viernes, 18 de enero de 2013

El castillo, Franz Kafka

Ahora veía el castillo que se destacaba limpiamente allá arriba en el aire luminoso; la nieve, que se extendía por todas partes en fina capa, revelaba claramente el contorno. Parecía además menos espesa en la montaña que en la aldea, donde K. marchaba tan penosamente como la víspera por la carretera. La nieve subía a las ventanas de las cabañas y pesaba enormente sobre las bajas techumbres, mientras que allá arriba, en la montaña, todo tenía un aspecto despejado, todo subía libremente en el aire, o al menos eso parecía desde aquí.
  En suma, tal como lo veía desde lejos, el castillo respondía al imaginado por K. No era ni un viejo castillo feudal ni un palacio de fecha reciente, sino una vasta construcción compuesta de algunos edificios de dos pisos y un gran número de casitas prensadas las unas contra las otras; si no se supiera que era un castillo, se habría podido creer que se trataba de una aldea. K. no vio más que una torre, y no pudo discernir si ésta formada parte de una vivienda o de una iglesia. Bandadas de cornejas describían sus círculos en torno a ella.


Franz Kafka, El castillo, Biblioteca Edaf, seleccionado por Laura Mahíllo Becerra, segundo de Bachillerato, curso 2012/2013

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