viernes, 15 de enero de 2010

El enfermo imaginario, acto II, Molière

ARGAN (Sentándose). -Ahora, hija mía, te voy a dar una noticia que seguramente te tomará de nuevas. Me han pedido tu mano. ¿Qué es eso?... ¿Te ríes? Bien mirado, no puede imaginarse noticia más halagüeña para una joven... ¡Oh, naturaleza! Ya veo bien claro que no tengo para qué preguntarte si te quieres casar.
ANGÉLICA. - Mi único deseo es obedeceros, padre mío.
ARGAN. -Me complace esa sumisión. Hemos ultimado el asunto y ya estás prometida.
ANGÉLICA. -Acataré a ojos cerrados vuestra voluntad, padre mío.
ARGAN. -Tu madrastra pretendía que tú y Luisa, hermana menor, entrarais en un convento. Desde hace tiempo ese era su propósito.
ANTONIA. (Bajo) -¡Su razón tiene la muy bribona!
ARGAN. (Continuando.) -Por lo cual se negaba al ahora a autorizar este matrimonio; pero he logrado reducirla y dar mi palabra.
ANGÉLICA. -¡Cuánto tengo que agradecer a vuestras bondades, padre mío!
ANTONIA. -Seguramente, ésta es la acción más cuerda de vuestra vida.
ARGAN. -Aun no conozco a tu futuro; pero me afirman que quedaré satisfecho y tú también.
ANGÉLICA. -Seguramente, padre mío.
ARGAN. -¿Cómo? ¿Tú le has visto?
ANGÉLICA. -Puesto que vuestro consentimiento me autoriza a abriros mi corazón, no os ocultaré que hace seis días el azar nos puso frente a frente, y que la petición que os han hecho es consecuencia de una inclinación mutua, experimentada desde el primer instante.
ARGAN. -No me habían dicho nada, pero me alegro, porque más vale que sea así. Según parece, se trata de un buen mozo.
ANGÉLICA. -Sí, padre mío.
ARGAN. -Arrogante.
ANGÉLICA. -Sí.
ARGAN. -De aspecto simpático.
ANGÉLICA. -Ya lo creo.
ARGAN. -De fisonomía franca.
ANGÉLICA. -Muy franca.
ARGAN. -Digno y juicioso.
ANGÉLICA. -Precisamente.
ARGAN. -Honrado.
ANGÉLICA. -Como el que más.
ARGAN. -Que habla el latín y el griego a maravilla.
ANGÉLICA. -Eso no lo sabía yo.
ARGAN. -Y que dentro de tres días será recibido de médico.
ANGÉLICA. -¿Médica, padre mío?
ARGAN. -Sí, ¿tampoco lo sabías?
ANGÉLICA. -No. ¿Quién os lo ha dicho?
ARGAN. -El señor Purgon.
ANGÉLICA. -¿Lo conoce el señor Purgon?
ARGAN. -¡Vaya una pregunta! No lo ha de conocer, si es su sobrino.
ANGÉLICA. -¿Cleonte sobrino de Purgon?
ARGAN. -¿Quién es ese Cleonte? Hablamos del joven que ha pedido tu mano.
ANGÉLICA. -¡Claro!
ARGAN. -Que es sobrino del señor Purgon e hijo de su cuñado, el señor Diafoirus, médico también. Ese joven se llama Tomás: Tomás Diafoirus, y no Cleonte. Con él es con quien hemos acordado esta mañana tu boda, entre el señor Purgon, Fleurant y yo. Mañana mismo vendrá el padre a hacer la presentación de tu futuro. Pero ¡qué es eso? ¿Por qué pones esa cara de asombro?
ANGÉLICA. -Porque vos hablabais de una persona y yo me refería a otra.
ANTONIA. -¡Eso es una burla! Teniendo la fortuna que tenéis, ¡seríais capaz de casar a vuestra hija con un médico?
ARGAN. -¿Quién te mete a ti donde no te llaman, imprudente?
ANTONIA. -¡Calma! ¿Por qué no hemos de discutir sin acaloramientos? Hablemos tranquilamente. ¿Qué razones habéis tenido para consentir ese matrimonio?
ARGAN. -La razón de que, encontrándome enfermo -porque yo estoy enfermo-, quiero tener un hijo médico, pariente de médicos, para que entre todos busquen remedios a mi enfermedad. Quiero tener en mi familia el manantial de recursos que me es tan necesario; quien me observe y me recete.
ANTONIA. -Eso es ponerse en razón. Cuando se discute pacíficamente, da gusto. Pero con la mano sobre el corazón, señor, ¿es verdad que estáis enfermo?
ARGAN. -¡Cómo , granuja! ¿Qué si estoy enfermo?… ¿Si estoy malo, insolente?
ANTONIA. -Conforme, señor; estáis malo. No vayamos a pelearnos por eso. Estáis muy malo, lo reconozco; mucho más malo de lo que os podéis figurar, estamos de acuerdo. Pero vuestra hija, al casarse, debe tener un marido para ella, y estando buena y sana, ¿qué necesidad hay de casarla con un médico?
ARGAN. -Si el médico es para mí. Una buena hija debe sentirse dichosa casándose con un hombre que pueda ser útil a la salud de su padre.

