lunes, 16 de marzo de 2015

Julio César, William Shakespeare

                                      ACTO CUARTO

                                   Escena primera
 

     BRUTO.- Los buenos motivos deben dejar lugar por fuerza a los mejores: la gente entre Filipos y este lugar no tiene por nosotros más que un afecto forzado, porque nos ha escatimado su contribución. El enemigo, marchando a lo largo de ellos, reforzará con ellos su gran número, llegando refrescado, aumentado y animado: esa ventaja se la quitaremos si le hacemos frente en Filipos, con esta gente a nuestra espalda.
     CASIO.- Escúchame, buen hermano.
     BRUTO.- Con perdón tuyo; además, debes tener en cuenta que hemos puesto a prueba a nuestros amigos hasta el extremo: nuestras legiones están completas hasta el borde, nuestra causa está madura: el enemigo aumenta de día en día, y nosotros estamos en la cima y a punto de declinar. Hay un flujo y reflujo en los asuntos de los hombres, que, si se toma en la subida, lleva a la fortuna, y si se descuida, toda la travesía de la vida queda encallada en bajíos y en miserias. En un mar así flotamos ahora, y debemos aprovechar la corriente cuando nos ayuda, o perder nuestra carga.
     CASIO.- Entonces avanzaremos según tu deseo: iremos allá nosotros mismos y les encontraremos en Filipos.



William Shakespeare, Julio César, Barcelona, Editorial Planeta, Colección Clásicos Universales Planeta, 1981, página 159, Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo, Segundo de Bachillerato, Curso 2014-2015.

Los viajes de Gulliver, Swift_Jonathan

Capítulo VIII

     Nunca olvidaré con qué mala gana Glumdalclitch dio su consentimiento ni las severes órdenes que impartió al paje para que me cuidase, al mismo tiempo que se deshacía en lágrimas como si presintiera lo que iba a suceder. El muchacho me llevó en mi caja durante una media hora de camino desde el palacio hacia el acantilado. Le ordené que me pusiera en el suelo y levantando uno de los postigos de la ventana contemplé el mar con atención y melancolía. 
     Me encontraba indispuesto y comuniqué al paje que iba a echar una siesta en la hamaca y esperaba que ésta me sentase bien. Me encarné a ella y el muchacho cerró cuidadosamente las ventanas para que no me enfriara. Pronto me dormí, y todo lo que puedo deducir es que mientras tanto, el paje, pensando que no estaba en peligro, fue en busca de huevos de pájaros por entre las rocas, pues antes le había visto desde la ventana cómo cogía un par de hendiduras. Sea como fuere, me despertó de pronto un violento tirón de la anilla que tenía la caja en la parte superior para facilitar el transporte. Tuve la sensación de que ésta era izada porlos aires a gran altura y que luego se desplazaba con velocidad prodigiosa

Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver, Barcelona, Editorial Planeta, Colección Clásicos universales Planeta, 1984, página 129. Seleccionado por: Pablo Galindo Cano. Segundo de Bachillerato, Curso 2014-2015.


