lunes, 30 de mayo de 2016

Los tres mosqueteros, Alejandro Dumas

      Aramis vivía en un pequeño apartamento, compuesto de un gabinete, un comedor y una alcoba; ésta, situada, al igual que el resto, en la planta baja, daba a un jardincito, fresco, verde, frondoso y que ocultaba la ventana de los ojos del vecindario.
       En cuanto a D'Artagnan, ya conocemos su alojamiento y a Planchet, su lacayo.
       D'Artagnan, que era muy curioso por naturaleza, como acostumbran a serlo las gentes poseedoras del genio de la intriga, no se ahorró esfuerzos para averiguar quiénes eran de verdad Athos, Porthos y Aramis. Porque  no cabía duda de que. bajo esos nombres de batalla, cada uno de ellos ocultaba los propios de su linaje, especialmente Athos, que olía a gran señor a una legua de distancia. D'Artagnan se dirigió a Porthos para obtener información acerca de Athos y Aramis, y lo mismo hizo con Aramis para conocer a Porthos.
       Desgraciadamente, Porthos no sabía de su silencioso camarada sino lo que éste dejaba traslucir. Se comentaba que había sufrido grandes desengaños amorosos y que una afrentosa traición había envenenado para siempre la vida del caballero. ¿En qué había consistido esa traición? Todo el mundo lo ignoraba.
     En lo referente a Porthos, a excepción de su nombre verdadero, sólo conocido por el señor De Tréville -quien también conocía el de sus compañeros-, su vida no tenía ningún secreto. Vanidoso e indiscreto, podía verse en él como a través de un cristal.

        Alejandro Dumas, Los tres mosqueteros, León , Everest, ed. 2, 2006, pág. 55
        Selecionado por Coral García Domínguez, Primero de Bachillerato, curso 2015-2016

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