viernes, 26 de octubre de 2012

Orgullo y prejuicio, Jane Austen

1.
  Es una verdad reconocida por todo el mundo que un soltero dueño de una gran fortuna siente un día u otro la necesidad de una mujer.
  Aunque los sentimientos y opiniones de un hombre que se halla en esa situación sean poco conocidos a su llegada a un vecindario cualquiera, está tan arraigada tal creencia en las familias que lo rodean, que lo consideran propiedad legítima de una u otra de sus hijas.
  -Querido Bennet-le decía cierto día su esposa-, ¿has oído que Netherfield  Park ha sido alquilado al fin?
  Mr. Bennet contestó que no lo había oído.
  -Pues así es-prosiguió ella-; lo sé porque Mrs. Long acaba de estar aquí y me lo ha contado todo.
  Mr. Bennet no respondió.
  -¿No te interesa saber quién lo ha alquilado?-preguntó su mujer con impaciencia.
  -Estás deseando decirlo y no tengo inconveniente en escucharlo.
  Aquello fue suficiente para ella.
  -Has de saber, que Mrs. Long dice que Netherfield Park ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Inglaterra, que vino el lunes en un coche tirado por cuatro caballos y quedó tan encantado que de inmediato llegó a un acuerdo con Mr. Morris; tomará posesión antes de San Miguel, y algunos de sus criados estarán en la casa a finales de la semana próxima.
  -¿Cómo se llama ese joven?
  -Bingley.
  -¿Es casado o soltero?
  -Soltero, naturalmente, querido; un soltero de gran fortuna: cuatro o cinco mil libras al año de renta. ¡Qué partido tan estupendo para nuestras hijas!
  -No entiendo cómo puede afectarles semejante cosa.
  -Querido Bennet-replicó su mujer-, ¿por qué en ocasiones te cuesta tanto entender las cosa? Has de saber que es mi intención hacer que se case con una de ellas.

AUSTEN, Jane; Orgullo y prejuicio; Fragmento primer capítulo.

Un mundo feliz, Aldous Huxley

Y Mr. Foster se lo contó todo.
Les habló del embrión que se desarrollaba en su lecho de peritoneo. Les dio a probar el rico sucedáneo de la sangre con que se alimentaban. Les explicó por qué había de estimularlo con plancentina y y tiroxina. Les habló del extracto de corpus luteum. Les mostró las mangueras con las que dicho extracto era inyectado automáticamente cada doce metros, desde cero hasta 2.040. Habló de las dosis gradualmente crecientes de puituitaria administradas durante los noventa y seis metros últimos del recorrido. Describrió la circulación materna artificial instalada en cada frasco, en el metro ciento doce, les enseñó el depósito de sucedáneo de la sangre, la bomba centrífuga que mantenía al líquido en movimiento por toda la placenta y lo hacía pasar a través del pulmón sintético y el filtro de los desperdicios. Se refirió a la molesta tendencia del embrión a la anemia, a las dosis masivas del extracto de estómago de cerdo y de hígado de potro fetal que, en consecuencia, había que administrar.
Les enseñó el sencillo mecanismo por medio del cual, durante los dos últimos metros de cada ocho, todos los embriones eran sacudidos simultáneamente para que se acostumbraran al movimiento. Aludió a las gravedad del llamado "trauma de la decantación" y enumeró las precauciones tomadas para reducir al mínimo, mediante el adecuado entrenamiento del embrión envasado, tan peligroso chock. Les habló de las pruebas de sexo llevadas a cabo en los alrededores del metro doscientos. Explicó el sistema de etiquetaje: una "T" para los varones, un círculo para las hembras, y un signo de interrogación negro sobre el fondo blanco para los hermafroditas.