Molière, Tartufo

     ORGÓN: ¡Callaos! Sabed que, si nada tiene, es precisamente por eso por lo que hay que reverenciarlo. Su miseria, no lo dudéis, es una miseria honrosa que forzosamente ha de elevarle por encima de toda grandeza, ya que, a fin de cuentas, si se vio despojado de sus bienes, fue debido a su escaso interés por las cosas de este mundo y a su incesante apego a las eternas. Mas mi ayuda podrá procurarle los medios suficientes para salir de apuros y recuperar sus posesiones, propiedades que gozan de legítimo renombre en su región de procedencia ; pues ahí donde lo veis, es un auténtico gentilhombre.
     DORINA: Ya lo creo, eso es lo que él dice, aunque sea vanidad, señor, difícilmente se aviene con su devoción. Quien abraza la pureza de una vida santa no tiene por que presumir tanto de apellidos y linaje, pues, como ya sabéis, el humilde proceder de la religión se acomoda muy mal con esos alardes de vanidad. ¿A cuento de qué tanta presunción?... Pero ya veo que mis palabras os enojan. Hablemos, pues, de su persona y dejemos a un lado su nobleza. ¿Seríais capaz de entregar, sin el menos reparo, una hija como la vuestra a un hombre como él? ¿No deberíais acaso pensar en vuetro personal decoro y el prever las consecuencias de semejante matrimonio? Sabed que se pone en peligro la virtud de una muchacha cuando se contraría su gusto a la hora de casarse; que su voluntad de vivir como una mujer honesta depende, en gran medida, de las cualidades del marido que se le otorga, y que aquellos cuya frente todo el mundo señala con el dedo son, la mayoría de las veces, culpables de que sus mujeres sean lo que se ve que son. Es, en una palabra, sumamente difícil ser fiel a ciertos maridos hecho con arreglo a determinado patrón, y quien da lugar a que su hija caiga en manos de un hombre al que detesta es responsable ante el Cielo de las faltas que ella pueda cometer. Imaginaos, pues, a qué riesgos la exponéis adoptando semejante decisión.

Molière, Tartufo, Barcelona, Ediciones Vicens Vives, Clásicos universales, páginas 41-42
Seleccionado por Lucía Pintor del Mazo. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015

Geoffrey Chaucer, Cuentos de Canterbury

                                                  CUENTO DE DON THOPAS

    Oíd con atención, señores; que os voy a relatar la alegre y amena historia de un caballero gallardo y gentil, señalado en batallas y torneos y a quien llamaban don Thopas. Había nacido éste en una remota comarca de Flandes, en un lugar denominado Poperingen. Su padre, hombre muy pródigo, era, con el favor de Dios, señor de aquel país.
     Era don Thopas un apuesto galán, de rostro blanco como la flor de la harina. Tenía los labios bermejos como las rosas, bien hecha la nariz y encendido color. Su barba y sus cabellos eran de tonos vivos como el azafrán, y aquélla le llegaba hasta la cintura. Usaba zapatos de cordobán, oscuras calzas de Brujas y veste de seda fina, con áureos recamados, que costó, en verdad, muchas monedas genovesas. 
      

      Geoffrey Chaucer, Cuentos de Canterbury, ed. 5, Madrid, 1987, pág   106.
      Seleccionado por Nuria Muñoz Flores, segundo de bachillerato, curso 2014/2015.

Jack London, La llamada de la naturaleza

El que ganó la hegemonía



    -¿Eh? ¿Qué te dije? No digo nada más que la verdad cuando digo que Buck es dos demonios.
    Ésa fue la conversación de François a la mañana siguiente, cuando advirtió que faltaba Spitz y vio a Buck cubierto de heridas. Lo condujo junto a la hoguera y la iba señalando a su luz.
   -Ese Spitz pelea como un demonio -dijo Perrault, mientras inspeccionaba la abertura de los tajos y los cortes.
    -Y ese Buck pelea como dos demonios -fue la respuesta de François-. Ahora sí que haremos buenos tiempos. No más Spitz, no más problemas, seguro.
     Mientras Perrault recogía los trastos del campamento y cargaba el trineo, el conductor del trineo se dispuso a aparejar los arneses a los perros. Buck se adelantó a ocupar el puesto que debía ocupar Spitz en calidad de líder, pero François, sin reparar en él, trajo a Sol-leks a la codiciada plaza. A su juicio, Sol-leks era el mejor perro guía que le quedaba. Buck se abalanzó furioso sobre Sol.leks, desplazándolo hacia atrás para ocupar su plaza.
     -¡Eh, eh! -gritó Fraçois, dándose unas palmadas en los muslos divertidamente-. Mira a este Buck. Mata a Spitz, y piensa que va a ocupar su puesto en el trabajo.
    ¡Fuera de ahí!¡Ssssha! -gritó, aunque Buck se negó a quitarse.
   Cogió a Buck por el colodrillo, y aunque éste gruñía en tono de amenaza, lo apartó a un lado y volvió a colocar en su sitio a Sol-leks. Al viejo perro no le gustaba esto, y daba evidentes muestras de que tenía miedo a Buck. Fraçois porfiaba, pero tan pronto como se dio la vuelta, Buck volvió a desalojar a Sol-leks, que en modo alguno se resistía a dejar el sitio



