El médico lo depositó en sus brazos. Ella apretó ardientemente
sus pálidos labios sobre la frente del niño, se
pasó luego las manos sobre el rostro, miró en derredor
con ojos extraviados, se estremeció, cayó de espaldas... y
murió. Le frotaron el pecho, las manos y las sienes; mas
la sangre se había detenido para siempre. Antes habían
hablado de esperanza y de consuelos. Hacía mucho tiempo
que éstos eran desconocidos para ella.
—¡Todo ha terminado, señora Thingummy! —dijo
el médico, al cabo.
—¡Ah! ¡Pobrecita! Ya lo veo —murmuró la enfermera,
recogiendo el tapón de la botella verde, que se habíacaído sobre la almohada al tiempo de inclinarse a levantar
al niño—. ¡Pobre mujer!
—No os molestéis en mandar por mí si el niño
llora —dijo el médico, poniéndose los guantes con
gran parsimonia—. Es muy probable que esté molesto.
En ese caso, dadle un poco de papilla —se puso el
sombrero y, deteniéndose junto a la cama, camino de la
puerta, añadió—: Era guapa la muchacha... ¿De dónde
vino?
—La trajeron anoche —respondió la vieja— por orden
del visitador. La encontraron tendida en la calle. Debió
de haber andado mucho, pues traía los zapatos destrozados;
pero nadie sabe de dónde venía ni adónde iba.
Se inclinó el doctor sobre el cadáver y le alzó la mano
izquierda.
—¡Lo de siempre! No hay anillo de boda. ¡Ah!
¡Buenas noches!
Se fue el médico a cenar, y la enfermera, tras haberse
aplicado una vez más a la verde botella, se sentó
en una silla baja delante del fuego y comenzó a vestir al
infante.
Charles Dickens, Las aventuras de Oliver Twist http://www.prisaediciones.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/200710/primeras-paginas-aventuras-oliver-twist.pdf. Seleccionado por Julia Mateos Gutiérrez, segundo de bachillerato, curso 2015-2016.
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