lunes, 3 de noviembre de 2014

Ilíada, Homero

                                  CANTO VIII


                  (Se prohíbe la intervención de los dioses)


     Con su velo azafrán se extendió por la tierra la Aurora cuando Zeus que en el rayo se goza reunió a las deleidades en el ágora, sobre la cumbre mayor del Olimpo.
     Y así habló mientras ellas oían atentas sus voces:


     -Escuchadme ahora todos, ¡oh dioses y diosas felices!,
     y os diré lo que mi corazón en el pecho me dicta.
     Que ningún dios ya sea varón, ya sea hembra, se atreva
     a impedir de una forma o de otra las órdenes mías,
     antes bien atacadlas de modo que al punto se cumplan.
     A quien, sin que lo ordene, yo vea alejarse de todos,
     y ayudar a los teucros o bien socorrer a los dánaos
     volverá golpeado de forma afrentosa al Olimpo,
     o bien lo agarraré y lanzaré al oscurísimo Tártaro,
     lejos, en lo más hondo del báratro, bajo la tierra,
     con sus puertas de bronce y sus grandes portones de hierro,
     y tan hondo en el Hades cual sobre la tierra, está el cielo,
     y sabrá entonces que mi poder aventaja al de todos.




Homero, Ilíada, Barcelona, Editorial, Planeta, página 149, 1980.
Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo. Segundo de bachillerato, curso 2014-2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario