viernes, 19 de febrero de 2016

Cartas persas, Montesquieu

CARTA LX

USBEK a IBEN, a Esmirna.

Pregúntasme si hay judíos en Francia. Sábele que en todas partes donde hay dinero hay judíos. Me preguntas qué hacen. Cabalmente lo propio que en Persia; que no hay cosa que mas a un judío asiatico se asemeje que un judío europeo. Entre los cristianos, como en nuestro país, hacen alarde de una inalterable adhesión a su religión, que raya la locura.
Es la religión judía un tronco viejo que ha echado dos ramas, las quales han cubierto la tierra entera, quiero decir el mahometismo y el cristianismo; o por mejor decir es una madre que ha parido dos hijas que la han cubierto de mil heridas, porque en materia de religión los parientes mas cercanos son los mas implacables enemigos. Pero no obstante lo mal que la han tratado, no deja de ufanarse de haberlas dado a luz, y se vale de una y otra para enlazar todo el universo, mientras que su venerable ancianidad enlaza por otra parte hasta los más remotos siglos.

Montesquieu, Cartas persas, fama2us.es/fde/cartasPersianas.pdf
Seleccionado por Clara Fuentes Gómez, Segundo de Bachillerato. Curso 2015-2016.

Las aventuras de Oliver Twist, Charles Dickens


  El médico lo depositó en sus brazos. Ella apretó ardientemente sus pálidos labios sobre la frente del niño, se pasó luego las manos sobre el rostro, miró en derredor con ojos extraviados, se estremeció, cayó de espaldas... y murió. Le frotaron el pecho, las manos y las sienes; mas la sangre se había detenido para siempre. Antes habían hablado de esperanza y de consuelos. Hacía mucho tiempo que éstos eran desconocidos para ella.
  —¡Todo ha terminado, señora Thingummy! —dijo el médico, al cabo. 
—¡Ah! ¡Pobrecita! Ya lo veo —murmuró la enfermera, recogiendo el tapón de la botella verde, que se habíacaído sobre la almohada al tiempo de inclinarse a levantar al niño—. ¡Pobre mujer! 
—No os molestéis en mandar por mí si el niño llora —dijo el médico, poniéndose los guantes con gran parsimonia—. Es muy probable que esté molesto. En ese caso, dadle un poco de papilla —se puso el sombrero y, deteniéndose junto a la cama, camino de la puerta, añadió—: Era guapa la muchacha... ¿De dónde vino? 
—La trajeron anoche —respondió la vieja— por orden del visitador. La encontraron tendida en la calle. Debió de haber andado mucho, pues traía los zapatos destrozados; pero nadie sabe de dónde venía ni adónde iba. 
Se inclinó el doctor sobre el cadáver y le alzó la mano izquierda.
 —¡Lo de siempre! No hay anillo de boda. ¡Ah! ¡Buenas noches! 
Se fue el médico a cenar, y la enfermera, tras haberse aplicado una vez más a la verde botella, se sentó en una silla baja delante del fuego y comenzó a vestir al infante. 
Charles Dickens, Las aventuras de Oliver Twist                                            http://www.prisaediciones.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/200710/primeras-paginas-aventuras-oliver-twist.pdf. Seleccionado por Julia Mateos Gutiérrez, segundo de bachillerato, curso 2015-2016.

