Agamenón
Por esto debemos pagar a los dioses una gratitud que nunca se olvide, puesto que hicimos que nos pagaran el desprecio rapto de Helena, y, por una mujer, el monstruo argivo -la cría del caballo, la tropa portadora de escudos -, que dio un salto enorme al ponerse las Pléyades, redujo a polvo una ciudad. L uego de haber saltado más allá de la torre un león carnicero, fue lamiendo la regia sangre hasta saciarse.
En honor de los diosas alargué este preludio.
En cuanto a tus sentimientos , tal cual los oigo en mi memoria los tengo anotados. Te digo lo mismo: tienes en mí un defensor.
A pocos hombres les es connatural el rendir honores sin sentir envidia al amigo que tienes suerte. Un veneno malévolo que se la agarra al corazón dobla el color del que ya tiene esa enfermedad. Se mortifica personalmente con sus propios padecimientos y gime al ver la dicha ajena. Como lo sé, lo puedo decir, pues conozco muy bien el espejismo del trato amistoso. Una imagen de sombra eran realmente quienes parecían serme leales
A pocos hombres les es connatural el rendir honores sin sentir envidia al amigo que tienes suerte. Un veneno malévolo que se la agarra al corazón dobla el color del que ya tiene esa enfermedad. Se mortifica personalmente con sus propios padecimientos y gime al ver la dicha ajena. Como lo sé, lo puedo decir, pues conozco muy bien el espejismo del trato amistoso. Una imagen de sombra eran realmente quienes parecían serme leales
Esquilo, Tragedias, Agamenón, Barcelona, Biblioteca básica Gredos, 2000, página 137.
Seleccionado por Pablo Galindo Cano. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015