Jack London, La llamada de la naturalezaMadrid, ed.Alianza Editorial, 1989, página 49-50.
Seleccionado por Guillermo Arjona Fernández. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015

Las aventuras de Tom Sawyer

CAPÍTULO XII

     -Sí, señora, eso es, creo que sí.
     -¿Lo crees?
     -Sí, señora.
     La anciana empezó a agacharse y Tom la observaba con un interés acentuado por la ansiedad. Demasiado tarde se percató el chico del <> que llevaba ella. Por debajo del cubrecama asomaba el mango de la cuchara delatora. La tía Polly la recogió y la levantó. Tom se encogió un poco y bajó la mirada. La tía Polly lo agarró por donde solía- es decir, por la oreja- y la descargó en la cabeza un buen golpe con el dedal. 
     -Y ahora, dígame usted por qué quería tratar de esa manera al pobre animal.
     -Lo hice porque me dio lástima... Como él no tiene tía...
     -¡Que no tiene tía! ¡Serás majadero! ¿Y eso qué tiene que ver?
     -¡Huy, muchísimo! Porque si hubiera tenido tía, ¡ella misma lo hubiera abrasado! ¡Le hubiera achicharrado las entrañas sin más contemplaciones que si se tratara de un ser humano!
     La tía Polly sintió una repentina punzada de remordimiento. Aquello le hacía ver la cuestión desde otro punto de vista; lo que resultaba cruel para un gato podría también ser cruel para un muchacho. Empezó a ablandarse; lo sentía mucho. Se le humedecieron los ojos, puso la mano en la cabeza de Tom y dijo con dulzura:
     -Lo hice con las mejores intenciones Tom... Y además, Tom, creo que te ha hecho bien, hijo.
     Tom levantó los ojos a su cara con un imperceptible destello de malicia en medio de su seriedad.
     -Yo sé que tenías las mejores intenciones, tiíta, y yo también las tenía con Peter. Le hizo bien a él también. Nunca le he visto tan animado, desde hace...


     Mark Twain, Las aventuras de Tom Sawyer, Madrid, Ediciones generales Anaya, S.A., páginas 104, 105, 1984. Seleccionado por Andrea González García. Segundo de bachillerato, curso 2014-2015.

Macbeth, William Shakespeare

                                            ESCENA VII


                                Galería del castillo de Macbeth
                             
                                 Macbeth y lady Macbeth


     Macbeth.- ¡Si bastara hacerlo..., pronto quedaba terminado! ¡Si con dar un golpe se atajaran las consecuencias y el éxito fuera seguro..., yo me lanzaría de cabeza desde el escollo de la duda al mar de una existencia nueva! Pero ¿cómo hacer callar a la razón qué incesante nos recuerda su máximas importunas, máximas que en la infancia aprendió y que luego son tortura del maestro? La implacable justicia nos hace apurar hasta las heces la copa de nuestro propio veneno. Yo debo doble fidelidad al rey Duncan. Primero, por pariente y vasallo. Segundo, porque le doy hospitalidad en mi castillo, y estoy obligado a defenderle de extraños enemigos en vez de empuñar yo el hierro homicida. Además, es tan buen rey, tan justo y clemente, que los ángeles de su guardia irán pregonando eterna maldición contra su asesino. La compasión, niño recién nacido, querubín desnudo, irá cabalgando en las invisibles alas del viento, para anunciar el crimen a los hombres, y el llanto y agudo clamor de los pueblos sobrepujará a la voz de los roncos vendavales. La ambición me impele a escalar la cima. ¿Pero rodaré por la pendiente opuesta? (A lady Macbeth.) ¿Qué sucede?
     Lady Macbeth.- La cena está acabada. ¿Por qué te retiraste tan pronto de la sala del banquete?
     Macbeth.- ¿Me has llamado?
     Lady Macbeth.- ¿No lo sabes?
     Macbeth.- Tenemos que renunciar a ese horrible propósito. Las mercedes del rey han llovido sobre mí. Las gentes me aclaman honrado y vencedor. Hoy he visto los arreos de la gloria, y no debo mancharlos tan pronto.