La letra escarlata, Nathaniel Hawthorne

Allí, junto a la chimenea, acostumbraba sentarse el anciano y valiente General; mientras el Inspector, que si podía evitarlo, raras veces tomaba sobre sí la difícil tarea de entablar con él una conversación, se complacía en quedarse a cierta distancia observando aquel apacible rostro, casi en un estado de semi somnolencia. Parecía como si estuviera en otro mundo distinto del nuestro, aunque lo veíamos a unas cuantas varas de nosotros; remoto, aunque pasábamos junto a su sillón; inaccesible, aunque podríamos alargar las manos y estrechar las suyas. Era muy posible que allá, en las profundidades de sus pensamientos, viviera una vida mas real que no en medio de la atmósfera que le rodeaba en la poco adecuada oficina de un Administrador de Aduana. Las evoluciones de las maniobras militares; el tumulto y fragor de la batalla; los bélicos sonidos de antigua y heroica música oída hacía treinta años, tales eran quiza las escenas y armonías, que llenaban su espíritu y se desplegaban en su imaginación. Entre tanto, los comerciantes y los capitanes de buques, los dependientes de almacén y los rudos marineros entraban y salian: en torno suyo continuaba el mezquino ruido que producía la vida comercial y la vida le la Aduana: pero ni con los hombres, ni con los asuntos que les preocupaban, parecía que tuviera la mas remota relación. Allí, en la Aduana, estaba tan fuera de su lugar, como una antigua espada, ya enmohecida, después de haber fulgurado en cien combates, pero conservando aun algún brillo en la hoja, lo estará en medio de las plumas, tinteros, pisapapeles y reglas de caoba del bufete de uno de los empleados subalternos. Había especialmente una circunstancia que me ayudó mucho en la tarea de reanimar y reconstruir la figura del vigoroso soldado que peleó en las fronteras del Canada, cerca del Niágara, del hombre de energía sencilla y verdadera. Era el recuerdo de aquellas memorables palabras suyas; ¡Lo probaré, señor! —pronunciadas en los momentos mismos La Letra Escarlata Nathaniel Hawthorne de llevar a cabo una empresa tan heroica cuanto desesperada, y que respiraban el indomable espíritu de la Nueva Inglaterra. Si en nuestro país se premiase el valor con títulos de nobleza, esa frase, repito, será el mote mejor, y el mas apropiado, para el escudo de armas del General.


Hawthorne, Nathaniel, la letra escarlata, 
file:///C:/Documents%20and%20Settings/biblioteca/Mis%20documentos/Downloads/NathanielHawthorne-LaLetraEscarlata.pdf. seleccionado por Paola Moreno Díaz, segundo de bachillerato, curso 2015-2016





La muerte de un viajante, Arthur Miller

BEN: Nuestro padre era un gran hombre de corazón muy aventurero. Partimos de Boston, con toda la familia en la carreta, y él condujo los caballos a través del país, por Ohio, Indiana, Michigan, Illinois y los estados occidentales. Nos deteníamos en las ciudades y vendíamos las flautas que él había hecho por el camino. Era un gran inventor. Con un solo artilugio, en una semana ganaba más de lo que un hombre como tú podría ganar en toda su vida.
 WILLY: Así es precisamente como crío a mis hijos, Ben, son unos chicos robustos que gustan en todas partes.
BEN: ¿Ah, sí? (A Biff:) Pega aquí, muchacho, tan fuerte como puedas. (Se da unos golpes en el estómago.) BIFF: ¡Oh, no, señor!
 BEN (adopta una postura de boxeo): ¡Vamos, atácame! (Se ríe.)
WILLY: ¡Vamos, Biff! ¡Adelante, demuéstrale lo que vales!
 BIFF: ¡De acuerdo! (Alza los puños y ataca.)
LINDA (a Willy): ¿Por qué tiene que pelear, cariño?
 BEN (amagando a Biff): ¡Buen chico! ¡Buen chico!
WILLY: Qué te parece, ¿eh, Ben?
HAPPY: ¡Dale con la izquierda, Biff!
 LINDA: ¿Por qué os peleáis?
 BEN: ¡Buen muchacho! (De repente lo derriba, echándole la zancadilla, y se pone a su lado, dirigiendo la punta del paraguas a un ojo de Biff.)
 LINDA: ¡Cuidado, Biff!
BIFF: ¡Caray!
BEN (dando palmaditas en la rodilla de Biff): Nunca pelees limpio con un desconocido, muchacho. De esa manera nunca saldrás de la jungla. (Toma la mano de Linda e inclina la cabeza.) Ha sido un honor y un placer conocerte, Linda.
 LINDA (retira la mano fríamente, asustada): Que tengas un buen... viaje.
BEN (a Willy): Y buena suerte en tu..., ¿a qué te dedicas?
WILLY: A la venta.
BEN: Sí, bueno... (Alza la mano, despidiéndose de todos.)
WILLY: No, Ben, no quiero que pienses... (Toma el brazo de Ben para exponerle algo.) Esto es Brooklyn, ya lo sé, pero aquí también cazamos.
BEN: Si tú lo dices...

