jueves, 3 de noviembre de 2016

"El viejo y el mar", Ernest Hemingway

     Al viejo le hubiera gustado mantener la mano en el agua salada por mas tiempo, pero temía otra súbita sacudida del pez y se levanto y se afianzo y levanto la mano contra el sol. Era solo un roce del sedal lo que había cortado su carne. Pero era en la parte con que tenia que trabajar. El viejo sabia que antes de que esto terminara necesitaría sus manos, y no le gustara nada estar herido antes de empezar.
-Ahora- dijo cuando su mano se hubo secado- tengo que comer ese pequeño bonito. Puedo alcanzarlo con el bichero y comérmelo aquí tranquilamente.
Se arrodillo y hallo el bonito bajo la popa con el bichero y lo atrajo hacia si evitando que se enredara en los rollos de sedal nuevamente con el hombro izquierdo y apoyándose en el brazo izquierdo saco el bonito del garfio del bichero y puso de nuevo el bichero en su lugar. Plantó una rodilla sobre el pescado y arrancó tiras de carne oscura longitudinalmente desde la parte posterior de la cabeza hasta la cola.




Ernes Hemingway, El viejo y el mar. Barcelona, ed. Planeta, col. Booket, pág. 156.
     Seleccionado por Javier Arjona Piñol. Primero de bachillerato. Curso 2016-2017.

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