jueves, 10 de noviembre de 2011

Divina Comedia, Dante Alighieri

CANTO IV

"Cuando al águila puso Constantino
contra el curso del cielo, que ya anduvo
tras el que unió a Lavinia su destino,
ante Dios, de Europa en la frontera,
cerca del monte en el que en el nido tuvo;
bajo el sacro plumaje, hizo que fuera
el gobierno imperial de mano en mano
y que, al cambiar, la mía lo tuviera.
César he sido: yo soy Justiniano,
que, por querer del primo amor que siento,
quité a la ley las sobras y lo vano.
Y antes de estar a tal trabajo atento,
que hay en Cristo, no más, una natura
creía, y con tal fe estaba contento;
más el santo Agapito, por ventura,
que fue sumo pastor, a la correcta
fe me llevó con su palabra pura.
Yo le creí, y aquella fe perfecta
veo tan clara como ve tu mente
toda cotradicción errada y corecta.
Ya al paso con la Iglesia, prontamente
Dios me inspiró que fuera el operario
del gran trabajo, al que me di obediente;
las armas entreguéa mi Belisario
al que el brazo del cielo estuvo unido
mostrando mi descanso necesario."

Dante, Divina Comedia. Página 427. Barcelona; año 1995. Editorial Planeta, S.A. Seleccionado por Javier Muñoz Castaño. Curso 2011-2012, segundo de Bachillerato

Las mil y una noches, "Noches 86 y 87"

Así pues, llegada la noche y a instancias de su hermana. Shahrasad reanudó el relato:
Cuentan, majestad, que, de acuerdo con lo que Gafar siguió contando al califa Harún Arrashid, Shamsaddín ordenó al jorobado que abandonara el lugar.
-¿Creéis que estoy loco? -gritó-. Yo no me muevo de aquí hasta que haya salido el sol. Ayer, cuando vine a hacer mis necesidades, me salió un gato negro que, en un santiamén, adquirió el tamaño de un búfalo y me dio muy precisas instrucciones acerca de cómo me debía comportar. De modo que, dejadme solo, y que sea lo que Dios quiera. ¡Maldita novia!
Pero el anciano visir Shamsaddín sacó al palafrenero del retrete.
Y śte se dirigió directamente al palacio para contar a su majestad el sultán las peripecias que había vivido con el genio, Por su parte, Shamsaddín, enormemente desconcertado y sin entender la situación, regresó a la habitación donde había dejado a su hija y le pidió que le contara todo lo que había ocurrido.
-No hay nada que contar, padre. Sencillmente, ayer las sirvientas me presentaron a un apuesto joven que ha pasado la noche conmigo. Aquí en esta silla, dejó su turbante y sus enseres personales, y, debajo de la cama, está su ropa. Por cierto, en el turbante hay algo envuelto que no sé qué es.
El visir tomó cuidadosamente el turbante de Badraddín Hasan y, al observar que se trataba de una lujose prenda, exclamó: . Y lo examinó detenidamente, descubriendo, al darle la vuelta, que llevaba un lujoso forro en el que se había cosido un pliegue de papel sellado. Acto seguido, cogió los zaragüelles, donde encontró la bolsa con los mil dinares y la hoja que rezaba: < El infrascrito, Bradaddín Hasan de Basora, ha vendido al judío Isaac el cargamento del primer barco que llegue a puerto por mil dinares, cantidad que ha cobrado por adelantado>. A Shamsaddín no se le escapó el hecho de que el joven que había poseído a su hija aquella noche era su mismísimo sobrino, hijo de su hermano Nuraddín. Y, a causa de la emoción desmayó.
La luz del alba sorprendió a Shahrasad y ella dejó de hablar.
<¡Qué historia tan maravillosa!>, exclamó su hermana Dinarsad.
afirmó Shahrasad.
Así pues, llegada la noche y a instancias de su hermana, Shahrasad reanudó el relato:
Cuentan, majestad, que, de acuerdo con lo que Gafar siguió contando al califa Harún Arrashid, al recuperarse de su pérdida de conocimiento, Shamsaddín cogió el papel plegado y sellado que estaba cosido en el turbante y se dispuso a leerlo. Huelga decir que su sorpresa fue mayúscula al descubrir que el papel contenía un mensaje de su hermano Nuraddín, escrito de su propio puño y letra.
-Hija mía ¿ sabes quién es el joven que te ha poseído?- le preguntó con manifiesta alegría-. Pues es tu primo, el hijo de mi hermano Nuraddín, y estos mil dinares constituyen tu dote nupcial.
En verdad Dios-alabado sea- es Todopoderoso, gracias a su decreto, lo que fue motivo de disgusto entre tu tío y yo se ha hecho realidad. Ya me gustaría saber cómo ha podido ocurrir.
Y, con los ojos estupefactos, siguió contemplando el papel. Ahora descubrió la fecha exacta en que su hermano lo había redactado, lo besó reiteradamente y, con una profunda añoranza hacia su hermano, recitó:

Al ver vuestras huellas, os añoro,
y me deshago en lágrimas.

Y pido a Quien de vos me separó
que me permita el reencuentro.

