jueves, 20 de octubre de 2011

Las troyanas, Eurípides

ATENEA.- ¿Me es lícito saludar al pariente más cercano de mi padre, al dios poderoso y honrado entre los dioses, ahora que he puesto fin a nuestra anterior enemistad?
POSIDÓN.- Sí puedes, soberana Atenea, que el trato entre parientes es un bálsamo no desdeñable para el corazón.
ATENEA.- Alabo tu carácter sensato. Traigo un mensaje que quiero poner a nuestra común consideración, soberano.
POSIDÓN.- ¿Acaso traes un nuevo mensaje divino de parte de Zeus o de alguno de los dioses?
ATENEA.-No, he venido para buscar tu fuerza y unirla a la mía en beneficio de Troya.
POSIDÓN.- ¡Vaya! ¿Es que has abandonado tu antiguo odio y ahora que arde entre llamas te ha dado lástima?
ATENEA.- Contesta primero a esto: ¿estás dispuesto a deliberar conmigo y a colaborar en lo que deseo llevar a cabo?
POSIDÓN.- Desde luego, pero primero deseo conocer tus propósitos. ¿Has venido a ayudar a los aqueos o a los frigios?
ATENEA.- Quiero que ahora se alegren los troyanos, mis antiguos enemigos, y hacer que el retorno del ejército aqueo sea amargo.
POSIDÓN.- ¿Y por qué saltas de un sentimiento a otro y odias en exceso o amas al azar?
ATENEA.-¿No sabes que hemos sido ultrajados yo y mi propio templo?
POSIDÓM.- Lo sé, cuando Áyax arrastró a Casandra por la fuerza.
ATENEA.- Y sin embargo nada le han hecho los aqueos, ni siquiera se lo han censurado.
POSIDÓN.- ¡Y pensar que destruyeron Ilión ayudados por ti!
ATENEA.- Por eso quiero dañarlos con tu ayuda.
POSIDÓN.- Estoy dispuesto, en lo que de mí depende, a lo que quieres. ¿Qué les harás?
ATENEA.- Quiero que tengan un retorno lamentable.



Eurípides, Tragedias, Las troyanas, Madrid, ed. Gredos. 2000, págs. 167-168, seleccionado por Olga Domínguez Martín, curso 2011-2012. Segundo de Bachillerato

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