HARPAGON:
Cierto que no es fácil guardar en casa una cantidad grande de
dinero. Dichoso quien tiene la hacienda bien colocada y no se
queda más que con lo justo para los gastos. Cuesta no poco hallar
un escondrijo seguro en toda la casa. A mí las cajas de caudales
me parecen sospechosas, no me confío de ellas. Las considero un
cebo que atrae a los ladrones, pues es la primera cosa a la que
acuden. De todas maneras, no sé si habré hecho bien enterrando
en el jardín diez mil escudos que me devolvieron ayer. Diez mil
escudos en oro son una cantidad bastante... (Aparecen los hermanos
hablando en voz baja). ¡Dios mío! He revelado... Creo que he dicho
en voz alta lo que hablaba para mí... ¿Qué hay?
CLEANTE:
Nada, padre.
HARPAGON:
¿Hace mucho que están ahí?
ELISA:
Solamente desde hace un momento.
HARPAGON:
¿Han oído?
CLEANTE:
¿Oído qué?
HARPAGON:
Lo...
ELISA:
¿Lo qué?
Jean-Baptiste Poquelin. Molière, El avaro, Madrid, Biblioteca Edaf, 1984, Pág.189-191.
Texto seleccionado por Fabiola Muñoz, segundo de Bachillerato, curso 2009/2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario