jueves, 20 de abril de 2017

Robinsón Crusoe, Daniel Defoe


 Capítulo: VIII

VIAJE POR MAR 

  
     Ocupado aún en esta obra, terminó mi cuarto año en este lugar, y celebré mi aniversario con la misma devoción y el mismo consuelo que siempre; porque por el estudio constante y seria aplicación de la palabra de Dios, y por el auxilio de Su gracia, había llegado a tener una visión de las cosas distinta de la que tenía antes. Concebía nociones distintas.  Ahora consideraba el mundo como algo remoto, con el que yo no tenía nada que ver, del que nada esperaba, y del que la verdad es que nada deseaba; en una palabra, que no tenía  nada que ver con él, y parecía como si esta disposición nunca fuera a cambiar; así e que creo que se mostraba como tal vez lo contemplaremos en la otra vida , es decir, como un lugar en el que había vivido, pero que ya había abandonado; y bien hubiera podido decir como el Padre Abraham al rico Epulón: Entre yo y tú hay un gran abismo.

     En primer lugar me había alejado de todas las iniquidades de este mundo. No tenía ni la concupiscencia de la carne, ni la concupiscencia  de los ojos, ni la vanidad de la vida. No tenías nada que envidiar; porque tenía todo lo que era capaz de disfrutar; era el señor de todo el territorio; o, si quería, podía titularme rey o emperador de todo el aquel país del que había tomado posesión. No había rivales; no tenía competidores, nadie que me disputase la soberanía o el poder. Podía cultivar grano suficiente para cargar barcos enteros; pero de nada me hubiera servido; así que me limité a cultivar el que creí bastaría a mis necesidades.
   
Daniel Defoe, Robison Crusoe, editorial planeta, publicada en Barcelona en 1994,capítulo: VIII ,página: 116.
Seleccionado por Lara Esteban González, primero bachillerato, curso 2016-2017.

Rabelais, Gargantúa y Pantagruel


Capítulo XLIX
DE CÓMO PRICRÓCOLO TUVO MUY 
MALA FORTUNA CUANDO HUÍA, Y DE
 LO QUE HIZO GARGANTÚA DESPUÉS 
DE LA BATALLA

      Pricrócolo, desesperado, huyó hacia la isla de Bouchard y , en el camino de Rivère, su caballo tropezó y cayó, lo que le encolerizó e indigno tanto, que mató al noble bruto con la espada. Luego, no encontrando a nadie que le procurara con otra cabalgadura, quiso llevarse un asno del molino que había cerca de allí; pero los molineros moliéronle a palos, le hicieron pedazos las ropas, y le dieron para cubrirse una mala chamarreta.
      El pobre hombre, rabioso u furibundo, se marchó de allí. Cruzó después el agua en Port-Huault y, al contar sus infortunios a una vieja hechicera, está le predijo que le sería devuelto su reino cuando vinieran las coquecigrullas. Desde entonces no se sabe lo que ha sido de él.
      Sin embargo, me han dicho que se hala al presente Lyon haciendo de ganapán tan colérico como antes, y preguntando a cuatro forasteros encuentra por la venida de coquecigrullas, pues sigue abrigando la esperanza de que cuando éstas lleguen se cumplirá la predicción de la vieja y le será devuelto su reino.
      Lo primero que hizo Gargantúa después de la retreta fue contar sus gentes, comprobando que había tenido pocas bajas en las batalla; tan sólo Ponócrates, que había recibido un arcabuzazo en su jubón, y algunos infantes de la compañía del capitán Tolmere. Hizo que les dieran de comery ordenó a sus tesoreros que pagaran la comida; mandó, además, que no se causaran daños en la ciudad, puesto que era suya, y que después de comer se reunieran todos en la plaza, delante del castillo, donde les pagarían la soldada de seis meses, orden que fue cumplida.
      Después mandó que se reunieran en dicha plaza todos los que quedaban del partido de Picrócolo. a los cuales, en los que quedaban del partido Picrócolo, a los cuales, en presencia de todos sus príncipes y capitanes, le habló como sigue:



François Rabelais, Grargantúa y Pantagruel, editorial RBA coleccinables SA, año 1995en Barcelona, capítulo XLIX, página 152
Seleccionado por Andrea Martín Bonifacio, primero de bachillerato, curso 2016/2017.

Los conquistadores, Malraux.

