Libro VII
Desciende del cielo, Urania, si es éste
Tu justo nombre, para que siguiendo
Tu voz divina logre remontarme
Más alto que la cumbre del Olimpo
Y que el vuelo del alado Pegaso. El sentido, no el nombre, es el que invoco;
Pues tú no estás ni con las nueve musas
Ni en la cima del viejo Olimpo moras,
Sino que, del Cielo nacida, antes
Que se alzaran los montes y manaran Las fuentes, conversabas con tu hermana,
La Sabiduría eterna, y con ella
Jugabas en la presencia del Padre
Todopoderoso, que gozaba
Con tu celeste canto. Hacia lo alto,
LLevado por ti, al Cielo de los Cielos
He osado llegar, terreno huésped,
Y he aspirado el aire del Empíreo,
Por ti templado; guíame con igual
Seguridad a mi regreso hacia
Mi elemento natural, no sea que
Tirado de este ligero corcel
Desbocado, caiga en el campo de Alea,
Para vagar por él abandonado,
Como le sucedió a Belerofonte
En su día, aunque no de una región
Tan elevada.
John Milton,
El paraíso perdido, Madrid, Edt. CATEDRA, Letras Universales, 1986. 479 páginas. Seleccionado por Rodrigo Perdigón Sánchez. Primero de bachillerato. Curso 2016-2017.