-Amigo, hágame un favor. ¿Pertenece usted al manicomio o sólo está de visita aquí, o algo así?
Me miró de una manera estúpida y dijó:
-Pardiez, gentil caballero, paréceme...
-Es suficiente,-dije- ya veo que es usted uno de los pacientes.
Me alejé, pondernando y al mismo tiempo con los ojos bien abiertos por si veía algún transeúnte, cuerdo que pudiera informarme sobre la situación poco después me pareció haber encontrado a uno, por lo que lo llevé aparte y le dije al oído:
- Si pudiera hablar con el cuidador jefe un momento... Sólo un momento...
-Os ruego que no me enajéis.
-Enajenarle,¿cómo?
-Pues, entretenerme, si os place más la palabra.
Luego continuo dicendo que era un pinche de cocina y que no podía permitirse parar para chismorrear, aunque lo haría encantado en otra ocasión, pues daría el hígado por saber dónde me compraba la ropa. Cuando se marchaba señaló a uno que dijo que estaba bastante desocupado para lo que yo necesitaba y que sin duda me buscaba, además...
Mark Twain, ''Un yanki en la corte del rey Arturo.'' Editorial; Cátedra, colección 'letras universales'. Edición 2011 (Madrid), 446 páginas.
Seleccionado por; Grisel Sánchez Barroso, primero bachillerato, curso 2017-2018
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