lunes, 14 de octubre de 2013

Germinal, Zola_Émile

       Eran ya las ocho cuando la Maheude apareció, con Estelle en su regazo y seguida por la chiquillería: Alzire, Henri y Lénore. Había ido directamente en busca de su hombre, sin temor a equivocarse. Cenarían más tarde, nadie tenía hambre, los estómagos estaban inundados de café e hinchados de cerveza. Llegaban otras mujeres y empezaron a cuchichear al ver entrar, detrás de la Maheude, a la Levaque, acompañada por Bouteloupm, que traía de la mano a Achille y a Desirée, los hijos de Philomène. Las dos vecinas parecían muy amigas, una se volvía y hablaba con la otra. Durante el camino habían tenido una explicación, la Maheude se había resignado al matrimonio de Zacharie, desolada por perder el sueldo de su hijo mayor mayor , pero convencida de la razón de que no podía conservarlo más tiempo a su lado sin ser injusta. Trataba, por tanto, de poner buena cara, con el corazón lleno de ansiedad, como ama de casa que se pregunta cómo llegar al final de la quincena, ahora que empezaba a írsele lo más claro de sus ingresos.
      -Ponte ahí, vecina-le dijo señalando una mesa cercana aquella en la que Maheu bebía con Étinnee y Pierron.
       -¿No está mi marido con vosotros? -preguntó la Levaque.
       Los compañeros le que volvería enseguida. Todo el mundo se apiñaba, Bouteloup, los críos, y, ante la concurrencia de bebedores, juntaron las dos mesas y pidieron unas jarras. Al ver a su madre y a sus hijos, Philomène se había decidido a acercarse. Aceptó una silla y pareció contenta al enterarse de que por fin la casaban; luego, cuando preguntaron por Zacharie, respondió con su voz blanda:
     -Estoy esperándole, anda por ahí.
     Maheu había cruzado una mirada con su mujer. ¿Consentía, por tanto, la boda? Se puso furioso y fumó en silencio. También a él le preocupaba el futuro, ante la ingratitud de aquellos hijos que irían casándose uno a uno y dejando a sus padres en la miseria.


Émile Zola, Germinal. Tercera parte,capítulo 1, Alianza Editorial, Madrid, 2005, páginas 182-183.
Seleccionado por: Laura Tovar García, curso segundo bachillerato

Anna Karenina, León Tolstói

 Primera Parte. Capítulo VI
       Las familias Lievin y Scherbatski, ambas de antiguo linaje aristocrático en Moscú, habían mantenido siempre excelentes relaciones, las cuales se hicieron aún más estrechas en la época en que Lievin y el joven príncipe Scherbastki, hermano de Dolli y Kiti, se preparaban para el examen de ingreso en la universidad y mientrats estudiaron la carrera en aquella docta institución. Por aquel tiempo, Lievin, que frecuentaba la casa de los Scherbatski, se enamoró de esa casa. Sí, por extraño que parezca, Konstantín Lievin estaba enamorado de la casa, de la familia, y, sobretodo, del elemento femenino de la familia Scherbastki. Como no podía recordar a su madre por haber ésta fallecido siendo él muy niño, y la única hermana que tenía era mayor que él, fue en aquella casa donde aprendió los hábitos honestos y cultivados de nuestra antigua aristocracia, y en donde halló de nuevo el ambiente de que le había privado la muerte de sus padres. Veía a todos los individuos de esa familia, sobre todo a las mujeres, a través de un velo poético y misterioso.



León Tolstoi, Anna Karenina, capítulo VI, ed. Catedra, col. Letras Universales, páginas 78-79, seleccionado por Sara Paniagua Núñez, segundo de bachillerato, curso 2013/2014.