Jean-Baptiste Poquelin. Molière, El enfermo imaginario, Acto II. http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaFrancesa/Moliere/enfermoimaginario.asp
Seleccionado por Fabiola Muñoz Hinojal, segundo de Bachillerato, curso 2009/2010.

Francesco Petrarca, Cancionero "Soneto CCXX"

¿Dónde halló Amor el oro, y en qué vena,
de esas dos trenzas rubias? ¿y en qué espinas
cogió las rosas, y esas matutitas
escarchas, que de sangre y vida llena?

¿dónde las perlas en que forma y frena
las honestas palabras peregrinas?
¿en dónde esas bellezas tan divinas
de su frente que el cielo más serena?

¿De qué ángeles procede, de qué esfera
el celestial cantar que me está hundiendo
tanto que a poco más seré desecho?

¿De qué cielo esa luz alterna
de los ojosque, paz y querra siendo,
con hielo y fuego afligen a mi pecho?

Francesco Petrarca, Cancionero "Soneto CCXX".
Seleccionado por Susana Sánchez Custodio, Segundo de Bachillerato.Curso 2009-2010

Romeo y Julieta "La escena del balcón", William Shakespeare

ROMEO [adelantándose]
Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido.
Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa ventana?
Es el oriente, y Julieta, el sol.
Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa,
que está enferma y pálida de pena
porque tú, que la sirves, eres más hermoso.
Si es tan envidiosa, no seas su sirviente.
Su ropa de vestal es de un verde apagado
que sólo llevan los bobos ¡Tírala!
(Entra JULIETA arriba, en el balcón]

¡Ah, es mi dama, es mi amor!
¡Ojalá lo supiera!
Mueve los labios, más no habla. No importa:
hablan sus ojos; voy a responderles.
¡Qué presuntuoso! No me habla a mí.
Dos de las estrellas más hermosas del cielo
tenían que ausentarse y han rogado a sus ojos
que brillen en su puesto hasta que vuelvan.
¿Y si ojos se cambiasen con estrellas?
El fulgor de su mejilla les haría avergonzarse,
como la luz del día a una lámpara; y sus ojos
lucirían en el cielo tan brillantes
que, al no haber noche, cantarían las aves.
¡Ved cómo apoya la mejilla en la mano!
¡Ah, quién fuera el guante de esa mano
por tocarle la mejilla!

JULIETA
¡Ay de mí!

ROMEO
Ha hablado. ¡Ah, sigue hablando,
ángel radiante, pues, en tu altura,
a la noche le das tanto esplendor
como el alado mensajero de los cielos
ante los ojos en blanco y extasiados
de mortales que alzan la mirada
cuando cabalga sobre nube perezosa
y surca el seno de los aires!

JULIETA
¡Ah, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres Romeo?
Niega a tu padre y rechaza tu nombre,
o, si no, júrame tu amor
y ya nunca seré una Capuleto.

ROMEO
¿La sigo escuchando o le hablo ya?

JULIETA
Mi único enemigo es tu nombre.
Tú eres tú, aunque seas un Montesco.
¿Qué es «Montesco» ? Ni mano, ni pie,
ni brazo, ni cara, ni parte del cuerpo.
¡Ah, ponte otro nombre!
¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa
sería tan fragante con cualquier otro nombre.
Si Romeo no se llamase Romeo,
conservaría su propia perfección
sin ese nombre. Romeo, quítate el nombre
y, a cambio de él, que es parte de ti,
¡tómame entera!

ROMEO
Te tomo la palabra.
Llámame « amor » y volveré a bautizarme:
desde hoy nunca más seré Romeo.

JULIETA
¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche
e irrumpes en mis pensamientos?

ROMEO
Con un nombre no sé decirte quién soy.
Mi nombre, santa mía, me es odioso
porque es tu enemigo.
Si estuviera escrito, rompería el papel.

JULIETA
Mis oídos apenas han sorbido cien palabras
de tu boca y ya te conozco por la voz.
¿No eres Romeo, y además Montesco?

ROMEO
No, bella mía, si uno a otro te disgusta.

JULIETA
Dime, ¿cómo has llegado hasta aquí y por qué?
Las tapias de este huerto son muy altas
y, siendo quien eres, el lugar será tu muerte
si alguno de los míos te descubre.

ROMEO
Con las alas del amor salté la tapia,
pues para el amor no hay barrera de piedra,
y, como el amor lo que puede siempre intenta,
los tuyos nada pueden contra mí.

JULIETA
Si te ven, te matarán.

ROMEO
¡Ah! Más peligro hay en tus ojos
que en veinte espadas suyas. Mírame con dulzura
y quedo a salvo de su hostilidad.

JULIETA
Por nada del mundo quisiera que te viesen.

ROMEO
Me oculta el manto de la noche
y, si no me quieres, que me encuentren:
mejor que mi vida acabe por su odio
que ver cómo se arrastra sin tu amor.

JULIETA
¿Quién te dijo dónde podías encontrarme?

ROMEO
El amor, que me indujo a preguntar.
Él me dio consejo; yo mis ojos le presté.
No soy piloto, pero, aunque tú estuvieras lejos,
en la orilla más distante de los mares más remotos,
zarparía tras un tesoro como tú.

JULIETA
La noche me oculta con su velo;
si no, el rubor teñiría mis mejillas
por lo que antes me has oído decir.
¡Cuánto me gustaría seguir las reglas,
negar lo dicho! Pero, ¡adiós al fingimiento!
¿Me quieres? Sé que dirás que sí
y te creeré. Si jurases, podrías
ser perjuro: dicen que Júpiter se ríe
de los perjurios de amantes. ¡Ah, gentil Romeo!
Si me quieres, dímelo de buena fe.
O, si crees que soy tan fácil,
me pondré áspera y rara, y diré « no »
con tal que me enamores, y no más que por ti.
Mas confía en mí: demostraré ser más fiel
que las que saben fingirse distantes.
Reconozco que habría sido más cauta
si tú, a escondidas, no hubieras oído
mi confesión de amor. Así que, perdóname
y no juzgues liviandad esta entrega
que la oscuridad de la noche ha descubierto.

ROMEO
Juro por esa luna santa
que platea las copas de estos árboles...

JULIETA
Ah, no jures por la luna, esa inconstante
que cada mes cambia en su esfera,
no sea que tu amor resulte tan variable.

ROMEO
¿Por quién voy a jurar?

JULIETA
No jures; o, si lo haces,
jura por tu ser adorable,
que es el dios de mi idolatría,
y te creeré.

ROMEO
Si el amor de mi pecho...

JULIETA
No jures. Aunque seas mi alegría,
no me alegra nuestro acuerdo de esta noche:
demasiado brusco, imprudente, repentino,
igual que el relámpago, que cesa
antes de poder nombrarlo. Amor, buenas noches.
Con el aliento del verano, este brote amoroso
puede dar bella flor cuando volvamos a vernos.
Adiós, buenas noches. Que el dulce descanso
se aloje en tu pecho igual que en mi ánimo.

ROMEO
¿Y me dejas tan insatisfecho?

JULIETA
¿Qué satisfacción esperas esta noche?

ROMEO
La de jurarnos nuestro amor.

JULIETA
El mío te lo di sin que lo pidieras;
ojalá se pudiese dar otra vez.

ROMEO
¿Te lo llevarías? ¿Para qué, mi amor?

JULIETA
Para ser generosa y dártelo otra vez.
Y, sin embargo, quiero lo que tengo.
Mi generosidad es inmensa como el mar,
mi amor, tan hondo; cuanto más te doy,
más tengo, pues los dos son infinitos.
[Llama el AMA dentro.]

Oigo voces dentro. Adiós, mi bien.
-¡Ya voy, ama!-Buen Montesco, sé fiel.
Espera un momento, vuelvo en seguida.
[Sale. ]

ROMEO
¡Ah, santa, santa noche! Temo
que, siendo de noche, todo sea un sueño,
harto halagador y sin realidad.

[Entra JULIETA arriba.]

JULIETA
Unas palabras, Romeo, y ya buenas noches.
Si tu ánimo amoroso es honrado
y tu fin, el matrimonio, hazme saber mañana
(yo te enviaré un mensajero)
dónde y cuándo será la ceremonia
y pondré a tus pies toda mi suerte
y te seguiré, mi señor, por todo el mundo.