William Shakespeare, Macbeth, Madrid, Editorial EDAF , Colección Biblioteca Edaf , 1981, páginas 43 y 44, Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo, Segundo de Bachillerato, Curso 2014-2015.

Jules Verne, Viaje al centro de la tierra

     Tan curiosa isla debió, evidentemente, emerger del fondo de las aguas en una época relativamente moderna. Tal vez continúe elevándose aún por un movimiento insensible. De ser así, habría que atribuir forzosamente su origen a la acción de los fuegos subterráneos, en cuyo caso tanto la teoría de Humphry Davy como el documento de Saknussemm y las pretensiones de mi tío carecían de toda base. Esta hipótesis me condujo a examinar atentamente la naturaleza del suelo, lo que me reveló la sucesión de fenómenos que presidieron su formación.
     Islandia, absolutamente privada de terrenos sedimentarios, se compone únicamente de toba volcánica, es decir, de un conglomerado de piedras y rocas de una textura porosa. Antes de la existencia de los volcanes estaba formada por un poderoso macizo de origen eruptivo, lentamente elevado sobra las olas por el empuje de las fuerzas centrales. Todavía no había hecho irrupción los fuegos internos. Pero más tarde se abrió una amplia hendidura diagonalmente, del sudoeste al noroeste de la isla, por la cual se derramó, poco a poco, toda la pasta traquítica. La abertura era enorme y las materias en fusión, vomitadas por las entrañas del Globo, se extendieron tranquilamente en vastos mantos o en masas redondeadas. En esa época hicieron su aparición los feldespatos, las sienitas y los pórfidos.


Jueles Verne, Viaje al centro de la Tierra, Madrid, Alianza, 1985, página 121. Seleccionado por Alejandro López Sánchez. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.


Goethe, Werther



19 de abril


     Gracias por tus dos cartas. No las he contestado antes porque dejé ésta abierta hasta recibir el cese de la corte; temía que mi madre pudiera dirigirse al ministro y entorpecer de este modo mi propósito. Mas ahora ya está todo consumado, mi cese ha llegado. No quiero deciros de qué mala gana se ha expedido, ni lo que el ministro me escribía; caeríais otra vez en nuevas lamentaciones. El príncipe heredero me envió como despedida veinticinco ducados, con unas palabras que me han hecho brotar las lágrimas; por tanto ya no necesito el dinero que hace poco había pedido a mi madre.




5 de mayo


     Mañana dejo este lugar y como el pueblo donde nací sólo dista de aquí seis millas, me gustaría verlo y recordar viejos y felices días de ensueño. Entraré por la misma puerta por donde salimos mi madre y yo cuando, después de la muerte de mi padre, ella abandonó aquel querido sitio tan familiar, para encerrarse en su insoportable ciudad. Adieu, Wilhelm, ya tendrás noticias de mi viaje.





Johann Wolfgang Von Goethe, Werther, Madrid, ed. Cátedra, col. Letras Universales, 1986, página 128.
Seleccionado por Laura Tomé Pantrigo. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015.



