suerte de los desgraciados prisioneros.
Walter Scott, Ivanhoe, Historia de la Literatura, seleccionado por Laura Mahillo, segundo de Bachillerato, curso 2012/13
Walter Scott, Ivanhoe, Historia de la Literatura, seleccionado por Laura Mahillo, segundo de Bachillerato, curso 2012/13
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