lunes, 16 de marzo de 2015

Walter Scott, Ivanhoe

     -Eso me enamoraría, porque nunca este país tuvo tanta necesidad del apoyo de los que le aman.  Escuchadme, pues, y os enteraré de una empresa en la cual, si no mienten las apariencias, podéis representar un honroso papel. Una banda de malvados, con trajes que no son dignos de vestir, se han apoderado de un noble inglés, llamado Cedric el Sanjón, de su pupila y de Athelstane de Coningsburgh, su amigo; los conducen a Torquilstone, un castillo situado en esta selva. Ahora bien, os lo pregunto a fuer de buen caballero y de leal inglés, ¿queréis ayudarnos a libertarles?
     -Mis votos me obligan a ello.Y vos, que reclamáis mi auxilio en su favor, no me disgustaría saber quié sois.
     -Soy un hombre oscuro; pero amo a mi país y a los amigos de mi país. Básteos eso por ahora, con mayor razón cuando vos mismo deseáis guardar el incógnito. Tened, con todo, la seguridad de que mi palabra, una vez empeñada, es tan inviolable como si calzara yo espuela de oro.
     -Lo creo sin dificultad. Soy buen fisonomista, y veo en vos franqueza y decisión. Sin preguntaros más, os ayudaré a poner en libertad a esos prisioneros. Después de lo cual, espero que nos conozcamos mejor y quedemos contentos uno de otro.



Walter Scott, Ivanhoe, Barcelona, RBA, Editores, Historia de la literatura, páginas 216-217.
Seleccionado por Lucía Pintor del Mazo. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015

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