Al recobrar el conocimiento, estuve un tiempo aturdido, sin entender lo que me había pasado. Yacía en una cama, en un cuarto extraño y me dominaba una gran debilidad. Ante mí se encontraba Savélich con una vela en la mano. alguien me quitaba delicadamente las vendas que envolvían mi pecho y hombro. Poco a poco se me fue aclarando la mente. Me acordé del duelo y comprendí que estaba herido. En aquel instante chirrió la puerta.
-¿Qué?¿Cómo va? - pronunció una voz en un susurro que me hizo estremecer.
-En el mismo estado - respondió Savélich con un suspiro -: sin recobrar el conocimiento, y ya va para el quinto día.
Quise volverme, pero no pude.
-¿Dónde estoy? ¿Quién hay aquí? - pronuncié con gran esfuerzo.
María Ivánovna se acercó a la cama y se inclinó sobre mí.
-¿Qué?¿Cómo se siente usted? - dijo.
-Gracias a Dios - logré decir con voz débil -. ¿Es usted, María Ivánovna? Dígame... -no me sentí con fuerzas para continuar y callé.
Una expresión de alegría se dibujó en el rostro de Sanvélich.
Exclamó:
-¡Ha vuelto en sí!¡Ha vuelto en sí! - repetía -. ¡Gracias te doy, Dios Todopoderoso! ¡Ay, hijo mío, Piotr Andreich, qué susto me has dado!¡Se dice pronto!¡El quinto día!.
María Ivánovna interrumpió sus palabras.
-No hables mucho con él, Sávelich -dijo -. Aún está débil.
La muchacha salió del cuarto y entornó silenciosamente la puerta.
Los pensamientos se me soliviantaron. Así pues, me encontraba en casa del comandante. María Ivánovna entraba en mi cuarto. Quería hacerle unas cuantas preguntas a Savélich, pero el anciano meneó la cabeza y se tapó los oídos. Yo cerré contrariado los ojos y pronto caí en un profundo sueño.
Al despertarme llamé a Savélich, pero en su lugar encontré ante mí a María Ivánovna; su voz angelical me enviaba un saludo. No podria expresar el dulce sentimiento que invadió en aquel instante todo mi ser. Tomé su mano y la estreché contra mí cubriéndola de emocionadas lágrimas. Masha no la apartaba...De pronto sus delicados labios rozaron mi mejilla y yo sentí su ardiente y fresco beso. Una ola de fuego recorrió todo mi cuerpo.
Aleksandr Pushkin, La hija del capitán, editorial Alianza, seleccionado por Beatriz Iglesias, segundo de Bachillerato, curso 2012/2013
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