Aldous Huxley, Un mundo feliz. Segundo de Bachillerato, curso 2012 - 2013

Canción de Navidad, Charles Dickens "Cuarta estrofa: El último de los espíritus"

El fantasma se aproximó lenta, grave, silenciosamente.
Cuando estuvo cerca de él, Scrooge cayó de rodillas, pues hasta el mismo aire en que se movía este    espíritu parecía difundir melancolía y misterio.
   Vestía ropajes completamente negros que cubrían su cabeza, su rostro y sus formas corporales y sólo dejaban visible una mano extendida. A no ser por esto, hubiera sido difícil distiguir su figura en lanoche y aislarla de las sombras que la rodeaban.
   Advirtió, cando lo tuvo cerca, que era alto y majestuoso y que su misteriosa presencia le infundía un solemne terror. No pudo observar más, porque el espíritu ni hablaba ni se movía.
   -¿Estoy en presencia del espectro de las navidades futuras?-preguntó Scrooge.
   El espíritu no respondió; pero señaló hacia adelante con su mano.
   -Vas a mostrarme las sombras de las cosas que no han sucedido, pero que sucederán en tiempos venideros-prosiguió Scrooge-, ¿no es así, espíritu?
   La parte superior de ropaje se contrajo formando pliegues, como si el espíritu hubiera inclinado la cabeza. Ésa fue la única contestación que recibió.
   Aunque a esas alturas ya se había acostumbrado a las visitas fantasmales, Scrooge temía tanto a la silenciosa figura que sus piernas temblaban de arriba abajo; y, cuando se dispuso a seguirla, sintió que difícilmente podría tenerse en pie. El espíritu, advirtiendo su situación, aguardó un momento para darle tiempo a recobrarse.
   Pero esto fue aún peor para Scrooge. Se estremeció con un vago e incierto horror al pensar que, detrás de aquel sombrío sudario, había unos ojos espectrales que le miraban fijamente,mientras que él, a pesar de todos sus esfuerzos, no podía ver más que una mano fantasmal y una gran masa negra.
   ¡Espíritu del futuro-exclamó-, eres el más temible de todos los espectros que he visto! Pero, como sé que tu propósito es hacerme el bien y como espero vivir para ser un hombre distinto del que fui, estoy dispuesto a acopañarte, y lo haré con toda la gratitud de mi corazón. ¿No vas a hablarme?
   El espectro no respodió. Su mano señalaba con firmeza hacia adelante.

   Charles Dickens, Cuento de navidad "Cuarta estrofa: El último de los espíritus".Seleccionado por Sara Isabel Miranda Hernández,Segundo de bachillerato.

Emma, Jane Austen

La excelente opinión de que Emma se había formado de Frank Churchill, al día siguiente recibió un duro golpe al oír que el joven se había ido a Londres sin más objeto que el de hacerse cortar el cabello. A la hora del desayuno de pronto tuvo ese capricho, había mandado a por una silla de postas y había partido con la intención de estar de regreso a la hora de la cena, pero sin alegar motivo de más importancia que el de hacerse cortar el cabello. Desde luego no había nada malo en que recorriera dos veces una distancia de dieciséis millas con este fin; pero era algo de una afectación tan exagerada y caprichosa que ella no podía aprobarlo. No concordaba con la sensatez de ideas, la moderación en los gastos e incluso la cordial efusividad ajena a toda presunción, que había creído observar en él el día anterior. Aquello representaba vanidad, extravagancia, afición a los cambios bruscos, inestabilidad de carácter, esa inquietud de ciertas personas que siempre tienen que estar haciendo algo, bueno o malo; falta de atención para con su padre y la señora Weston, e indiferencia para el modo en que su proceder pudiera ser juzgado pos los demás, se hacía acreedor a todas esas acusaciones. Su padre se limitó a llamarle petimetre y a tomar a broma lo sucedido; pero la señora Weston quedó muy contrariada, y ello se vio claramente por el hecho de que procuró cambiar de conversación lo antes posible y no hizo otro comentario que el de "todos los jóvenes tienen sus pequeñas manías".


Jane Austen, Emma , Barcelona, Editorial Planeta, págs 167-168. Selecionado por Beatriz Iglesias Jiménez, curso 2012-2013, segundo de Bachillerato,