lunes, 3 de noviembre de 2014

Odisea, Homero

                                                      CANTO V  La cueva de Calipso
     De su lecho , dejando a Titón el glorioso, la Aurora levantóse a ofrecerles el día a los dioses y hombres;    y los dioses en junta reuniéronse, y lo presidía Zeus el altitonante, el que tiene poder soberano. De Odiseo contaba Atenea las penas, muy triste al pensar siempre que en su mansión lo tenía la Ninfa.

     - Padre Zeus, y vosotros los dioses felices y eternos, que ningún rey que empuñe su cetro se muestre suave, ni benigno ni blando, ni piense en las cosas más justas, ya que nadie a Odiseo divino recuerda entre aquellos ciudadanos a quienes regía como un tierno padre. Hállase en una isla sufriendo terribles trabajos con la ninfa Calipso, en su casa, que allí lo retiene a la fuerza, y no  puede volver a su tierra paterna, pues carece de naves remeras y de hombres que puedan conducirlo a través de la espalda anchurosa del ponto. Y ahora quieren matar a su hijo amadísimo, cuando a su casa regrese; queriendo saber de su padre se fue a Lacedemonia divina y a Pilos la sacra.

     Y repúsole Zeus, el que nubes reúne, diciendo:
     -¿Qué palabras, oh hija, se van del vallar de tus dientes?¿Es que acaso no has sido tú misma quien ha decretado que a su patria, a vengarse de aquéllos, volviera Odiseo?Con respecto a Telémaco, debe guiarlo discreta, ya que puedes hacerlo, y que llegue sin daño a su patria, y que los pretendientes que van en su nave regresen.



Homero, Odisea, Barcelona, RBA, col.Historia de la literatura, 2000, páginas 75 y 76.
Seleccionado por Lucía Pintor del Mazo. Segundo de bachillerato.Curso 2014-2015

Viaje al centro de la Tierra, Jules Verne


     Salí, de noche, a dar un breve paseo por la orilla del mar. Regresé pronto, me acosté en un lecho de grandes tablas y me dormí profundamente.
     Cuando me desperté, oí a mi tío hablar ininterrumpidamente en la sala contigua. Me levanté en seguida y me apresuré a unirme a él.
     Estaba hablando en danés con un hombre de elevada estatura y de constitución muy vigorosa. Debía tener una fuerza poco común. Sus ojos, alojados en un rostro muy grande y de ingenua expresión, me parecieron muy inteligentes. Eran de un intenso color azul. Su larga cabellera, que hasta en Inglaterra hubiera pasado por rojiza, caía sobre sus atléticos hombros. Era un indígena de movimientos elásticos, pero movía muy poco sus brazos, como si ignorara o desdeñara el lenguaje de los gestos. Todo en él revelaba un temperamento de una calma perfecta, no indolente sino tranquilo. Daba la impresión de ser un hombre que no pedía nada a nadie, que trabajaba a su conveniencia y que, en este mundo, su filosofía le hacía impermeable a la sorpresa y a la turbación.




Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, Madrid, ed. Alianza, col. El libro de Bolsillo, 1998, páginas 93 y 94.
Seleccionado por Laura Tomé Pantrigo. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015.




Ilíada, Homero

                                  CANTO VIII


                  (Se prohíbe la intervención de los dioses)


     Con su velo azafrán se extendió por la tierra la Aurora cuando Zeus que en el rayo se goza reunió a las deleidades en el ágora, sobre la cumbre mayor del Olimpo.
     Y así habló mientras ellas oían atentas sus voces:


     -Escuchadme ahora todos, ¡oh dioses y diosas felices!,
     y os diré lo que mi corazón en el pecho me dicta.
     Que ningún dios ya sea varón, ya sea hembra, se atreva
     a impedir de una forma o de otra las órdenes mías,
     antes bien atacadlas de modo que al punto se cumplan.
     A quien, sin que lo ordene, yo vea alejarse de todos,
     y ayudar a los teucros o bien socorrer a los dánaos
     volverá golpeado de forma afrentosa al Olimpo,
     o bien lo agarraré y lanzaré al oscurísimo Tártaro,
     lejos, en lo más hondo del báratro, bajo la tierra,
     con sus puertas de bronce y sus grandes portones de hierro,
     y tan hondo en el Hades cual sobre la tierra, está el cielo,
     y sabrá entonces que mi poder aventaja al de todos.




Homero, Ilíada, Barcelona, Editorial, Planeta, página 149, 1980.
Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo. Segundo de bachillerato, curso 2014-2015

FRANKENSTEIN, Mery Shelley

   Soy ginebrino de nacimiento, y mi familia es una de las más distinguidas de esta república. Mis  antepasados fueron durante muchos años consejeros y síndicos, y mi padre ocupó diversos cargos públicos con honor y reputación. Fue respetado por todos los que le conocieron por su integridad e infatigable atención a los asuntos públicos. Pasó su juventud dedicado por completo a los asuntos de su país; diversas circunstancias le impidieron casarse a su debido tiempo, y no se convirtió en esposo y padre de familia hasta que no llegó el ocaso de su vida.
     Dado que las circunstancias de su matrimonio son reveladoras de su personalidad, no puedo por menos de relatarlas. Uno de sus más íntimos amigos era un comerciante que, desde una posición floreciente, cayó en la miseria a causa de numerosos infortunios. Este hombre, que se llama Beaufort, era de carácter orgulloso e inflexible, y no podía soportar vivir en la pobreza y el olvido en el mismo lugar donde antes se había distinguido por su categoría y su riqueza. De modo que, una vez pagadas todas sus deudas, se retiró con su hija a la ciudad de Lucerna, donde vivía ignorado en la mayor indigencia. Mi padre quería a Beaufort entrañablemente, y su reclusión en tan infortunadas circunstancias le entristeció mucho.

Mary Shelley, Frankenstein. Barcelona, Vicens vives. Páginas 40, 2006.
Seleccionado por Nuria Muñoz Flores . Segundo de bachillerato, curso 2014/2015



Una pluma de cuervo blanco, Pepe Maestro

     Aquella noche decidieron dormir al raso. Juan pensaba en Orácula, en sus palabras, en el viaje que estaba realizando con su abuelo, en las imágenes que había visto ese día.
     Cuando despertaron, no había rastro de la casa de Orácula. En su lugar se alzaba un majestuosos rosal silvestre de flores blancas. Los pétalos, esparcidos por el viento suave de la mañana, se perdían en el bosque, alfombrando el camino a modo de invitación. 
     -Abuelo, ¿qué ha pasado con la casa?
     -¿De qué casa me hablas? Presiento que has tenido una noche agitada. Será mejor que despiertes. El día nos está esperando.
     -¡Venga ya, abuelo! Dime, ¿dónde está la casa?
     -Debe de ser alguna hierba que se mezclara con la menta la que te ha debido de provocar esos sueños...
     
Pepe Maestro, Una pluma de cuervo blanco, Zaragoza, Ala delta, Página 37 y 38.
Seleccionado por Alain Presentación Muñoz. Segundo de Bachillerato. Curso 2014/2015.

Mujercitas, Louisa May


Capítulo IV


   -Desde luego, estos chiquillos han cogido el sarampión ene el mejor momento-exclamó Meg un día de abril mientras arreglaba su equipaje en la habitación, ayudada por sus hermanas.

   -Y Annie Moffat ha sido muy contenta al no olvidar la promesa que te había hecho. Disfrutaría mucho con quince días de diversión -Comentó Jo, que parecía un ventilador al plegar las faldas con sus largos brazos. 

   -¡ Y con un tiempo tan espléndido! -añadió Beth, colocando cuidadosamente cintas y lazos en su mejor estuche, que había prestado a su hermana para aquella gran ocasión.

  -A mí también me gustaría ir y lucir todo esto -replicó Amy con la boca llena de alfileres, que distribuía ordenadamente en el acerico de su hermana.
  

Louis May, Mujercitas, Torino (Italia), Everest, 2014, página 170.
Seleccionado por: Pablo Galindo Cano. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.

Jane Eyre, Charlotte Brontë




   CAPÍTULO 1


     No fue posible salir a pasear aquel día. La verdad es que por la mañana habíamos estado deambulando entre los desnudos matorrales durante una hora; pero después del almuerzo(la señora Reed comía temprano cuando no tenía visita), un frío viento de invierno trajo consigo nubarrones tan negros y una lluvia tan fuerte, que quedó descartado cualquier otro ejercicio al aire libre.
     Yo me alegré de no salir; nunca me gustaron las largas caminatas, y menos en tardes desapacibles: para mí era algo espantoso regresar a casa en la incipiente hora del crepúsculo, con los dedos de las manos y los pies agarrotado, en corazón entristecido por las reprimendas de Bessie, la niñera, y humillada por la conciencia de mi inferioridad física respecto a Eliza, John y Georgiana Reed.
   Los tres, Eliza, John y Georgiana, se encontraban ahora en el salón agrupados en torno a su madre, la cual, reclina en un sofá junto a la chimenea, parecía completamente feliz rodeada de sus queridos hijos(que en aquellos momentos no se peleaban ni alborotaban). A mí me había dispensado de incorporarme al grupo, afirmado que lamentaba verse obligada a mantenermer a distancia hasta que Bessie le informara y ella pudiera comprobar que me esforzaba seriamente en adquirir modales más sociables y propios de mi edad



