Así pues, llegada la noche y a instancias de su hermana. Shahrasad reanudó el relato:
Cuentan, majestad, que, de acuerdo con lo que Gafar siguió contando al califa Harún Arrashid, Shamsaddín ordenó al jorobado que abandonara el lugar.
-¿Creéis que estoy loco? -gritó-. Yo no me muevo de aquí hasta que haya salido el sol. Ayer, cuando vine a hacer mis necesidades, me salió un gato negro que, en un santiamén, adquirió el tamaño de un búfalo y me dio muy precisas instrucciones acerca de cómo me debía comportar. De modo que, dejadme solo, y que sea lo que Dios quiera. ¡Maldita novia!
Pero el anciano visir Shamsaddín sacó al palafrenero del retrete.
Y śte se dirigió directamente al palacio para contar a su majestad el sultán las peripecias que había vivido con el genio, Por su parte, Shamsaddín, enormemente desconcertado y sin entender la situación, regresó a la habitación donde había dejado a su hija y le pidió que le contara todo lo que había ocurrido.
-No hay nada que contar, padre. Sencillmente, ayer las sirvientas me presentaron a un apuesto joven que ha pasado la noche conmigo. Aquí en esta silla, dejó su turbante y sus enseres personales, y, debajo de la cama, está su ropa. Por cierto, en el turbante hay algo envuelto que no sé qué es.
El visir tomó cuidadosamente el turbante de Badraddín Hasan y, al observar que se trataba de una lujose prenda, exclamó: . Y lo examinó detenidamente, descubriendo, al darle la vuelta, que llevaba un lujoso forro en el que se había cosido un pliegue de papel sellado. Acto seguido, cogió los zaragüelles, donde encontró la bolsa con los mil dinares y la hoja que rezaba: < El infrascrito, Bradaddín Hasan de Basora, ha vendido al judío Isaac el cargamento del primer barco que llegue a puerto por mil dinares, cantidad que ha cobrado por adelantado>. A Shamsaddín no se le escapó el hecho de que el joven que había poseído a su hija aquella noche era su mismísimo sobrino, hijo de su hermano Nuraddín. Y, a causa de la emoción desmayó.
La luz del alba sorprendió a Shahrasad y ella dejó de hablar.
<¡Qué historia tan maravillosa!>, exclamó su hermana Dinarsad.
Así pues, llegada la noche y a instancias de su hermana, Shahrasad reanudó el relato:
Cuentan, majestad, que, de acuerdo con lo que Gafar siguió contando al califa Harún Arrashid, al recuperarse de su pérdida de conocimiento, Shamsaddín cogió el papel plegado y sellado que estaba cosido en el turbante y se dispuso a leerlo. Huelga decir que su sorpresa fue mayúscula al descubrir que el papel contenía un mensaje de su hermano Nuraddín, escrito de su propio puño y letra.
-Hija mía ¿ sabes quién es el joven que te ha poseído?- le preguntó con manifiesta alegría-. Pues es tu primo, el hijo de mi hermano Nuraddín, y estos mil dinares constituyen tu dote nupcial.
En verdad Dios-alabado sea- es Todopoderoso, gracias a su decreto, lo que fue motivo de disgusto entre tu tío y yo se ha hecho realidad. Ya me gustaría saber cómo ha podido ocurrir.
Y, con los ojos estupefactos, siguió contemplando el papel. Ahora descubrió la fecha exacta en que su hermano lo había redactado, lo besó reiteradamente y, con una profunda añoranza hacia su hermano, recitó:
Al ver vuestras huellas, os añoro,
y me deshago en lágrimas.
Y pido a Quien de vos me separó
que me permita el reencuentro.
Al leer el mensaje entero que contenía el papel pudo conocer la fecha exacta de la llegada de Nuraddín a Basora, la fecha de su boda con la hija del visir de aquella ciudad, la fecha del nacimiento de Badraddín y la fecha en que Nuraddín murió.
El anciano visir Shamsaddín comparó los acontecimientos que había vivido su hermano con los que había vivido él mismo: las fechas de sus respectivas bodas y el nacimiento de sus hijos coincidían sorprendentemente, y, además, su sobrino había ya poseído a su hija. Ante tantas casualidades, no pudo evitar coger el papel y la bolsa con los mil dinares y dirigirse al sultán para contarle lo sucedido.El soberano encontró tan extraordinarios aquellos acontecimientos que ordenó que fueran escritos en los anales del reino.
A partir de aquel momento, el anciano visir Shamsaddín sólo tuvo un ansia: conocer a su sobrino. Pero la espera se prolongó un día, y otro, y, transcurrida una semana sin saber nada de él, tomó la firme resolución de hacer algo que seguramente nadie había hecho jamás. Cogió tinta y papel y procedió a hacer el inventario de todos los enseres de la habitación nupcial, especificando su situación exacta, y guardó en lugar aparte los
zaragüelles, el turbante y la bolsa.
La luz del alba sorprendió a Shahrasad y ella dejó de hablar
, exclamó su hermana Dinarsad.
Las mil y una noches, Barcelona, año 1998, Ediciones Destino, col. Áncora y Delfín, vol. 826, págs. 224-226. Seleccionado por Olga Domínguez Martín, segundo de bachillerato, curso 2011-2012.