es igual que una bella que entre mil almohadones
acaricia con mano distraída y ligera,
esperando dormirse, el perfil de sus pechos;
sobre pieles sedosas de los blandos aludes,
moribunda, se entrega a morosos desmayos,
y desliza sus ojos sobre blancas visiones
que se elevan al cielo igual que florescencias.
Cuando sobre esta tierra, en su vago langor,
deja a veces caer una furtiva lágrima,
un poeta piadoso, enemigo del sueño,
en su mano recoge esa lágrima pálida,
de irisados, como un ópalo vivo,
y la guarda en su pecho sin que el sol la contemple.
(Charles Baudelaire, Las flores del mal, "Tristezas de la luna", Barcelona, ed. Planeta, col. Clásicos Universales Planeta, año 1987, pág. 93. Seleccionado por Luis Francisco Galindo Cano, curso 2011-2012, segundo de Bachillerato)
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