    Me refugio en mi cabina. Pero allí me persigue el embotamiento del mal sueño: dolor de cabeza, cansancio, escalofríos... Me lavo al chorro del agua (no sin trabajo: los grifos son minúsculos), pongo el ventilador en marcha, abro el ojo de buey.
    Sentado en la colchoneta, aburrido, saco de los bolsillos, uno a uno, los papeles que guardo en ellos. Reclamos de medicamentos tropicales. viejas cartas, papel en blanco impreso con la pequeña bandera tricolor de las Messageries Maritimes... Tras desgarrarlo todo con una minuciosidad de borracho, lo echo al río por el ojo de buey. En otro bolsillo cartas antiguas de ese al que ellos llaman Garín. No he querido dejarlas en la maleta por prudencia... ¿Y esto? Es la lista de los papeles que me ha confiado Meunier. Veamos. Hay un buen montón de cosas... Pero hay dos que Meunier ha puesto aparte en la misma lista. La primera es la copia de una nota del Intelligent Service relativa a Cheng-dai, con anotaciones de nuestros agentes. La segunda reproduce una de las fichas de la policía de Hong Kong concerniente a Garín.
    Tras cerrar la puerta con llave y correr el cerrojo, saco del bolsillo de la camisa el grueso sobre que me ha entregado Meunier. La pieza que busco está colocada la última. Es larga y está cifrada. En lo alto de la página: transmitido con urgencia. Por lo demás, la clave va adjunta.
    Empujado por la curiosidad e incluso por una cierta inquietud, comienzo a transcribir. ¿Qué es hoy de ese hombre del que he sido amigo durante años? Hace cinco años que no le veo. En el curso de este viaje no ha habido un día que no lo haya impuesto a mi recuerdo, fuese porque me hablaban de él, fuese porque su acción se hacía sensible en los radios que recibíamos...




Los conquistadores, Malraux. Editorial Bernard Grasset. Edición cedida por Editorial Argos Vengara. Móstoles- Madrid, 2000.
Seleccionado por: Marta Talaván González, Primero de bachillerato, Curso 2016-2017.








Guillermo Tell, Friedrich von Schiller

       CARLOS.     ¡Amigo ensangrentado, perdona que lo profane ante tales oídos! Pero que ese gran conocedor de hombres se muera de vergüenza al ver que la inteligencia de un joven ha sido mas sagaz que su saber gris. ¡Si, señor! ¡Éramos hermanos! Hermanos por un vínculo más noble que los que forja la naturaleza. El bello curso de su vida era amor. Amor por mí, su muerte grande y bella. Mio era él, cuando vos os jactabais de su estima, cuando su elocuencia traviesa jugaba con vuestro espíritu gigantesco y orgulloso. Creíais dominarle...y erais un dócil instrumento de sus planes superiores. El que yo esté prisionero ha sido la obra minuciosamente calculada y ponderada de su amistad. Para salvarme escribió la carta de Orange... ¡Oh, Dios! ¡Ha sido la primera mentira de su vida! Para salvarme se ha arrojado y ha salido al encuentro de la muerte que ha padecido. Vos le concedisteis el don de vuestro favor... El ha muerto por mí. Vos le obligasteis a aceptar vuestro corazón y vuestra amistad, vuestro cetro era juguete de sus manos; ¡él lo arrojó y ha muerto por mí! (El rey está inmovil, con la mirada clavada fijamente en el suelo. Todos los grandes están perplejos y atemorizados, a su alrededor). ¿Y ha sido posible? ¿habéis podido dar crédito a ese burdo engaño? ¡Qué estima tan baja tuvo que tener de vos, cuando pensó que os engañaría con ese burdo escamoteo! ¡Os atrevisteis a aspirar a su amistad, y habéis sucumbido a esa ligera prueba! Oh, no... no, eso no era algo para vos. ¡Ése no era un hombre para vos! Él mismo lo sabia muy bien, cuando os rechazó con todas las coronas. Ese arpa delicada se os ha roto en vuestras manos metálicas. No habéis podido hacer otra cosa más que asesinarle.
       ALBA (hasta ahora no ha perdido de vista al rey, y observa con visible intranquilidad las emociones que aparecen en su rostro. Ahora se acerca a él medrosamente). Señor... dejad ese silencio funeral. Mirad a vuestro alrededor. Hablad con nosotros.
       CARLOS.  Vos le erais indiferente. hace tiempo que poseíais su simpatía. ¡Quizás! Él os habría hecho aún feliz. Su corazón era lo suficientemente rico para satisfaceros con su sobreabundancia, incluso a vos. Una chispa de su espíritu os habría convertido en un dios. Vos mismo habéis robado... ¿Qué ofreceréis para reemplazar un alma como ésa era? (silencio profundo, muchos de los grandes apartan la vista u ocultan el rostro en sus capas.) Oh, vosotros que estáis reunidos aquí y que enmudecéis de espanto de asombro... no condenéis al joven que habla así con su padre y con su rey... ¡Mirad acá! ¡Él ha muerto por mí! ¿Tenéis lágrimas? ¡Corre sangre, y no bronce incandescente, por vuestras venas? ¡Mirad acá y no me condenéis! (Se dirige al rey con más dominio de sí y serenidad.) ¿Esperáis vos acaso cómo va a acabar esta historia desnaturalizada?... Aquí está mi espada. Vos sois de nuevo mi rey. ¿Pensáis que tiemblo ante vuestra venganza? Asesinadme también a mí, lo mismo que habéis asesinado al más noble de todos. Mi vida está perdida. Lo sé. ¿Qué es la vida ahora para mí? Aquí renuncio a todo lo que en este mundo me espera. Buscaos un hijo entre los extraños... Ahí están mis reinos... (Cae junto al cadáver, sin tomar parte en lo que sigue. Entretanto se oye de lejos un tumulto confuso de voces y de muchos hombres que se agolpan. En torno al rey se ha hecho un silencio profundo. Sus ojos recorren todo el círculo, pero nadie sostiene su mirada.) 
       REY.  Bueno. ¿No quiere contestar nadie?... ¡Todas las miradas en el suelo... todos los rostros cubiertos!... Mi sentencia ha sido pronunciada. En esos mudos ademanes la leo. Mis vasallos me han juzgado. (Un silencio como el de antes. El tumulto se acerca y sube de tono. A través del círculo de los grandes corre un murmullo, se hacen señas de perplejidad; el conde de Lerma le da ligeramente con el codo al duque de Alba.) 
       LERMA. ¡Efectivamente! ¡Es una rebelión!
       ALBA. (en voz baja). Eso es lo que me temo.
       LERMA. Fuerzan las puertas y suben. Ya están aquí.


       Friedrich von Schiller, Guillermo Tell, Barcelona, Editorial Planeta S.A., 1994, página 147,148 y 149.
       Seleccionado por Gustavo Velasco Yavita. Primero de bachillerato, curso 2016-2017

El Paraiso perdido, John Milton

Libro IV

En su pecho le hierve tumultuoso,
Y cual si fuese una máquina diabólica,
Sobre sí retrocede; horror y duda
Perturban sus confusos pensamientos
Y desde el fondo agitan el Infierno
Que su seno contiene, porque dentro
De sí lleva al Infierno y a su entorno,
Y del Infierno no puede alejarse
Un solo paso, igualmente como
Tampoco  puedede si mismo huir
Aunque de lugar cambie. Ahora bien
La conciencia despierta al desespero
Que estaba adormecido, y el amargo
Recuerdo aviva en él de lo que era,
De lo que es, y, peor, lo que será;
A peores males, peores sufrimientos
Seguirán. A veces dirige hacia el Edén,
Que yace deleitoso a su mirada,
Su atención pesarosa, a veces mira
Hacia el Cielo y hacia el esplendoroso
Sol que ahora en su torre meridiana
Se asienta. Entonces reconsiderando
Sus pensamientos, le dice suspirando:
   <Pareces desde tu único dominio
El dios de este Mundo recién creado;
Y a cuya vista todas las estrellas
Ocultan sus diminutas cabezas;
A ti te llamo, aunque con voz no amiga,
Y evoco tu nombre para decirte,
Cuánto odio, oh sol, tus rayos que me traen
Recuerdos del estado desde donde
Caí, yo que antaño me sentía
Tan glorioso encima de tu esfera,
Hasta que el orgullo y la ambición peor
Me arrojaron al abismo por hacer
Guerra en el Cielo contra el sin igual
Rey del Cielo.




       John Milton, El paraiso perdido. Madrid. Letras Universales, Edicion: 1986. Pag 180.
       Seleccionado por Javier Arjona Piñol. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.