         Charlotte Brontë, Jane Eyre, La Coruña, Everest, 2013, página 18. Seleccionado por Guillermo Arjona Fernández. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.

Tragedias, Ifigenia en Áulide, Eurípides


            MENSAJERO. - ¡Oh hija de Tindáreo, Clitemestra, sal fuera de las casas, a fin de que oigas mi relato.
           CLITEMESTRA. - A oír tu llamada he acudido aquí, temerosa, triste y abatida por el espanto de que hayas venido a traerme alguna otra desgracia además de la presente.
           MENSAJERO. - Acerca de tu hija quiero anunciarte hechos asombrosos, y tremendos,
           CLITEMESTRA. - ¡No te demores entonces, sino dilo a toda prisa!
           MENSAJERO. -  Entonces, querida señora, lo sabrás todo con claridad. Lo contaré desde un comienzo, a no ser que mi entendimiento me falle y confunda a mi lengua en mi relato.
            Así que, una vez que llegamos al bosque y a las praderas cargadas de flores consagradas a Ártemis la hija de Zeus, donde era el lugar de reunión del campamento de los aqueos, conduciendo a tu hija, al punto se congregó la multitud de argivos. Y apenas el rey Agamenón vio avanzar a la muchacha a través del bosque sagrado hacia su sacrificio, comenzó a lanzar gemidos, mientras que, a la vez, desviando la cabeza, prorrumpía en lágrimas, extendiendo su manto hasta sus ojos. Pero ella se detuvo al lado de su progenitor y le dijo: "Padre, aquí estoy junto a ti, y mi cuerpo por mi patria y por toda Grecia entrego voluntariamente a los que me conducen al sacrificio en el altar de la diosa, ya que éste es el mandato del oráculo. ¡Y por lo que de mí depende, que seáis felices y consigáis la victoria para nuestras lanzas y el regreso a la tierra patria! Por eso, que ninguno de los argivos me toque, que ofreceré en silencio mi garganta con animoso corazón". Eso fue lo que dijo. Y todo el mundo, al oírla, admiró la magnanimidad y el valor de la muchacha virgen. Alzóse en medio Taltibio, a cuyo oficio esto concernía, y ordenó comportamiento respetuoso y silencio a la tropa. Y el adivino Calcante en el canastillo labrado de oro depositó el puñal afilado, que con su mano había desenvainado, en medio de los granos de cebada; y coronó la cabeza de la joven. Y el hijo de Peleo agarró el canastillo y el cántaro de agua ritual y roció  el altar de la diosa en derredor, y dijo: "Hija de Zeus, tú que cazas animales salvajes, y que en la noche volteas la blanca luz astral, acepta esta víctima que te ofrecemos come regalo el ejército de los aqueos y el soberano Agamenón: la sangre pura de un cuello hermoso y virginal. Y concédenos realizar una navegación indemne y arrasar los muros de Troya por la lanza".

Eurípides, Tragedias: Infigenia en Áulide, Madrid, Ed. Gredos, Biblioteca Clásica Gredos, 1985, Págs 318 - 319, Seleccionado por Rosa María Perianes Calle, 2º de Bachillerato, 2014-2015.
           

Drácula, Bram Stoker

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD
     30 de septiembre. El señor Harker llegó a las nueve. Había recibido el telegrama de su esposa justo antes de partir. Es un hombre con inteligencia poco común, a juzgar por su cara, -y seguro que sí, teniendo en cuenta nuestras propias experiencias-, es además un hombre con una gran sangre fría. El bajar a la tumba del conde por segunda vez fue una acción increíblemente valerosa. Después de leer su narración esperaba encontrar un hombretón muy varonil, no el tranquilo hombre de nefocios que ha resultado ser: 

     Más tarde. Después de comer, Harker y su mujer se fueron a su dormitorio. Cuando pasé por delante de su puerta oí el sonido de la máquina de escribir. Están trabajando de lo lindo. La señora Harker dice que han puesto en orden cronológico hasta la más pequeña información que disponemos. Harker ha conseguido las cartas entre la persona que recibió las cajas en Whitby y los transportistas londinenses que se hicieron cargo de ellas. Ahora está leyendo la versión mecanografiada por su esposa de mi diario. Me pregunto si sacará algo limpio de él. Aquí viene...