AMA [dentro]
¡Julieta!

JULIETA
¡Ya voy!-Mas, si no es buena tu intención,
te lo suplico...

AMA [dentro]
¡Julieta!

JULIETA
¡Voy ahora mismo!-..abandona tu empeño
y déjame con mi pena. Mañana lo dirás.

ROMEO
¡Así se salve mi alma...!

JULIETA
¡Mil veces buenas noches!

Sale.

ROMEO
Mil veces peor, pues falta tu luz.
El amor corre al amor como el niño huye del libro
y, cual niño que va a clase, se retira entristecido.

Vuelve a entrar JULIETA [arriba].

JULIETA
¡Chss, Romeo, chss! ¡Ah, quién fuera cetrero
por llamar a este halcón peregrino!
Mas el cautivo habla bajo, no puede gritar;
si no, yo haría estallar la cueva de Eco
y dejaría su voz más ronca que la mía
repitiendo el nombre de Romeo.

ROMEO
Mi alma me llama por mi nombre.
¡Qué dulces suenan las voces de amantes en la noche,
igual que la música suave al oído!

JULIETA
¡Romeo!

ROMEO
¿Mi neblí?

JULIETA
Mañana, ¿a qué hora te mando el mensajero?

ROMEO
A las nueve.

JULIETA
Allá estará. ¡Aún faltan veinte años!
No me acuerdo por qué te llamé.

ROMEO
Deja que me quede hasta que te acuerdes.

JULIETA
Lo olvidaré para tenerte ahí delante,
recordando tu amada compañía.

ROMEO
Y yo me quedaré para que siempre lo olvides,
olvidándome de cualquier otro hogar.

JULIETA
Es casi de día. Dejaría que te fueses,
pero no más allá que el pajarillo
que, cual preso sujeto con cadenas,
la niña mimada deja saltar de su mano
para recobrarlo con hilo de seda,
amante celosa de su libertad.

ROMEO
¡Ojalá fuera yo el pajarillo!

JULIETA
Ojalá lo fueras, mi amor,
pero te mataría de cariño.
¡Ah, buenas noches! Partir es tan dulce pena
que diré « buenas noches » hasta que amanezca.

[Sale.]

ROMEO
¡Quede el sueño en tus ojos, la paz en tu ánimo!
¡Quién fuera sueño y paz, para tal descanso!
A mi buen confesor en su celda he de verle
por pedirle su ayuda y contarle mi suerte.

[Sale.]


William Shakespeare, Romeo y Julieta, "Acto II", http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/OtrosAutoresdelaLiteraturaUniversal/Shakespeare/RomeoyJulieta/II.asp
 Seleccionado por Cristina Martín, segundo de Bachillerato, curso 2009/2010.

La Divina Comedia "El Infierno" Canto III, Dante Alighieri

     POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE,
POR MÍ SE VA AL ETERNO SUFRIMIENTO,
POR MÍ SE VA A LA GENTE CONDENADA.

     LA JUSTICIA MOVIÓ A MI ALTO ARQUITECTO.
HÍZOME LA DIVINA POTESTAD,
EL SABER SUMO Y EL AMOR PRIMERO.

     ANTES DE MÍ NO FUE COSA CREADA
SINO LO ETERNO Y DURO ETERNAMENTE.
DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA.

     Estas palabras de color oscuro
vi escritas en lo alto de una puerta;
y yo: «Maestro, es grave su sentido.»

     Y, cual persona cauta, él me repuso:
«Debes aquí dejar todo recelo;
debes dar muerte aquí a tu cobardía.

     Hemos llegado al sitio que te he dicho
en que verás las gentes doloridas,
que perdieron el bien del intelecto.»

     Luego tomó mi mano con la suya
con gesto alegre, que me confortó,
y en las cosas secretas me introdujo.

     Allí suspiros, llantos y altos ayes
resonaban al aiire sin estrellas,
y yo me eché a llorar al escucharlo.

     Diversas lenguas, hórridas blasfemias,
palabras de dolor, acentos de ira,
roncos gritos al son de manotazos,

     Un tumulto formaban, el cual gira
siempre en el aiire eternamente oscuro,
como arena al soplar el torbellino.

     Con el terror ciñendo mi cabeza
dije: «Maestro, qué es lo que yo escucho,
y quién son éstos que el dolor abate?»

