jueves, 12 de enero de 2012

William Shakespeare, Romeo y Julieta.

Romeo y Julieta de Shakespeare. Texto completo.

Himno a la belleza intelectual, Percy Bysshe Shelley


Himno a la belleza intelectual
1. La sombra de una Fuerza incognoscible...
La sombra de una Fuerza incognoscible
flota, aunque incognoscible, entre nosotros;
visita este amplio mundo con la misma
inconstancia que el viento entre las flores;
como un rayo de luna tras un pico
turba secreto, imprevisible,
el corazón y rostro humanos;
como el rumor pausado de la tarde,
como una nube en noche clara,
como el recuerdo de una música,
como aquello que se ama por hermoso
pero más todavía por ignoto.
2. Espíritu, Belleza que consagras...
Espíritu, Belleza que consagras
con tu lumbre el humano pensamiento
sobre el que resplandeces, ¿dónde has ido?
¿Por qué cesa tu brillo y abandonas
este valle de lágrimas desierto?
¿Por qué el sol no teje por siempre
un arco iris en tu arroyo?
¿Por qué cuanto ha nacido languidece?
¿Por qué temor y sueño, vida y muerte
ensombrecen el mundo de este modo?
¿Por qué el hombre ambiciona tanto
odio y amor, desánimo, esperanza?

3. Ninguna voz de un ámbito sublime...
Ninguna voz de un ámbito sublime
ha respondido nunca a estas preguntas.
Los nombres de Demonio, Espectro y Cielo
testimonian este inútil empeño:
débiles palabras cuyo encanto no suprime
de cuanto aquí vemos y oímos
el azar, la duda, lo mudable.
Sólo tu luz, cual niebla entre montañas
o música que el viento vespertino
arranca de algún tácito instrumento
o cual claro de luna a medianoche,
sosiega el sueño inquieto de esta vida.

4. Amor, Honor, Confianza, como nubes...
Amor, Honor, Confianza, como nubes
parten y vuelven, préstamo de un día.
Si el hombre inmortal fuese, omnipotente,
Tú -ignoto y sublime como eres-
dejarías tu séquito en su alma.
Tú, emisario de los afectos,
que creces en los ojos del amante;
¡Tú que nutres al puro pensamiento
cual penumbra a una llama que agoniza!
No partas cuando al fin llega tu sombra:
sin Ti, como la vida y el temor,
la tumba es una oscura realidad.
5. Cuando niño, buscaba yo fantasmas...

Cuando niño, buscaba yo fantasmas
en calladas estancias, cuevas, ruinas
y bosques estrellados; mis temerosos pasos
ansiaban conversar con los difuntos.
Invocaba esos nombres que la superstición
inculca. En vano fue esa búsqueda.
Mientras meditaba el sentido
de la vida, a la hora en que el viento corteja
cuanto vive y fecunda
nuevas aves y plantas,
de pronto sobre mí cayó tu sombra.
Mi garganta exhaló un grito de éxtasis.
6. Hice un voto: a Ti ya cuanto es tuyo...

Hice un voto: a Ti ya cuanto es tuyo
dedicaría el ser. ¿No ha sido así?
Aún hoy, con inquieto pulso, llamo
a los turbios espectros que en sus tumbas
acompañan mis horas. En fingidos lugares
donde aplico mi espíritu al amor o al estudio,
han contemplado conmigo la noche.
Saben que la alegría no ilumina mi rostro
si no es con la esperanza de que absuelvas
al mundo de su oscura esclavitud;
de que tú, Terrible Hermosura,
concedas cuanto el verso no logra proclamar.


7. El día es más sereno y más solemne...
El día es más sereno y más solemne
cuando llega la tarde. Y hay un orden
en Otoño y un lustre en su horizonte
que el estío prohíbe alojo humano
hasta hacernos creer que es imposible.
Así pues, deja que tu fuerza
-talla naturaleza, cuando joven-
provea a mi existencia venidera
de sosiego, a mí que te venero
con cuantas formas te contienen,
a mí, hermoso Espíritu, a quien diste
el temor de sí mismo y amor al ser humano.
Percy Bysshe Shelley, Himno a la belleza intelectual, http://amediavoz.com/shelley.htm#HIMNO A LA BELLEZA INTELECTUAL , Seleccionado por Luis Francisco Galindo Cano, curso 2011-2012, Segundo de Bachillerato.

Wordsworth, Soneto "¡Oh clara juventud!..."

El mundo es demasiado para nosotros: siempre
recibiendo y gastando, disipamos las fuerzas;
en la naturaleza vemos muy poco que se nuestro,
y hemos cedido nuestros míseros corazones.

Esta mar que desnuda su seno hacia la luna,
estos viento que aullando pasan a horas
y ahora se amontonan como flores dormidas:
para eso, y para todo, no estamos entonados,

no nos mueve. ¿Gran Dios!, preferiría ser
un pagano crecido en una fe gastada,
para poder erguido en estos prados suaves,

ver algo que me hiciera menos desamparado:
observar a Proteo saliendo de los mares,
oír su enguirnaldado cuerno al viejo Tritón.

SONETO
¡Oh clara juventud! Bastante era adorar
con soles obedientes toda lluvia extraviada,
y si una inesperada nube bajaba, pronto,
sobre ella construir un arco iris, para

la Fantasía errante, mezclando, de los campos
a medio labrar, hierbas con flor adormidera;
te coronaban tus Favoritos, cantando
tu poder, sin censura ni compasión del sabio.

Ah, muestra qué más dignos honores se te deben,
clara juventud; mueve lo hondo del corazón:
confirma a tu glorioso Espíritu a que emprenda

un sendero de abrupta subida y alta meta;
y si hay una alegría que mengüe lo que pide
recuerdo agradecido, haz irse esa alegría.

Wordsworth, William: "¡Oh clara juventud!...", http://es.scribd.com/doc/48712871/Textos-Romanticismo , Seleccionado por Luis Francisco Galindo Cano. Segundo de Bachillerato. Curso 2011-2012.

