¡Anhela la transformación! ¡Ah! Entusiásmate con la llama,
en la que se te sustrae algo que transformándose se realza;
el espíritu arrojado que gobierna lo terrenal
nada desea del impulso figurativo sino el punto de inflexión.
Lo que se encierra en la estabilidad está ya entumecido,
se cree seguro al cobijo del discreto tono gris.
Espera que algo aún más duro vele desde lejos por su dureza.
¡Ay!: el martillo ausente está listo para caer.
A quien se vierte como un manantial, conoce el conocimiento;
y encantado es conducido por la serena creación
que a menudo acaba al principio y comienza al final.
Cada espacio feliz es hijo o nieto de una separación,
que asombrados atraviesan. Y la transformada Dafne quiere,
desde que se siente laurel, que tú te cambies en viento.
Rainer Maria Rilke, "Octava elegía", Las elegías de Duino, (Seleccionado por Susana Sánchez Custodi, Curso 2009-2010, Segundo de Bachillerato)
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