Capítulo: VIII
VIAJE POR MAR
Ocupado aún en esta obra, terminó mi cuarto año en este lugar, y celebré mi aniversario con la misma devoción y el mismo consuelo que siempre; porque por el estudio constante y seria aplicación de la palabra de Dios, y por el auxilio de Su gracia, había llegado a tener una visión de las cosas distinta de la que tenía antes. Concebía nociones distintas. Ahora consideraba el mundo como algo remoto, con el que yo no tenía nada que ver, del que nada esperaba, y del que la verdad es que nada deseaba; en una palabra, que no tenía nada que ver con él, y parecía como si esta disposición nunca fuera a cambiar; así e que creo que se mostraba como tal vez lo contemplaremos en la otra vida , es decir, como un lugar en el que había vivido, pero que ya había abandonado; y bien hubiera podido decir como el Padre Abraham al rico Epulón: Entre yo y tú hay un gran abismo.
En primer lugar me había alejado de todas las iniquidades de este mundo. No tenía ni la concupiscencia de la carne, ni la concupiscencia de los ojos, ni la vanidad de la vida. No tenías nada que envidiar; porque tenía todo lo que era capaz de disfrutar; era el señor de todo el territorio; o, si quería, podía titularme rey o emperador de todo el aquel país del que había tomado posesión. No había rivales; no tenía competidores, nadie que me disputase la soberanía o el poder. Podía cultivar grano suficiente para cargar barcos enteros; pero de nada me hubiera servido; así que me limité a cultivar el que creí bastaría a mis necesidades.
Daniel Defoe, Robison Crusoe, editorial planeta, publicada en Barcelona en 1994,capítulo: VIII ,página: 116.
Seleccionado por Lara Esteban González, primero bachillerato, curso 2016-2017.
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