lunes, 16 de marzo de 2015

Jules Verne, VIaje al centro de la tierra



     El Sneffels tiene cinco mil pies de altura. Su doble cono corona una capa traquítica que se destaca del sistema ortográfico de la isla. Desde nuestro punto de partida no podíamos ver sus dos pico perfilarse sobre el fondo grisáceo del cielo. Yo distinguía únicamente un enorme casquete de nieve ladeado sobre la frente del gigante.
     Íbamos en fila india, precedidos del cazador, quien ascendía por veredas tan estrechas que no permitían el paso de dos personas. Así, toda conversación era prácticamente imposible.
     Al otro lado del murallón basáltico del fiord de Stapi hallamos un terreno de tuba herbácea y fibrosa, residuo de la antigua vegetación de los pantanos de la península. La masa de ese combustible aún no explotado bastaría para calentar durante un siglo a toda la población de Islandia. La vasta turbera presentaba en algunos lugares setenta pies de altura, medida desde el fondo de algunos barrancos, y estaba compuesta de capas sucesivas de detritus carbonizados, separadas por formaciones de piedra pómez.
     Haciendo honor a mi parentesco con el profesor Lidenbrock, observaba yo con interés, pese a mis preocupaciones, las curiosidades mineralógicas extendidas en tan vasto gabinete de historia natural. Y al mismo tiempo rehacía en mi mente toda la historia geológica de Islandia


       Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, Madrid, Alianza, 1985, páginas 120-121. 
       Seleccionado por Alejandro López Sánchez. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.

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