     Y él me repuso: «Esta mísera suerte
tienen las tristes almas de esas gentes
que vivieron sin gloria y sin infamia.

          Seleccionado por Cristina Perianes Calle, Segundo de Bachillerato,curso 2009-2010.
         DANTE, La Divina Comedia, http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/ita/dante/dc1.html)

Francesco Petrarca, Canzoniere "Soneto LXI"

Benditos sean el año, el mes, el día,
la estación, la hora, y el instante,
y el país y el lugar en el que me tan me veís;

y el dulce afán primero que sentía
cuando me ataba el Amor, y aquel tirante
arco, y sus flechas,y , en mi pecho amante,
las profundas heridas que me abría.

Bendito sea el incesante acento
que llamando a mi dama he difundido,
y el llanto y el deseo y el lamento,

y bendito el papel con que he solido
ganarle fama y,ay, mi pensamiento,
que parte en él tan sólo ella ha tenido.

(Petrarca, Cancionero, RBA Editores, pág 205.
Seleccionado por Susana Sánchez Custodio. Segundo de Bachillerato, curso 2009-2010)

Cantar de los Nibelungos ''Se acerca el crimen'', Anónimo.

''Señora', dijo entonces Hagen, ''si albergáis el temor de quien pudiera herirle, habréis de decirme de qué artes habría yo de valerme para evitarlo.Quiero protegerle lo mismo a caballo que a pie'.

Voy a revelarte a ti, mi querido amigo, contando con tu discreción y lealtad hacia mí, en qué sitiose le puede herira mi esposo querido.Esto te lo voy a decir ahora, confío por entero en tu silencio.

Cuando de las heridas del dragón brotó lasangre caliente y se bañó en ella el valiente y cabal caballero, cayó en medio de su espalda una hoja de tilo muy grande.Ahí es donde pueden herirle y esa es la causa de mi gran desazón.''

Dijo entonces Hagen de Trónege:
''Cosed enima de su ateundo una pequeña señal para que así yo sepa para que así yo sepa dónde debo protegerle cuando entremos en combate''.Así creía ella salvar al héroe, pero era así como ayudaba a su muerte.


Anónimo, Cantar de los Nibelungos, Cátedra. Seleccionado por Beatriz Curiel Lumbreras, segundo de Bachillerato, curso 2009-2010.

William Shakespeare, Romeo y Julieta "Fragmento 2"

ROMEO
Si con mi mano indigna he profanado
tu santa efigie, sólo peco en eso:
mi boca, peregrino avergonzado,
suavizará el contacto con un beso.

JULIETA
Buen peregrino, no reproches tanto
a tu mano un fervor tan verdadero:
si juntan manos peregrino y santo,
palma con palma es beso de palmero.

ROMEO
¿Ni santos ni palmeros tienen boca?

JULIETA
Sí, peregrino: para la oración.

ROMEO
Entonces, santa, mi oración te invoca:
suplico un beso por mi salvación.

JULIETA
Los santos están quietos cuando acceden.

ROMEO
Pues, quieta, y tomaré lo que conceden
[La besa.]
Mi pecado en tu boca se ha purgado.

JULIETA
Pecado que en mi boca quedaría.

ROMEO
Repruebas con dulzura. ¿Mi pecado?
¡Devuélvemelo!

JULIETA
Besas con maestría.

AMA
Julieta, tu madre quiere hablarte.

ROMEO
¿Quién es su madre?

AMA
Pero, ¡joven!
Su madre es la señora de la casa,
y es muy buena, prudente y virtuosa.
Yo crié a su hija, con la que ahora hablabais.
Os digo que quien la gane,
conocerá el beneficio.

ROMEO
¿Es una Capuleto? ¡Triste cuenta!
Con mi enemigo quedo en deuda.

BENVOLIO
Vámonos, que lo bueno poco dura.

ROMEO
Sí, es lo que me temo, y me preocupa.

CAPULETO
Pero, señores, no queráis iros ya.
Nos espera un humilde postrecito.
Le hablan al oído.
¿Ah, sí? Entonces, gracias a todos.
Gracias, buenos caballeros, buenas noches.
-¡Más antorchas aquí, vamos!
Después, a acostarse.-Oye,
¡qué tarde se está haciendo!
Me voy a descansar.


William Shakespeare, Romeo y Julieta, Primer acto. http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/OtrosAutoresdelaLiteraturaUniversal/Shakespeare/RomeoyJulieta/I.asp ).
Seleccionado por Fabiola Muñoz, Segundo Bachillerato, curso 2009/2010.