Cuando al valle fragoso de Lacedemonia llegaron,
a la casa del rey Menelao dirigiénrose, y viéronlo,
entre muchos parientes en pleno festín de los dobles
desposorios perfectos de su hijo y de su hija; a ella enviaba
para el hijo de Aquiles, aquel que secciones rompía,
porque en Troya acordó y prometió tiempo atrás concedérsela,
y los dioses eternos ahora las nupcias cumplían.
Así. pues, con su carro y caballos, se la enviaría
al monarca de los mirmidones, el pueblo famoso.
Ya él había elegido en Esparta a una hija de Aléctor
y con ella casó a Megapentes el fuerte, su hijo,
de una esclava nacido, que a Helena negaron los dioses
otros hijos después de alumbrada una hija amorosa,
con la misma belleza de la áurea Afrodita: Hermíone.
Bajo los altos techos, parientes y amigos del noble
Menelao, en la excelsa mansión, el festín celebraban
deleitándose, y luego un hado divino cantaba
y pulsaba la cítara y dos saltadores danzaban
al compás de su canto y saltaban en medio de todos.
A la puerta sus bravos corceles los dos detuvieron,
el magnífico hijo de Néstor y el héroe Telémaco.
El ilustre Eteoneo, el veloz servidor del glorioso
Menelao los vio al punto en que iba a salir de la casa.
Y a la casa volvió, a dar la nueva al pastor de los hombres,
y, llegado ante el rey, pronunció estas palabras aladas:
-¡Menelao, descendiente de Zeus! Han llegado dos héroes
a esta casa, en los cuales la estirpe de Zeus se adivina.
Dime, pues, si hemos de desuncir sus veloces corceles,
o enviarlos a donde les den acogida, a otra casa.
Homero, La Odisea, Madrid, Planeta, Historia de la Literatura, 1995, páginas 48 y 49.
Seleccionado por Delia Marinela Bulau, Primero de Bachillerato, Curso 2015-2016.
Así. pues, con su carro y caballos, se la enviaría
al monarca de los mirmidones, el pueblo famoso.
Ya él había elegido en Esparta a una hija de Aléctor
y con ella casó a Megapentes el fuerte, su hijo,
de una esclava nacido, que a Helena negaron los dioses
otros hijos después de alumbrada una hija amorosa,
con la misma belleza de la áurea Afrodita: Hermíone.
Bajo los altos techos, parientes y amigos del noble
Menelao, en la excelsa mansión, el festín celebraban
deleitándose, y luego un hado divino cantaba
y pulsaba la cítara y dos saltadores danzaban
al compás de su canto y saltaban en medio de todos.
A la puerta sus bravos corceles los dos detuvieron,
el magnífico hijo de Néstor y el héroe Telémaco.
El ilustre Eteoneo, el veloz servidor del glorioso
Menelao los vio al punto en que iba a salir de la casa.
Y a la casa volvió, a dar la nueva al pastor de los hombres,
y, llegado ante el rey, pronunció estas palabras aladas:
-¡Menelao, descendiente de Zeus! Han llegado dos héroes
a esta casa, en los cuales la estirpe de Zeus se adivina.
Dime, pues, si hemos de desuncir sus veloces corceles,
o enviarlos a donde les den acogida, a otra casa.
Homero, La Odisea, Madrid, Planeta, Historia de la Literatura, 1995, páginas 48 y 49.
Seleccionado por Delia Marinela Bulau, Primero de Bachillerato, Curso 2015-2016.