jueves, 11 de mayo de 2017

Robinsón Crusoe, Daniel Defoe




Capítulo XI

VIERNES
    Ordené a Viernes que recogiese todos los cráneos, huesos, carne y todos los restos, y que los pusiese juntos en un montón y encendiera un gran fuego encima, hasta reducirlos a ceniza.Vi que Viernes tenía aún un estómago que apetecía aquella carne, y que por naturaleza es todavía un caníbal; pero mostré tanto horror ante la simple idea de ello y ante el temor de sus indicios, que no se atrevió a manifestarlo; pues, de diversas maneras, le había dado a entender que le mataría si lo intentaba.
    Una ves hubimos hecho esto volvimos a nuestro castillo y allí me puse a trabajar para mi criado Viernes; y lo primero de todo le di unos calzones de hilo , que había sacado del baúl del pobre artillero que ya mencioné, y que había encontrado en el barco hundido; y que con unos pequeños cambios le sentaron muy bien; luego le hice una pelliza de piel de cabra, tan bien como mi habilidad me permitió; y ahora me había ya convertido en un sastre aceptable; y le di un gorro, el cual había hecho de piel de liebre, muy cómodo y bastante bien confeccionado; y así quedó vestido por el momento, de un modo aceptable, y él estaba enormemente contento de verse casi tan vestido como su amo. Es cierto que al principio se sentía muy embarazado con estas cosas; llevar los calzones le resultaba muy embarazoso, y las mangas de la pelliza le molestaban en los hombros y en los sobacos; pero ensanchándoselos un poco cuando se quejaba de que le hacían daño y al irse acostumbrando, por fin se amoldó a ellos muy bien


Daniel Defoe, Robison Crusoe, editorial planeta, publicada en Barcelona 1994,capítulo: XI,página: 184.
Seleccionado por Lara Esteban González, primero bachillerato, curso 2016-2017.

No hay comentarios:

Publicar un comentario