Jules Verne, VIaje al centro de la tierra



     El Sneffels tiene cinco mil pies de altura. Su doble cono corona una capa traquítica que se destaca del sistema ortográfico de la isla. Desde nuestro punto de partida no podíamos ver sus dos pico perfilarse sobre el fondo grisáceo del cielo. Yo distinguía únicamente un enorme casquete de nieve ladeado sobre la frente del gigante.
     Íbamos en fila india, precedidos del cazador, quien ascendía por veredas tan estrechas que no permitían el paso de dos personas. Así, toda conversación era prácticamente imposible.
     Al otro lado del murallón basáltico del fiord de Stapi hallamos un terreno de tuba herbácea y fibrosa, residuo de la antigua vegetación de los pantanos de la península. La masa de ese combustible aún no explotado bastaría para calentar durante un siglo a toda la población de Islandia. La vasta turbera presentaba en algunos lugares setenta pies de altura, medida desde el fondo de algunos barrancos, y estaba compuesta de capas sucesivas de detritus carbonizados, separadas por formaciones de piedra pómez.
     Haciendo honor a mi parentesco con el profesor Lidenbrock, observaba yo con interés, pese a mis preocupaciones, las curiosidades mineralógicas extendidas en tan vasto gabinete de historia natural. Y al mismo tiempo rehacía en mi mente toda la historia geológica de Islandia


       Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, Madrid, Alianza, 1985, páginas 120-121. 
       Seleccionado por Alejandro López Sánchez. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.

El sueño de una noche de verano, William Shakespeare

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

Atenas. Cuarto en el palacio de Teseo


  TESEO- No está lejos, hermosa Hipólita, la hora de nuestra nupcias, y dentro de cuarto felices días principiará la luna nueva; pero , ¡ah!, ¡con cuánta lentitud se desvanece la anterior! Provoca mi impaciencia como una suegra o una tía que no acaba de morirse nunca y va consumiendo las rentas del heredero.
   HIPÓLITA- Pronto declinarán cuatro días en cuatro noches, y cuatro noches harán pasar rápidamente en sueño del tiempo, y entonces la luna, que parece en el cielo un arco encorvado, verá la noche de nuestras solemnidades.
 TESEO- Ve, Filóstrato, a poner en movimientola juventud  ateniense y prepararla a las diversiones: despierta el espíritu vivaz y oportuno de la alegría, y quede la tristeza relegada a los funerales. Esa pálida compañera no conviene a nuestras fiestas. Hipólita, gané tu corazón con mi espada, causámdote sufrimientos; pero me desposaré contigo de otra manera: en la pompa, el triunfo y los placeres.
  EGEO- Felicidades a nuestro afamado duque Teseo.
  TESEO- Gracias, buen Egeo. ¿Qué nuevas traes?
  EGEO- Lleno de pesadumbre vengo a quejarme contra mu hija Hermia. Avanzad, Demtrio. Noble señor, este hombre había consentido en casarse con ella... Avanzad, Lisandro. Pero éste, bondadoso duque, ha seducido el corazón de mi hija. Tú, Lisandro, tú le has dado rimas y cambiado con ella presentes amorosos: hascantado a su ventana en las noches de la luna con engañosa voz versos de fingido afecto, y has fascinado las impresiones de su imaginación con brazaletes de tus cabellos, anillos, adornos, fruslerías, ramilletes, dulces y bagatelas, mensajeros que las más veces prevalecen sobre la inexperta juventud; has extraviado astutamente el corazón de mi hija y convertido la obediencia que me debe en ruda obstinación.



