I
No vayas al Leteo ni exprimas la raíz
del acónito y bebas su vino ponzañoso;
ni dejes que tu pálida frente sea besada
por la noche, rubí uva de Proserpina;
no te hagas un rosario con las bayas del tejo,
ni que el escarabajo o la mortal falena
sea tu Psiquis fúnebre, ni el búho, de plumaje
esponjoso, partícipe de tus misterios sea;
pues sombra a sombra irán llegando con sopor
a ahogar la desvelada angustia de tu alma.
II
Pero cuando el acceso melancólico caiga
de pronto desde el cielo como una nube en llanto
que da vida a las flores cabizbajas y esconde
a la verde colina en mortaja de abril,
con una mañanera rosa cubre tu pena,
o con ek arco iris de la ola en le duna,
o con las peonías, en globos de riqueza;
o si tu amada muestra una ira abundante,
aprisiona su suave mano, y que se enfurezca,
y nútrete muy hondo en sus ojos sin par.
III
Con Belleza ella mora, Belleza que es mortal;
y el Gozo, que está siempre con la mano en los labios
diciendo adiós, y cerca del Placer doloroso,
hecho veneno, cuando la boca -como abeja-
la liba: aún en el templo del placer tiene un alto
sagrario la velada Melancolía, visto
sólo por quien con lengua audaz puede estallar
la uva de Jove contra su paladar sutil:
gustará la tristeza de ese poder en su alma
y entre sus nebulosos trofeos colgará.
Oda la melancolía, Biblioteca, Seleccionado por Sandra Sánchez Perianes, segundo de Bachillerato, curso 2012-2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario