lunes, 3 de noviembre de 2014

Jane Eyre, Charlotte Brontë




   CAPÍTULO 1


     No fue posible salir a pasear aquel día. La verdad es que por la mañana habíamos estado deambulando entre los desnudos matorrales durante una hora; pero después del almuerzo(la señora Reed comía temprano cuando no tenía visita), un frío viento de invierno trajo consigo nubarrones tan negros y una lluvia tan fuerte, que quedó descartado cualquier otro ejercicio al aire libre.
     Yo me alegré de no salir; nunca me gustaron las largas caminatas, y menos en tardes desapacibles: para mí era algo espantoso regresar a casa en la incipiente hora del crepúsculo, con los dedos de las manos y los pies agarrotado, en corazón entristecido por las reprimendas de Bessie, la niñera, y humillada por la conciencia de mi inferioridad física respecto a Eliza, John y Georgiana Reed.
   Los tres, Eliza, John y Georgiana, se encontraban ahora en el salón agrupados en torno a su madre, la cual, reclina en un sofá junto a la chimenea, parecía completamente feliz rodeada de sus queridos hijos(que en aquellos momentos no se peleaban ni alborotaban). A mí me había dispensado de incorporarme al grupo, afirmado que lamentaba verse obligada a mantenermer a distancia hasta que Bessie le informara y ella pudiera comprobar que me esforzaba seriamente en adquirir modales más sociables y propios de mi edad



         Charlotte Brontë, Jane Eyre, La Coruña, Everest, 2013, página 18. Seleccionado por Guillermo Arjona Fernández. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.

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