William Shakespeare, El sueño de una noche de verano, Madrid, EDAF, 1997, página 45-46.
Seleccionado por Guillermo Arjona Fernández. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015

Su único hijo, Leopoldo Alas "Clarín"

V


     Por la noche Emma le echó del seno del hogar por algunas horas, y Bonifacio volvió al ensayo. Ahora no estaba solo en calidad de público; en todas las faltriqueras había abonados, y en la de los tertulios de Cascos se destacaba la respetable personalidad del Gobernador militar, que honraba a aquellos señores aceptando un asiento en lo oscuro. Reyes se sentó en primera fila, y en cuanto Mochi miró hacia el palco, le saludó con el sombrero. No contestó el temor por lo pronto, lo cual desconcertó al buen aficionado, principalmente por lo que pensarían sus amigos; mas ¡oh gloria inmortal, oh momento inolvidable! al lado de Mochi, frente a la cáscara del apuntador, había una mujer, una señora, con capota de terciopelo, debajo de la cual asomaban olas de cabello castaño claro y fino; y aquella mujer, aquella señora que había notado el saludo de Reyes, tocó familiarmente con una mano enguantada en un hombro el tenor, y le debió de decir:
     -En aquel palco te han saludado.
     Ello fue que Mochi se volvió con rapidísimo gesto, vio a reyes y se deshizo en cortesías...
     En el palco todos envidiaron aquello, hasta el brigadier Gobernador militar de la provincia; y más envidiaron la sonrisa con que la dama de la capota se atrevió a acompañar el saludo de Mochi, muy satisfecha, al parecer, de haberle advertido su distracción.
     Reyes encontró en sus ojos la mirada de la Gorgheggi  - que no era otra la dama- y muchas veces, muchas, pensando después en aquel momento solemne de su vida, tuvo que confesarse que impresión más dulce ni tan fuerte no la había experimentado en toda su juventud, tan romántica por dentro.
     <>


     Leopoldo Alas "Clarín", Su único hijo, Madrid, Edición Espasa-calpe, S.A., páginas 46, 47, 1979. Seleccionado por Andrea González García. Segundo de bachillerato, curso 2014-2015.

Mark Twain, Las aventuras de Tom Sawyer

Capitulo XVIII

     ¡Tom estaba hecho todo un héroe! No iba dandi saltos y bailando, sino que andaba con un paso jactancioso y digno, propio de un pirata que sabe pendientes de sí los ojos de todo el mundo. Y en realidad así era; hacía como si no viera las miradas ni oyera los comentarios que suscitaba su paso, pero eran como un alimento para su alma. Los chicos más pequeños que él, de que Tom les aceptara, como si él fuera el tambor que va al frente de una procesión o el elefante que camina delante de las fieras de un circo. Los muchachos de su propia edad aparentaban no saber en absoluto que había estado ausente; sin embargo, se concomían de envidia. Hbubieran dado cualquier cosa a cambio de la piel morena y bronceada de Tom y su brillante notoriedad; y Tom no habiera cedido ninguna de estas cosas ni a cambio de un circo.

    En la escuela los niños asediaron tanto a Tom y a Joe y les lanzaron miradas de tan elocuente admiración, que los dos héroes no tardaron en ponerse insufriblemente engreídos. Empezaron a contar sus avnturas a audiencias anhelentes... y no hicieronmás qu empezar, porque aquello parecía que no iba a tener fin, de tantos añadidos como les iban poniendo en su imaginación.

     Mark Twain, Las aventuras de Tom Sawyer, Madrid, Ed. castellana, Editorial Anaya, 1984, página 147.
 Seleccionado por Pablo Galindo Cano. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015.

Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver

                                        Segunda parte
                                     Viaje a Brobdingnag


                                    Capítulo primero

     La naturaleza y el destino me habían condenado a una vida activa e inquieta. A los dos meses de mi regreso volví a abandonar mi patria embarcándome en las Downs el 20 de junio de 1702 en el Adventure, comandado por el capitán John Nicholas, un oficial nativo de Cornualles, con destino a Surat. Tuvimos viento muy favorable hasta que llegamos al cabo de Buena Esperanza, donde desembarcamos para aprovisionarnos de agua potable; pero habiéndose descubierto una vía de agua descargamos las mercancías y pasamos el invierno allí; además, al haber enfermado el capitán de paludismo, no pudimos abandonar el cabo hasta finales de marzo. Zarpamos entonces y tuvimos un placentero viaje hasta que cruzamos los estrechos de Madagascar; pero al norte ya de aquella isla, y a unos cinco grados de latitud sur, los vientos que, según se ha observado, soplan del noroeste en aquellos mares con una intensidad igual y constante desde principios de diciembre hasta primeros de mayo, el 19 de abril comenzaron a hacerlo con mucha mayor violencia y más del Poniente que lo habitual, durante veinte días seguidos; esto nos llevó un poco al este de las islas Molucas y a unos tres grados al norte del ecuador, tal como estableció nuestro capitán por una fijación que realizó el 2 de mayo.



Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver, Barcelona, Editorial Planeta, Colección Clásicos universales Planeta, 1984, página 73, Seleccionado por Pablo del Castillo Baquerizo, Segundo de Bachillerato, Curso 2014-2015.

Walter Scott, Ivanhoe

     -Eso me enamoraría, porque nunca este país tuvo tanta necesidad del apoyo de los que le aman.  Escuchadme, pues, y os enteraré de una empresa en la cual, si no mienten las apariencias, podéis representar un honroso papel. Una banda de malvados, con trajes que no son dignos de vestir, se han apoderado de un noble inglés, llamado Cedric el Sanjón, de su pupila y de Athelstane de Coningsburgh, su amigo; los conducen a Torquilstone, un castillo situado en esta selva. Ahora bien, os lo pregunto a fuer de buen caballero y de leal inglés, ¿queréis ayudarnos a libertarles?
     -Mis votos me obligan a ello.Y vos, que reclamáis mi auxilio en su favor, no me disgustaría saber quié sois.
     -Soy un hombre oscuro; pero amo a mi país y a los amigos de mi país. Básteos eso por ahora, con mayor razón cuando vos mismo deseáis guardar el incógnito. Tened, con todo, la seguridad de que mi palabra, una vez empeñada, es tan inviolable como si calzara yo espuela de oro.
     -Lo creo sin dificultad. Soy buen fisonomista, y veo en vos franqueza y decisión. Sin preguntaros más, os ayudaré a poner en libertad a esos prisioneros. Después de lo cual, espero que nos conozcamos mejor y quedemos contentos uno de otro.



Walter Scott, Ivanhoe, Barcelona, RBA, Editores, Historia de la literatura, páginas 216-217.
Seleccionado por Lucía Pintor del Mazo. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015

Franz Kafka, Cartas a Felice

     A la señora Sophie Friedmann

     [Membrete de la Compañía de Seguros Contra Accidentes de Trabjo]
24, X, 12
     Querida señora:
     Le quedo infinitamente agradecido por la delicadeza con la que ha tocado usted este asunto, el cual parece estar ya perfectamente en regla. Su silencio a mi última carta, que, por otro lado, tampoco requería ninguna respuesta especial, supongo no debo interpretarlo como castigo a alguna estupidez que, por nervisismo u otra razón cualquiera, hubiese podido adherirse a mis dos cartas. Pero usted ya sabe, querida señora, cuánto me hace padecer el no recibir respuestas, de modo que, con toda seguridad, hubiese preferido castigarme por una estupidez mediante una carta adecuada antes que mediante el silencio. Esta reflexión no me hace ahora suya, pero confío en que continuará mostrándose tan amable como lo ha sido al concederme su ayuda últimamente. Me gustaría dar las gracias también muy especialmente a su amable esposo, violento, y en segundo lugar porque sé que se halla usted tan unida a su esposo que la gratitud a usted destinada recae, de modo inmediato, también sobre él.
     Con mis más cordiales saludos.
Suyo, Dr. F. Kafka

Franz Kafka, Cartas a Felice, Madrid, ed.Alianza Editorial, 1984, página 54.
Seleccionado por Alain Presentación Muñoz. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015.