sábado, 21 de noviembre de 2009

Edipo rey, Sófocles

(Llega Tiresias)
EDIPO: Tiresias, tú que todo lo sabes, lo explicable y lo inexplicable, lo que pasa en el cielo y en la tierra, dinos qué enfermedad padece esta ciudad, pues tú aunque ciego, eres el único salvador que le encontramos.
No calles la respuesta de las aves ni otro camino de la adivinación. Sálvate, salva a la ciudad y sálvame. Aleja toda la impureza que nos rodea.
¡Que un hombre ayude a otros es la más noble de todas las acciones!

TIRESIAS: ¡Qué terrible es saber cuando no rinde provecho al que lo sabe!
Yo lo sé muy bien, pero lo había olvidado; si no, no hubiera venido hasta aquí.

EDIPO: ¿Qué te sucede? ¡Con mucho desánimo has llegado?

TIRESIAS: Déjame ir a mi casa; es así como mejor soportaremos nuestra vida, la tuya tú y la mía yo, si me haces caso.

EDIPO: Por los dioses, si lo sabes, no lo calles; te lo pedimos todos estos suplicantes.

TIRESIAS: Porque ninguno lo sabéis. Pero no hay cuidado de que yo revele mis desdichas... por no decir las tuyas.

EDIPO: ¿Cómo? ¿Sabiéndolo, no vas a hablar? ¿Piensas traicionarnos y arruinar tu ciudad?

TIRESIAS: Son cosas que vendrán aunque yo las envuelva en mi silencio.

EDIPO: Pues bien, si han de venir, debes decírmelas.

TIRESIAS: No diré una palabra más. Ante esto ya, si quieres, enfurécete con la cólera más fiera.

EDIPO: Sabe que me pareces haber tramado el crimen y haberlo ejecutado, y si pudieras ver, diría que el crimen fue obra tuya.

TIRESIAS: Te requiero a que cumplas la proclama que has lanzado: ¡desde este día no nos hables ni a éstos ni a mí, pues tú eres la maldición funesta que contamina este país!

EDIPO: ¿Dónde piensas huir de esto que has hecho?

TIRESIAS: Estoy ya a salvo: llevo en mí la verdad, ésta es mi fuerza.

EDIPO: ¿De quién la sabes?

TIRESIAS: De ti. Tú me forzaste a hablar mal de mi grado.

EDIPO: No te he entendido bien. Habla de nuevo.

TIRESIAS: Digo que eres el asesino al que buscas.

EDIPO: No dirás dos veces tan contento injurias tales.

TIRESIAS: ¿Qué más he de decir, para que más te encolerices? No advertiste que tenías un trato infame con los más queridos y no ves adónde puede llegar tu desgracia. Tú eres desgraciado por hacer reproches que ninguno de éstos dejará de hacerte muy en breve.

EDIPO: ¿Es cosa tuya o de Creonte esta maquinación?

TIRESIAS: No es Creonte ningún mal para ti; sino tú para ti mismo.

EDIPO: ¡Riqueza y poder y astucia, cómo os envidian! Creonte el fiel, el amigo de siempre me ataca y desea destronarme lanzándome este brujo, este tramposo, este embustero charlatán.
Penando pagaréis la culpa el que esto ha urdido y tú.

CORIFEO: Edipo, lo mismo sus palabras que las tuyas han sido dichas con ira.
No son estas palabras las que resultan necesarias, sino buscar cómo descifraremos mejor el oráculo del dios.

TIRESIAS: Aunque tú eres el rey, quiero contestarte, pues yo no vivo como esclavo tuyo, sino de Apolo; no voy a aliarme con Creonte como patrono.
Te digo, ya que tú como a ciego me injuriaste: teniendo vista, tú no ves a qué punto has llegado de desgracia, ni dónde moras, ni con quién vives.
La doble maldición de tu madre y tu padre ha de expulsarte un día de esta tierra, un día en el que tú, que ahora tienes vista, sólo verás las tinieblas.
¡Después de esto injuria a Creonte y a mí también cúbreme de insulto y lodo: que no habrá mortal ninguno que peor que tú se vea un día atormentado.

EDIPO: ¡Vete a los infiernos! ¡Da la vuelta y vete y marcha lejos de este palacio!

TIRESIAS: No habría venido aquí, si no me hubieras llamado.

EDIPO: Porque no sabía que tu boca iba a decir palabras insensatas.

TIRESIAS: Me voy pues ya he dicho aquello para lo que vine, no por miedo de tu persona; pues no puedes causarme mal alguno. Yo te digo: ese hombre al que buscas hace tiempo, amenazando y lanzando proclamas sobre la muerte del rey Layo, está aquí: pasa por extranjero aquí asentado, pero pronto se verá que ha nacido tebano y no se alegrará con el hallazgo: porque ciego habiendo visto y mendigo en vez de rico, recorrerá tierras extrañas.

TIRESIAS y CORO:
Verán todos que es al mismo tiempo
padre y hermano de los hijos con quien vive,
hijo y esposo de la mujer de que nació
y heredero del lecho y asesino de su padre.
Reflexiona sobre esto
y si descubres que he mentido,
di ya que de adivinación
no entiendo nada.
(Sale Tiresias)

Sófocles, Edipo rey, Adaptación de Miguel Lumera Guerrero de las traducciones de Assela Alamillo, Agustín García Calvo y Francisco Rodríguez Adrados.

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