viernes, 5 de abril de 2013

La hija del capitán, Alexander Pushkin

Al recobrar el conocimiento, estuve un tiempo aturdido, sin entender lo que me había pasado. Yacía en una cama, en un cuarto extraño y me dominaba una gran debilidad. Ante mí se encontraba Savélich con una vela en la mano. alguien me quitaba delicadamente las vendas que envolvían mi pecho y hombro. Poco a poco se me fue aclarando la mente. Me acordé del duelo y comprendí que estaba herido. En aquel instante chirrió la puerta.
-¿Qué?¿Cómo va? - pronunció una voz en un susurro que me hizo estremecer.
-En el mismo estado - respondió Savélich con un suspiro -: sin recobrar el conocimiento, y ya va para el quinto día.
Quise volverme, pero no pude.
-¿Dónde estoy? ¿Quién hay aquí? - pronuncié con gran esfuerzo.
María Ivánovna se acercó a la cama y se inclinó sobre mí.
-¿Qué?¿Cómo se siente usted? - dijo.
-Gracias a Dios - logré decir con voz débil -. ¿Es usted, María Ivánovna? Dígame... -no me sentí con fuerzas para continuar y callé.
Una expresión de alegría se dibujó en el rostro de Sanvélich.
Exclamó:
-¡Ha vuelto en sí!¡Ha vuelto en sí! - repetía -. ¡Gracias te doy, Dios Todopoderoso! ¡Ay, hijo mío, Piotr Andreich, qué susto me has dado!¡Se dice pronto!¡El quinto día!.
María Ivánovna interrumpió sus palabras.
-No hables mucho con él, Sávelich -dijo -. Aún está débil.
La muchacha salió del cuarto y entornó silenciosamente la puerta.
Los pensamientos se me soliviantaron. Así pues, me encontraba en casa del comandante. María Ivánovna entraba en mi cuarto. Quería hacerle unas cuantas preguntas a Savélich, pero el anciano meneó la cabeza y se tapó los oídos. Yo cerré contrariado los ojos y pronto caí en un profundo sueño.
Al despertarme llamé a Savélich, pero en su lugar encontré ante mí a María Ivánovna; su voz angelical me enviaba un saludo. No podria expresar el dulce sentimiento que invadió en aquel instante todo mi ser.  Tomé su mano y la estreché contra mí cubriéndola de emocionadas lágrimas. Masha no la apartaba...De pronto sus delicados labios rozaron mi mejilla y yo sentí su ardiente y fresco beso. Una ola de fuego recorrió todo mi cuerpo.



Aleksandr Pushkin, La hija del capitán, editorial Alianza, seleccionado por Beatriz Iglesias, segundo de Bachillerato, curso 2012/2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario