lunes, 18 de enero de 2016

Saladino: El unificador del Islam, Geneviéve Chauvel

        Salimos de Damasco por la puerta de Sudán. Estábamos en el mes de chumada I (abril de 1164), y el alba iba enrojeciendo el cielo detrás de las colinas. A la cabeza marchaban las oriflamas y la música armando un gran alboroto. Luego venía mi tío en su uniforme de gala recamado en oro, abriendo la marcha al frente de su guardia kurda y mil jinetes con el sable desvainado. Montando su purasangre lujosamente enjaezado, era el «León de la Fe» y no le temía a nada.
        A su lado cabalgaba Chawar en su atuendo de visir, que esperaba hacer valer muy pronto. ¡Inch' Alá! ¡Si Dios lo quería! Pues el asunto distaba mucho de estar resuelto. Teníamos que atravesar una Palestina repleta de ciudadelas erizadas de cruces. Y la ruta más segura, la que Chircouh había elegido, era la del desierto, ardiente y desprovisto de pozos. Nos seguían los camellos, que además de nuestra impedimenta y pertrechos, llevaban cientos de odres llenos de agua. Según una estrategia aprobada por el consejo de los emires, teníamos que viajar divididos en pequeños grupos, porque un ejército con todo su material de guerra desplegado, como lo aconsejaban la sabiduría y la prudencia, hubiera despertado el recelo del enemigo.
        Avanzamos a marchas forzadas hacia las mesetas de Moab, siguiendo la orilla oriental de Jordán, al sur del Mar Muerto. Chircouh nos hizo girar hacia el oeste para cruzar el río y atravesar el Sinaí a toda marcha. Todo transcurrió sin incidentes. Dos semanas más tarde llegamos a las puertas de Bilbéis, edificada sobre el brazo más oriental del Nilo, sin haber visto ni la sombra de un «infiel». Cierto es que para despistarlos, Nour-ed-Din había lanzado sus tropas contra algunas plazas cristianas de Siria del norte, dándoles muchos más sobresaltos que nuestra pequeña caravana que aparecía aquí y allá, acampaba en silencio y volvía a perderse discretamente entre los arenales.


       Geneviéve Chauvel, Saladino: El unificador del Islam, Barcelona, El País, 2005, ed. 40, pág 47.
       Seleccionado por Delia Marinela Bulau, Primero de Bachillerato, Curso 2015-2016.

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