Al leer el mensaje entero que contenía el papel pudo conocer la fecha exacta de la llegada de Nuraddín a Basora, la fecha de su boda con la hija del visir de aquella ciudad, la fecha del nacimiento de Badraddín y la fecha en que Nuraddín murió.
El anciano visir Shamsaddín comparó los acontecimientos que había vivido su hermano con los que había vivido él mismo: las fechas de sus respectivas bodas y el nacimiento de sus hijos coincidían sorprendentemente, y, además, su sobrino había ya poseído a su hija. Ante tantas casualidades, no pudo evitar coger el papel y la bolsa con los mil dinares y dirigirse al sultán para contarle lo sucedido.El soberano encontró tan extraordinarios aquellos acontecimientos que ordenó que fueran escritos en los anales del reino.
A partir de aquel momento, el anciano visir Shamsaddín sólo tuvo un ansia: conocer a su sobrino. Pero la espera se prolongó un día, y otro, y, transcurrida una semana sin saber nada de él, tomó la firme resolución de hacer algo que seguramente nadie había hecho jamás. Cogió tinta y papel y procedió a hacer el inventario de todos los enseres de la habitación nupcial, especificando su situación exacta, y guardó en lugar aparte los
zaragüelles, el turbante y la bolsa.
La luz del alba sorprendió a Shahrasad y ella dejó de hablar
, exclamó su hermana Dinarsad.




Las mil y una noches, Barcelona, año 1998, Ediciones Destino, col. Áncora y Delfín, vol. 826, págs. 224-226. Seleccionado por Olga Domínguez Martín, segundo de bachillerato, curso 2011-2012.

Las mil y una noches, "Noche 182".

Llegada la noche, Dinasard pidió a su hermana Shahrasad que, si no tenía sueño, les siguiera contando la historia para pasar más agradablemente la velada. Y Shahrasad accedió encantada: Cuentan, majestad, que Abulhasan y la sirvienta emprendieron camino en dirección a la casa de Nuraddín Alí ben Bakkar. La sirvienta permaneció de pie ante la puerta mientras él entraba para anunciar a su amigo la visita.
-¿Qué te trae por aquí? -preguntó Nuraddín Alí nada más ver entrar a su amigo Abulhasan.
-No te preocupes -respondió abulhasan, guiñándole un ojo-.
Un amigo tuyo ha enviado a su sirvienta con una carta en la que, según parece, expresa su añoranza y te explica los motivos de su tardanza en visitarte. ¿Puedes, pues, darle permiso para que pase?
-Por supuesto -asintió Nuraddín Alí ben Bakkar, dándo órdenes a uno de los sirvientes de que la hiciera pasar.
Nuraddín Alí se alegró enormemente de ver a la sirvienta de Shamsannahar y, guiñándole también un ojo para disimular ante los sirvientes, le preguntó:
-¿Cómo se encuentra vuestro amo, Dios le depare salud y bienestar?
La mujer le entregó la carta, que él cogió ilusionado, la besó y, alargándola a Abulhasan, le pidió que se la leyera. Decía así:

En el Nombre de Dios Excelso,

Pregunta al que mis noticias te trae,
y que en sus palabras puedas verme,

Al partir, me dejaste el corazón en ascuas
y los ojos en permanente vigilia.

Sólo me quedan paciencia y resignación,
y siempre reinarás en mis pensamientos.

Mirándote el cuerpo, consumido de deseo,
sabrás cómo el fuego del amor devora el mío.

Amor mío, si no hubiera sido por el irrefrenable deseo de comunicarte cómo me encuentro, qué sufrimiento me causa tu ausencia y el grado de mi añoranza, no me hubiera atrevido a pronunciar una palabra ni a escribir una sola línea. Pero quería abrirte completamente mi corazón, anunciarte mis penas físicas y sentimentales, pues si pudieras verme, ello te bastaría. En otras palabras, quiero decirte que mis ojos no encuentran descanso, que mis pensamientos únicamente tú existes, que tengo el corazón destrozado y que mi alma sufre amargamente. Tanto llego a sufrir que tengo la impresión de que no he vivido nunca un momento feliz, de que nunca he conocido la tranquilidad y de que he estado siempre abandonada. Ojalá pudiera llorar siempre ante quien comparte mis lamentos y mis lágrimas, y ante mis quejas comprende. Por eso te dedico estos versos:

De tu compañía no puedo disfrutar,
no conozco alegría, lejos de ti.

El destino nos ha separado,
y mis lágrimas por ti derramo.

Que Dios Excelso nos una de nuevo, como a todos los amantes. Pero mientras ese momento no llega, escríbeme unas palabras de consuelo. Y tú sé paciente, Hasta que Dios Todopoderoso tenga a bien facilitar nuestra tan deseada unión. Saludos a Abulhasan.

A Abulhasan la carta le carta le pareció escrita con tanto sentimiento que le conmovió profundamente y a punto estuvo de relevar en voz alta el contenido de la misma.
-Quien has escrito esta carta -dijo a su amigo Nuraddín Alí ben Bakkar- se ha excedido en delicadeza y afección. Se merece una pronta y adecuada respuesta.
-Pero ¿qué podré yo decirle? -replicó Nuraddín Alí ben Bakkar, intentando vencer su debilidad-. ¿Con qué voz puedo yo lamentarme y con qué mano puedo agarrar la pluma si cada momento que pasa mi sufrimiento se agrava?
No obstante, Nuraddín Alí ben Bakkar se incorporó y cogió una hoja de papel.
La luz del alba sorprendió a Shahrasad y ella dejó de hablar.
"¡Es un historia escelente!", exclamó su hermana Dinasard. "Pues lo que os contaré la próxima noche, si el rey me deja vivir, es mucho más extraordinario aún", dijo Shahrasad.

Las mil y una noches, Barcelona, ed. Ediciones Destino, año 1998, págs. 388-390. Seleccionado por Luis Francisco Galindo Cano, segundo de Bachillerato, curso 2011-2012.