Y Mr. Foster se lo contó todo.
Les habló del embrión que se desarrollaba en su lecho de peritoneo. Les dio a probar el rico sucedáneo de la sangre con que se alimentaban. Les explicó por qué había de estimularlo con plancentina y y tiroxina. Les habló del extracto de corpus luteum. Les mostró las mangueras con las que dicho extracto era inyectado automáticamente cada doce metros, desde cero hasta 2.040. Habló de las dosis gradualmente crecientes de puituitaria administradas durante los noventa y seis metros últimos del recorrido. Describrió la circulación materna artificial instalada en cada frasco, en el metro ciento doce, les enseñó el depósito de sucedáneo de la sangre, la bomba centrífuga que mantenía al líquido en movimiento por toda la placenta y lo hacía pasar a través del pulmón sintético y el filtro de los desperdicios. Se refirió a la molesta tendencia del embrión a la anemia, a las dosis masivas del extracto de estómago de cerdo y de hígado de potro fetal que, en consecuencia, había que administrar.
Les enseñó el sencillo mecanismo por medio del cual, durante los dos últimos metros de cada ocho, todos los embriones eran sacudidos simultáneamente para que se acostumbraran al movimiento. Aludió a las gravedad del llamado "trauma de la decantación" y enumeró las precauciones tomadas para reducir al mínimo, mediante el adecuado entrenamiento del embrión envasado, tan peligroso chock. Les habló de las pruebas de sexo llevadas a cabo en los alrededores del metro doscientos. Explicó el sistema de etiquetaje: una "T" para los varones, un círculo para las hembras, y un signo de interrogación negro sobre el fondo blanco para los hermafroditas.
Aldous Huxley, Un mundo feliz. Segundo de Bachillerato, curso 2012 - 2013
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