Bram Stoker, Drácula, León, Editorial Everest, S.A. , año 2013, página 324.
Seleccionado por Alejandro López Sánchez. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015 

Áyax, Sófocles

     Escena: Campamento de los griegos ante Troya. El día comienza a despuntar. ODISEO examina unas huellas delante de la tienda de ÁYAX.
     Repentinamente se aparece la diosa ATENA, que rompe el silencio de la escena. ODISEO la oye sin verla.




     ATENA. Siempre, hijo de Laertes, te encuentro al acecho de intentar alguna acción contra tus enemigos. También ahora te veo junto a la costera tienda de Áyax, que ocupa el puesto extremo, rastreando y observando desde hace tiempo las huellas recién impresas de aquél, con el fin de ver si está dentro o no está dentro. Y bien te guía un paso de buen olfato como de perra laconia. Dentro, efectivamente, está desde hace poco tu hombre, derramando sudor por su cabeza y por sus manos que matan con la espada. Así que no es ya tarea tuya andar husmeando al interior de esta puerta, sino contarme por qué te aplicaste a esta diligencia, para que aprendas de una que sabe.


Sófocles, Áyax.  Madrid, Alianza Editorial. Páginas 55 y 56. 1990.
Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo . Segundo de bachillerato, curso 2014/2015

Diez Negritos, Agatha Christie

     -¡Todo eso es grotesco! -estalló el general Macarthur-. ¡Grotesco! ¡Esas acusaciones tan monstruosas contra nosotros! Tenemos que hacer algo al respecto. Este tal Mr. Owen, quienquiera que sea...
     Miss Brent le interrumpió.
     -Eso es. ¿Quién es?
     El juez Wargrave intervino con la autoridad de una vida entera pasada en los tribunales.
     -Ante todo interesa esclarecer este detalle. Rogers, le sugiero que lleve a su mujer a su habitación y que se acueste. Luego, vuelva usted aquí.
     -Bien, señor.
     -Le echaré una mano, Rogers -le ofreció el doctor Armstrong.
     Apoyada en los dos hombres, Mrs. Rogers salió vacilante del salón.
     Cuando hubieron salido, Anthony Marston dijo:
     -No sé si opinará lo mismo, señor, pero yo necesito beber algo.
     -Yo también -añadió Lombard.
     -Voy a ver que encuentro -dijo Anthony.
     Salió de la habitación. Unos instantes después ya estaba de vuelta.
     -Las encontré en una bandeja cerca de la puerta, listas para entrarlas.

Agatha Christie, Diez negritos, Barcelona, Ed. Molino, 1939.
Seleccionado por Alain Presentación Muñoz. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.


Electra, Sófocles

                                         Acrópolis de Micenas, ante el palacio que fue de
                                         Agamenón. Es el amanecer. Entran Orestes, su
                                         amigo Pílades y el Pedagogo.




     PEDAGOGO.- Hijo de Agamenón, el que guio los ejércitos ante Troya un día, ahora puedes ver aquello de lo que siempre estabas deseoso. He aquí el antiguo Argos que añorabas, sagrado lugar de la virgen herida por el tábano, hija de Ínaco. He aquí, Orestes, la plaza Licea del dios matador de Lobos, y aquí, a la izquierda, el glorioso templo de Hera. Aquí hemos llegado,puedes decir que ves Micenas rica en oro y a este palacio rico en desgracias de los Pelópidas, de donde, lejos de quienes fueron muerte de tu padre, yo te saqué, tomándote de una de tu sangre, de tu hermana, y te guardé y nutrí hasta la edad que tienes, para que fueras vengador de la muerte de tu padre. Ahora, pues, Orestes, y tú, Pílades, el más querido de los huéspedes, a prisa hay que pensar que haremos, porque ya la luz brillante del sol claras nos alza las voces mañaneras de los pájaros,  y ha pasado la oscura noche de las estrellas. Antes que nadie salga de casa, poneos de acuerdo; vamos adonde no es momento de dudar, sino a tiempo de obras.



Sófocles, Electra. Madrid. Ediciones clásicas. Páginas 19 y 20. 2000.
Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo . Segundo de bachillerato, curso 2014/2015