En su pecho le hierve tumultuoso,
Y cual si fuese una máquina diabólica,
Sobre sí retrocede; horror y duda
Perturban sus confusos pensamientos
Y desde el fondo agitan el Infierno
Que su seno contiene, porque dentro
De sí lleva al Infierno y a su entorno,
Y del Infierno no puede alejarse
Un solo paso, igualmente como
Tampoco puedede si mismo huir
Aunque de lugar cambie. Ahora bien
La conciencia despierta al desespero
Que estaba adormecido, y el amargo
Recuerdo aviva en él de lo que era,
De lo que es, y, peor, lo que será;
A peores males, peores sufrimientos
Seguirán. A veces dirige hacia el Edén,
Que yace deleitoso a su mirada,
Su atención pesarosa, a veces mira
Hacia el Cielo y hacia el esplendoroso
Sol que ahora en su torre meridiana
Se asienta. Entonces reconsiderando
Sus pensamientos, le dice suspirando:
<
El dios de este Mundo recién creado;
Y a cuya vista todas las estrellas
Ocultan sus diminutas cabezas;
A ti te llamo, aunque con voz no amiga,
Y evoco tu nombre para decirte,
Cuánto odio, oh sol, tus rayos que me traen
Recuerdos del estado desde donde
Caí, yo que antaño me sentía
Tan glorioso encima de tu esfera,
Hasta que el orgullo y la ambición peor
Me arrojaron al abismo por hacer
Guerra en el Cielo contra el sin igual
Rey del Cielo.
John Milton, El paraiso perdido. Madrid. Letras Universales, Edicion: 1986. Pag 180.
Seleccionado por Javier Arjona Piñol. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.
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