lunes, 16 de marzo de 2015

Jack London, La llamada de la naturaleza

El que ganó la hegemonía



    -¿Eh? ¿Qué te dije? No digo nada más que la verdad cuando digo que Buck es dos demonios.
    Ésa fue la conversación de François a la mañana siguiente, cuando advirtió que faltaba Spitz y vio a Buck cubierto de heridas. Lo condujo junto a la hoguera y la iba señalando a su luz.
   -Ese Spitz pelea como un demonio -dijo Perrault, mientras inspeccionaba la abertura de los tajos y los cortes.
    -Y ese Buck pelea como dos demonios -fue la respuesta de François-. Ahora sí que haremos buenos tiempos. No más Spitz, no más problemas, seguro.
     Mientras Perrault recogía los trastos del campamento y cargaba el trineo, el conductor del trineo se dispuso a aparejar los arneses a los perros. Buck se adelantó a ocupar el puesto que debía ocupar Spitz en calidad de líder, pero François, sin reparar en él, trajo a Sol-leks a la codiciada plaza. A su juicio, Sol-leks era el mejor perro guía que le quedaba. Buck se abalanzó furioso sobre Sol.leks, desplazándolo hacia atrás para ocupar su plaza.
     -¡Eh, eh! -gritó Fraçois, dándose unas palmadas en los muslos divertidamente-. Mira a este Buck. Mata a Spitz, y piensa que va a ocupar su puesto en el trabajo.
    ¡Fuera de ahí!¡Ssssha! -gritó, aunque Buck se negó a quitarse.
   Cogió a Buck por el colodrillo, y aunque éste gruñía en tono de amenaza, lo apartó a un lado y volvió a colocar en su sitio a Sol-leks. Al viejo perro no le gustaba esto, y daba evidentes muestras de que tenía miedo a Buck. Fraçois porfiaba, pero tan pronto como se dio la vuelta, Buck volvió a desalojar a Sol-leks, que en modo alguno se resistía a dejar el sitio



Jack London, La llamada de la naturalezaMadrid, ed.Alianza Editorial, 1989, página 49-50.
Seleccionado por Guillermo Arjona Fernández. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015

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