Arthur Miller, La muerte de un viajante, https://escuelaproletaria.files.wordpress.com/2010/09/miller-arthur-muerte-de-un-viajante.pdf.
Seleccionado por Lidia Rodríguez Suárez. Segundo de bachillerato. Curso 2015-2016.

Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift


Un viaje a Liliput, capítulo 4.
 Una mañana, a los quince días aproximadamente de haber obtenido mi libertad,
Reldresal, secretario principal de Asuntos Privados  -como ellos le intitulan-, vino a mi casa 
acompañado sólo de un servidor. Mandó a su coche que esperase a cierta distancia y me 
pidió que le concediese una hora de audiencia, a lo que yo inmediatamente accedí, teniendo 
en cuenta su categoría y sus méritos personales, así como los buenos oficios que había
hecho valer cuando mis peticiones a la corte. Le ofrecí tumbarme para que pudiera hacerse 
oír de mí más cómodamente; pero él prefirió permitirme que lo tuviese en la mano durante 
nuestra conversación. Empezó felicitándome por mi libertad, en la cual, según dijo, podía 
permitirse creer que había tenido alguna parte; pero añadió, sin embargo, que a no haber 
sido por el estado de cosas que a la sazón reinaba en la corte, quizá no la hubiese obtenido 
tan pronto. «Porque -dijo- por muy floreciente que nuestra situación pueda parecer a los 
extranjeros, pesan sobre nosotros dos graves males: una violenta facción en el interior y el
peligro de que invada nuestro territorio un poderoso enemigo de fuera. En cuanto a lo
primero, sabed que desde hace más de setenta lunas hay en este imperio dos partidos
contrarios, conocidos por los nombres de Tramecksan y Slamecksan, a causa de los tacones 
altos y bajos de su calzado, que, respectivamente, les sirven de distintivo. Se alega, es
verdad, que los tacones altos son más conformes a nuestra antigua constitución; pero, sea 
de ello lo que quiera, Su Majestad ha decidido hacer uso de tacones bajos solamente en la 
administración del gobierno y para todos los empleados que disfrutan la privanza de la
corona, como seguramente habréis observado; y por lo que hace particularmente a los
tacones de Su Majestad Imperial, son cuando menos un drurr más bajos que cualesquiera 
otros de su corte  -el drurr es una medida que viene a valer la decimoquinta parte de una 
pulgada-. La animosidad entre estos dos partidos ha llegado a tal punto, que los
pertenecientes a uno no quieren comer ni beber ni hablar con los del otro. Calculamos que 
los Tramocksan, o tacones-altos, nos exceden en numero; pero la fuerza está por completo 
de nuestro lado. Nosotros nos sospechamos que Su Alteza Imperial, el heredero de la
corona, se inclina algo hacia los tacones-altos; al menos, vemos claramente que uno de sus 
tacones es más alto que el otro, lo que le produce cierta cojera al andar. Por si fuera poco, 
en medio de estas querellas intestinas, nos amenaza con una invasión la isla de Blefuscu,
que es el otro gran imperio del universo, casi tan extenso y poderoso como este de Su
Majestad. Porque en cuanto a lo que os hemos oído afirmar acerca de existir otros reinos y 
estados en el mundo habitados por criaturas humanas tan grandes como vos, nuestros
filósofos lo ponen muy en duda y se inclinan más bien a creer que caísteis de la Luna o de 
alguna estrella, pues es evidente que un centenar de mortales de vuestra corpulencia
destruirían en poco tiempo todos los frutos y ganados de los dominios de Su Majestad. Por 
otra parte, nuestras historias de hace seis mil lunas no mencionan otras regiones que los dos 
grandes imperios de Liliput o Blefuscu, grandes potencias que, como iba a deciros, están
empeñadas en encarnizadísima guerra desde hace treinta y seis lunas. Empezó con la
siguiente ocasión: Todo el mundo reconoce que el modo primitivo de partir huevos para
comérselos era cascarlos por el extremo  más ancho; pero el abuelo de su actual Majestad, 
siendo niño, fue a comer un huevo, y, partiéndolo según la vieja costumbre, le avino
cortarse un dedo. Inmediatamente el emperador, su padre, publicó un edicto mandando a
todos sus súbditos que, bajo penas  severísimas, cascasen los huevos por el extremo más 
estrecho. El pueblo recibió tan enorme pesadumbre con esta ley, que nuestras historias
cuentan que han estallado seis revoluciones por ese motivo, en las cuales un emperador
perdió la vida y otro la corona. Estas conmociones civiles fueron constantemente
fomentadas por los monarcas de Blefuscu, y cuando eran sofocadas, los desterrados huían
siempre a aquel imperio en busca de refugio. Se ha calculado que, en distintos períodos,
once mil personas han preferido la muerte a cascar los huevos por el extremo más estrecho. 
Se han publicado muchos cientos de grandesvolúmenes sobre esta controversia; pero los
libros de los anchoextremistas han estado prohibidos mucho tiempo, y todo el partido,
incapacitado por la ley para disfrutar empleos. Durante el curso de estos desórdenes, los
emperadores de Blefuscu se quejaron frecuentemente por medio de sus embajadores,
acusándonos de provocar un cisma en la religión por contravenir una doctrina fundamental
de nuestro gran profeta Lustrog, contenida en el capítulo cuadragésimocuarto del
Blundecral  -que es su Alcorán-. No obstante, esto se tiene por un mero retorcimiento del
texto, porque las palabras son éstas: «Que todo creyente verdadero casque los huevos por el 
extremo conveniente.
Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver,http://www.uchile.cl/revistas/autor/swift/gulliver.pdf,seleccionado por Daniel Carrasco Carril, segundo de bachillerato, curso 2015-2016.

el primo de Basilio, Eça de Queiroz

Era una tristeza secreta de Jorge no tener un hijo. ¡Lo deseaba tanto! Todavía soltero, en vísperas de su casamiento ya soñaba con aquella felicidad: ¡Su hijo! Lo veia de muy varias maneras: ó andando á gatas con sus piernecitas bermejas llenas de roscas y los cabellos rizados, finos, como hilos de seda; ó ya muchacho saliendo de la escuela con los libros bajo el brazo, con el rostro alegre, corriendo á mostrarle sus notas; ó todavía mejor: una niña blanca y rubia, con dos largas trenzas, viniendo hacia él sonriente, con los brazos abiertos, á posarle las manos en sus cabellos }- a grises... A veces sentía miedo de morir sin haber gustado aquella felicidad. Sebastián y Jorge guardaban silencio. En la sala la voz aguda de Ernesto peroraba. Después de un momento Luisa volvió á comenzar la Mandolinata con un brío jovial. La puerta del despacho se abrió para dar paso á Julián: —¿Qué están ustedes conspirando? Vengo á decirles adiós. Me voy, que ya es tarde. Hasta la vuelta» Jorge. De buena gana me iría contigo á respirar aires puros y ver campos... pero.. Sonrió con amargura. — Adiós, adiós. Jorge salió á alumbrarle hasta el descanso de la escalera. —Si quieres alguna cosa del Alentejo...Julián se püso el sombrero.—Nada, que lleves buen viaje. Dame un cigarro por despedida. Mejor será que me dés dos. —Llévate la caja. Yo cuando viajo sólo fumo en pipa. iLlévate la caja, hombre! Entró en el despacho y volvió con ella envuelta en un Diario de Noticias. Julián metiósela bajo el brazo y descendió las escaleras. Desde abajo gritó: —A ver si descubres una mina de oro. Jorge y Sebastián entraron en la sala. Ernesto, de pie, á un lado del piano se retorcía el bigote. Luisa preludiaba un vals de Strauss. Jorge exclamó riendo y extendiendo los brazos. —Doña Felicidad, un vals.(...)

Queiroz , Eça de http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080011043_C/1080011043_T1/1080011043.PDF. seleccionado por Paola Moreno Díaz, segundo de bachillerato, curso 2015-2016.

Stendhal, La cartuja de Parma


Capítulo 14.
Mientras Fabricio se dedicaba a la caza del
amor en un pueblecillo cercano a Parma, el
fiscal general Rassi, que no le sabía tan cerca
de él, continuaba llevando su asunto como si
se tratara de un liberal; aparentó no poder
encontrar testigos de descargo, o más bien
los intimidó. Por fin, después de un trabajo
muy estudiado que duró cerca de un año, y
pasados dos meses del último retorno de Fabricio
a Bolonia, un viernes, la marquesa Raversi,
loca de alegría, dijo públicamente en su
salón que, al día siguiente, sería presentada a
la firma del príncipe y aprobada por éste la
sentencia que acababa de ser pronunciada,
hacía una hora, contra el joven Del Dongo. A
los pocos minutos, supo la duquesa estas
palabras de su enemiga.
«¡Muy mal servido tiene que estar el conde
por sus agentes! -se dijo-. Todavía esta mañana
creía que la sentencia no se Podría pronunciar
antes de ocho días. Acaso no le dis-
gustaría alejar de Parma a mi joven gran vicario;
pero -añadió cantando-, ya volvería, y
algún día será nuestro arzobispo.» La duquesa
llamó.
-Reúna a todos los criados en la sala de
espera -dijo a su mayordomo-, incluso a los
cocineros. Vaya a pedir al comandante de la
plaza el permiso necesario para disponer de
cuatro caballos de posta, y que antes de media
hora estén aquí enganchados a mi landó.
Todas las mujeres de la casa se aplicaron
a hacer baúles. La duquesa se vistió a toda
prisa un atavío de viaje, todo ello sin comunicar
nada al conde; la idea de burlarse de él la
entusiasmaba.
-Amigos míos -dijo a los domésticos congregados-,
acabo de saber que mi pobre sobrino
va a ser condenado en rebeldía por
haber tenido la audacia de defender su vida
contra un frenético, contra ese Giletti que
quería matarle. Todos vosotros habéis podido
ver lo dulce e inofensivo del carácter de Fabricio.
Justamente indignada por esta injuria
atroz, me traslado a Florencia. Dejo a cada
uno de vosotros su soldada durante diez
años; si os veis apurados, escribidme, y
mientras yo tenga un cequí, siempre habrá
algo para vosotros.

Stendhal, La cartuja de Parma, http://www.biblioteca.org.ar/libros/155120.pdf
Seleccionado por Laura Agustín Críspulo, Segundo de Bachillerato, curso 2015-2016

Madame Bovary, Gustave Flaubert



Su mujer, en otro tiempo, había estado loca por él; lo había amado con mil servilismos, que le apartaron todavía más de ella.
 En otra época jovial, expansiva y tan enamorada, se había vuelto, al envejecer, como el vino destapado que se convierte en vinagre, de humor difícil, chillona y nerviosa. ¡Había sufrido tanto, sin quejarse, al principio, cuando le veía correr detrás de todas las mozas del pueblo y regresar de noche de veinte lugares de perdición, hastiado y apestando a vino! Después, su orgullo se había rebelado. Entonces se calló tragándose la rabia en un estoicismo mudo que guardó hasta su muerte.
 Siempre andaba de compras y de negocios. Iba a visitar a los procuradores, al presidente de la audiencia, recordaba el vencimiento de las letras, obtenía aplazamientos, y en casa planchaba, cosía, lavaba, vigilaba los obreros, pagaba las cuentas, mientras que, sin preocuparse de nada, el señor, continuamente embotado en una somnolencia gruñona de la que no se despertaba más que para decirle cosas desagradables, permanecía fumando al lado del fuego, escupiendo en las cenizas.
 Cuando tuvo un niño, hubo que buscarle una nodriza. Vuelto a casa, el crío fue mimado como un príncipe. Su madre lo alimentaba con golosinas; su padre le dejaba corretear descalzo, y para dárselas de filósofo, decía que incluso podía muy bien ir completamente desnudo, como las crías de los animales. 
  Gustave Flaubert, Madame Bovary                                                                            http://www.dominiopublico.es/libros/F/Gustave_Flaubert/Gustave%20Flaubert%20-%20Madame%20Bovary.pdf. Seleccionado por Julia Mateos Gutiérrez, segundo de bachillerato, curso 2015-2016.

Libro de las canciones, Henrich Heine

VII

PREGUNTAS

El el mar, en el yermo, nocturno mar,
hay un muchacho joven,
el pecho lleno de pena, la cabeza llena de dudas,
y con sombríos labios pregunta a las olas.
"Oh aclaradme el enigma de la vida,
el tormentoso enigma primigenio,
sobre el que algunas cabezas han cavilado,
cabezas en gorras de jeroglíficos,
cabezas en turbante y negro birrete,
cabezas de pelucas y miles otras
pobres, sudorosas cabezas de hombres-
dime ¿qué significa el hombre?
¿De dónde ha venido? ¿A dónde va?
¿Quién vive allí arriba en la áureas estrellas?"
Murmuran las olas su eterno murmullo,
sopla el viento, huyen las nubes,
guiñan las estrellas, indiferentes y frías,
y un loco espera la respuesta.


Henrich Heine, Libro de las canciones, www.alejandriadigital.com/wp-content/uploads/2015/12/Heine-Libro-de-las-canciones.pdf
Seleccionado por Clara Fuentes Gómez, Segundo de Bachillerato. Curso 2015-2016.

Werther, J.W. Goethe


26 de mayo  
Tú conoces, hace mucho tiempo, mi modo de arreglarme; sabes cómo me gusta alistar una cabaña en un sitio aislado donde pueda vivir con gran simplicidad. ¡Pues bien! Sabrás que he encontrado en este lugar un rinconcito seductor. Como a una legua de la ciudad, se tiende una campiña  llamada Wahlheim. Situado en la cima de una colina, la vista del pueblo es muy pintoresca. Al subir el camino que lleva a él, se ve todo el valle con una sola mirada. Una mujer buena y servicial, ágil para su edad, tiene ahí una taberna o expendio de bebidas y se sirve café, vino y cerveza. Lo que llama la atención son dos tilos soberbios de ramas abundantes, que dan sombra a la plazuela de la igual, cuyo recinto lo cierran casas, pajares y corrales. Con dificultad se encontraría en otra parte un sitio más propicio para mis gustos: me hago traer una mesita y una silla; tomo mi café y leo mi Homero. La primera vez que la casualidad me llevó a este sitio era una tarde magnífica; encontré el lugar solo porque todo el vecindario estaba en el campo y sólo vi a un niño, como de cuatro años, que sentado en el suelo sostenía en sus piernas a otro niño de meses, sentado también, al que pegaba a su pecho con los brazos. A pesar de la vivacidad que brillaba en sus ojos negros, estaba muy quieto. Esta vista me encantó; me senté sobre un arado frente a ellos, tomé mis lápices y empecé a 
dibujar este cuadro fraternal con indescriptible placer; agregué un seto, la puerta de una granja, una rueda rota de carro y algunos otros aperos de labranza mezclados entre sí con poca claridad.  

Después de una hora encontré que había hecho un dibujo bien entendido, un cuadro muy interesante, sin haberlo pensado ni haber puesto nada de mi parte. Esto me confirmó en mi propósito de no atenerme más que a la naturaleza misma, porque ella sola es la que tiene riquezas inagotables y la que forma los verdaderos y grandes artistas. Mucho puede decirse a favor de las reglas y preceptos del arte, y más o menos lo mismo que puede decirse para alabar las leyes sociales. Un hombre que se conforma y atiene a ellas con rigor no 
produce nunca nada carente de sentido o positivamente malo, lo mismo que aquel que se conduce con arreglo a las leyes y a lo que exigen las conveniencias sociales no será nunca un mal vecino ni un insigne 
malvado; pero tampoco producirá nada notable, porque sin importar lo que se diga, toda regla, todo precepto, es una especie de traba que sofocará el sentimiento real de la naturaleza, hará estéril el verdadero 
genio y le quitará su verdadera expresión. Me dirás que tiene esto mucha fuerza. Pues bien, yo te diré que lo que hace la regla es podar las ramas chuponas, impedir que crezcan y se expandan. Escucha una 
comparación; sucede con esto como con el amor: un joven con el corazón virgen y sensible se apasiona por una joven amable y bonita; pasa todo el tiempo junto a ella; prodiga su fortuna; hace uso de todas 
sus capacidades para probarle en todo momento que es suyo del todo sin la menor reserva, y he aquí que se cruza un inoportuno revestido con el carácter de un ministerio público con su traje oficial y le dice “caballerito, amar es de hombres; ama, pues, pero ama como un hombre; arregla tus horas del día; consagra unas al estudio, al trabajo, y otras a tu ídolo; haz un cálculo preciso de tus rentas, de cuánto será lo superfluo que te quede después de haber cubierto todo lo necesario. No te prohíbo le hagas algunos regalos, pero raras veces y en épocas mismas, como el día de su santo”.  

Si nuestro joven se conforma con seguir las indicaciones del entrometido, llegará a ser personaje muy útil y yo sería el primero en aconsejar a todo príncipe que lo colocara en algún ministerio; pero en lo que respecta a su amor, pronto habría huido, ¡y no digo menos de su talento si era artista! ¡Oh, amigos míos! ¿Por qué desbordan tan rara vez sus olas impetuosas sus almas deslumbradas? Esto se debe a que en las dos orillas habita gente grave y reflexiva, cuyas quintas y casas de descanso, sus cuadros de tulipanes y sus huertos, se veían inundados, arruinados, destruidos; y éstos producen personajes con un gran cuidado de construir diques y presas, de hacer sangrías al torrente, para que el peligro constante desaparezca.  


Johann Wolfgang von Goethe, Werther, taller-palabras.com/Datos/Cuentos_Bibliotec/ebooks/Las%20%20penas%20del%20joven%20Werther.pdf
Seleccionado por Clara Fuentes Gómez, Segundo de Bachillerato. Curso 2015-2016.


La importancia de llamarse Ernesto, Oscar Wilde

        GRESFORD. - Entonces, ¿qué me aconseja usted? No necesito decirle que estoy dispuesto a todo con tal de hacer la felicidad de Susana.
        LADY BRACKNELL.- Pues le aconsejo, míster Gresford, que trate de adquirir lo antes posible algunos parientes presentables, y que haga un último esfuerzo para descubrir a su padre o a su madre - con uno basta- antes de que termine la estación.
        GRESFORD.- Pues no sé cómo me las voy a arreglar. Yo. lo que puedo presentar en todo momento es la maleta. Encima de un ropero la tengo. Y me parece que podría usted muy bien darse por satisfecha, lady Bracknell.
        LADY BRACKNELL.- ¿Darme por satisfecha? ¿Qué está usted diciendo? ¡Supongo que no tendrá usted la pretensión de que vayamos a consentir en que nuestra hija única, educada con el mayor esmero, contraiga matrimonio con un equipaje! ¡Usted lo pase bien, míster Gresford! (Sale con una majestuosa indignación.
        GRESFORD.- ¡A los pies de usted! (ARCHIBALDO, desde la habitación contigua, empieza a tocar la marcha nupcial.) ¡Por amor de Dios, ten la bondad de no tocar ese aire fúnebre! ¡Cuidado que eres estúpido! (Cesa la música y aparece ARCHIBALDO, muy regocijado.)
         ARCHIBALDO.- Qué, ¿no salió todo a gusto tuyo, eh? ¿Te dijo que no Susana? ¡Me lo figuraba!                                    GRESFORD.- ¡Oh, con Susana va como una seda! Su madre es la que es absolutamente insoportable. En mi vida he encontrado una gorgona semejante. No estoy seguro de cómo son las gorgonas; pero no me cabe duda de que lady Bracknell es una. Por lo menos es un monstruosin ser un mito; lo que no está nada bien... ¡Dispensa, chico, no recordaba que era tu tía!...
         ARCHIBALDO.- No, no. Si a mí me encanta oír hablar mal de mis parientes. Es lo único que me ayuda a soportarlos. Los parientes son un hatajo de gente absurda, que no tiene la más remota idea de cómo se debe vivir, ni el más leve instinto de cuándo deben morirse. 
        GRESFORD.- ¡Eso es una tontería!
        ARCHIBALDO.- ¡No lo es!




Wilde,Oscar , La importancia de llamarse Ernesto, http://www.moreliain.com/secciones/CULTYTRAD/libros/Oscar%20Wilde%20-%20La%20Importancia%20de%20llamarse%20Ernesto.pdf,
Seleccionado por Paola Moreno Díaz , Segundo de Bachillerato, Curso 2015-2016.