Venecia. -Delante de la casa de SHYLOCK.
Entran SHYLOCK y LAUNCELOT.
SHYLOCK.- Bien; tú verás; tus ojos harán la distinción entre el viejo Shylock y Bassanio. ¡Eh,
Jessica! No te atracarás, como has hecho en mi casa. ¡Eh, Jessica! Ni te darás a dormir y a
roncar y a destrozar el traje. ¡Eh, Jessica, digo!
LAUNCELOT.- ¡Eh, Jessica!
SHYLOCK.- ¿Quién te manda llamar? No te he ordenado que llames.
LAUNCELOT.- Vuestra señoría tenía el hábito de reprocharme el no poder jamás hacer nada sin
órdenes.
(Entra JESSICA.)
JESSICA.- ¿Me llamáis? ¿Qué queréis?
SHYLOCK.- Estoy invitado a cenar, Jessica; he aquí mis llaves. Pero ¿por qué había de ir? No es
por afecto por lo que me invitan; quieren adularme. ¡Bah! Iré por odio, nada más que por
hartarme a expensas del pródigo cristiano. Jessica, hija mía, vigila en la casa. Salgo
verdaderamente contra mi deseo; algo se fragua contra mi reposo, pues he soñado esta noche
con sacos de dinero.
LAUNCELOT.- Os ruego, señor, que vayáis; mi joven amo aguarda vuestra «desgracia».
SHYLOCK.- Y yo la suya.
LAUNCELOT.- Y han conspirado juntos...; no quiero deciros que veréis una mascarada, pero si
la veis no fue entonces baldío el que mi nariz sangrara el último lunes de Pascua, a las seis de
la mañana, que caía este año el mismo día que el miércoles de Ceniza de hace cuatro años por
la tarde.
SHYLOCK.- ¡Cómo! ¿Hay máscaras? Escúchame bien, Jessica. Cierra con cerrojo mis puertas, y cuando escuches el tambor o el silbido ridículo del pífano de cuello encorvado, no te
encarames a las ventanas, ni alargues tu cabeza sobre la vía pública para embobarte ante los
payasos cristianos de pintados semblantes, sino, al contrario, tapa los oídos de mi casa, quiero
decir mis ventanas; no dejes entrar en mi severa morada los ruidos inútiles de la disipación.
William Shakespeare, El mercader de Venecia "Escena V", http://www.acanomas.com/Libros-Clasicos/36269/El-mercader-de-Venecia-(William-Shakespeare).htm
Seleccionado por Fabiola Muñoz, Segundo bachillerato, curso 2009/2010)
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