Divina Comedia ''Canto V'', Dante Alighieri

     Así bajé desde el primer círculo al segundo, que contiene menor ámbito y dolores tanto mayores, cuanto que se truecan en alaridos. Allí tiene su tribunal el horrible Minos, que rechinando los dientes, examina mientras entran los culpables, y juzga y destina a cada uno según las vueltas que da su cola.
    Digo que cuando se le presenta el alma de un pecador, le hace confesar todas sus culpas, y como tan conocedor de ellas, ve que lugar del Infierno le corresponde, y enrosca su cola tantas veces cuantas indica el número del círculo a que la destina. En su presencia están siempre multitud de almas, que unas tras otras van acudiendo al juicio; declaran, oyen su sentencia y caen precipitadas en el abismo.
    '¡Oh tú, que vienes a esta dolorosa mansión!', gritó Minos al verme, suspendiendo el afán de su terrible ministerio. 
    A mi Director le dijo: '¿Por qué gritas tú también?' No te opongas a una empresa que han resuelto los hados: así lo han querido allí donde pueden cuanto quieren; y excusa preguntar más.
Entonces comenzaron a hacérseme perceptibles las dolientes voces; entonces llegué a un punto donde hirieron grandes lamentos mis oídos. Encontréme en un sitio privado de toda luz, que mugía como el mar en tiempo de tempestad, cuando se ve combatido de opuestos vientos. El infernal torbellino, que no se aplaca jamás, arrebata en su furor los espíritus, los atormenta revolviéndolos y golpeándolos; y cuando llegan al borde del precipicio, se oyen el rechinar de los dientes, los ayes, los lamentos, y las blasfemias que lanzan contra el poder divino.
   Comprendí que los condenados a aquel tormento eran los pecadores carnales, que someten la razón al apetito; y como en las estaciones frías y largas y espesas bandadas vienen empujados por sus alas los estorninos, así impele el huracán aquellos espíritus perversos, llevándolos de aquí allá y de arriba abajo, sin que pueda aliviarlos la esperanza, no ya de algún reposo, mas ni de que su pena se aminore. Y a la manera que pasan las grullas entonando sus gritos y formando entre sí larga hilera por los aires, del mismo modo vi que llegaban las almas exhalando sus ayes, a impulsos del violento torbellino.
    Por lo cual dije: Maestro, ¿qué sombras son ésas tan atormentadas por el aire tenebroso?
    Y él entonces me respondió:- 'La primera de esas por quienes preguntas fue emperatriz de muchas gentes, y tan desenfrenada en el vicio de la lujuria, que promulgó el placer como lícito entre sus leyes, para librarse de la infamia en que había caído. Es Semíramis, de quien se lee que dio de mamar a Nino, y llegó a ser esposa suya, reinando en la tierra que el Soldán rige. La otra es aquella que se mató de enamorada, violando la fe jurada a las cenizas de Siqueo. Después viene la lujuriosa Cleopatra.'- Y vi a Elena, por quién tan calamitosos tiempos sobrevinieron; y al grande Aquiles, que al fin murió víctima del Amor. Vi a Paris, a Tristán, y me mostró, señalándolas con el dedo, otras mil almas que perdieron sus vidas por causa del mismo Amor.
   Al oír a mi sabio Director los nombres de tantas antiguas damas y caballeros, sentí gran lástima, y casi perdí el sentido.
   Pero le dije:- 'Poeta, de buena gana hablaría a esos dos que van volando, y parecen tan ligeros con el ímpetu del viento'.
   Y me respondió:- 'Aguarda a que estén más cerca de nosotros: ruégaselo entonces por el Amor que los conduce; y vendrán al punto'.
   Luego que el viento los trajo hacia donde estábamos, les dirigí así la voz:- ¡Oh, almas apenadas; venid a hablar con nosotros, si no os lo veda nadie!
   Y como las palomas que incitadas por su apetito vuelan al dulce nido, tendidas las fuertes alas y empujadas en el aire por el amor, así salieron del grupo en que estaba Dido, cruzando la maléfica atmośfera hasta nosotros: que tan eficaces fueron mis afectuosas palabras.
    -'¡Oh, cuerpo animado, tan gracioso como benigno, que vienes a visitar en este negro recinto a los que hemos teñido con nuestra sangre el mundo! Si nos fuese propicio el Rey del universo, le pediríamos por tu descanso, ya que te compadeces de nuestro perverso crimen. Oiremos y os hablaremos de cuanto os plazca oír y hablar, mientras el viento esté sosegado, como lo está ahora. Yace la tierra en que vi la luz sobre el golfo donde el Po desemboca en el mar para descansar de su largo curso, con los ríos que le acompañan. Amor, que no exime de amar a ninguno que es amado, tan íntimamente me unió al afecto de éste, que, como ves, no me ha abandonado aún. Amor nos condujo a una misma muerte y Caín aguarda al que nos quitó la vida'.
     Estas palabras nos dijeron; al oír a aquellas almas laceradas, incliné el rostro, y permanecí largo tiempo de esta suerte, hasta que el Poeta me dijo:-¿En qué piensas?
     Y le respondí exclamando:-¡ Ay de mi! ¡ Qué dulces ensueños, qué de afectos los conducirían a su tan doloroso trance!  
     Y volviéndome después a ellos para hablarles, dije:- Francisca, tus tormentos me arrancan lágrimas de tristeza y de compasión. Mas dime: cuando tan dulcemente suspirabais, ¿con qué indicios, de qué modo os concedió el Amor que os persuadierais de vuestros deseos todavía ocultos?
     Y ella me respondió. No hay dolor más grande que el recordar los tiempos felices en la desgracia; y bien sabe esto tu maestro. Pero si tanto deseas saber el primer origen de nuestro amor, haré como el que al propio tiempo llora y habla. Leíamos un día por entretenimiento en la historia de Lanzarote, cómo te aprisionó el Amor. Estábamos solos y sin recelo alguno. Más de una vez sucedió en aquella lectura que nuestros ojos se buscasen con afán, y que se inmutara el color de nuestros semblantes; pero un solo punto dio en tierra con nuestro recato. Al leer cómo el gentilísimo amante apagó con ardiente beso una sonrisa incitante, él, que jamás se separará de mí, trémulo de pasión, me imprimió otro en la boca. Galeoto fue para nosotros el libro, como era quien lo escribió. Aquel día ya no leímos más. Mientras el espíritu de ella decía esto, el otro se lamentaba de tal manera, que de lástima estuve a punto de fallecer, y caí desplomado, como cae un cuerpo muerto.

     Dante Alghieri , Divina Comedia "Canto V", Biblioteca Universal.
     Seleccionado por Olga Domínguez Martín, segundo de Bachillerato, curso 2012-2013.