Al cuarto día de viaje Elliott comprendió que Julie no volvería a salir a comer al gran salón; que haría todas sus comidas en su camarote y que probablemente Ramsey la acompañaba.
Henry también había desaparecido casi por completo. Hundido, borracho, se pasaba el día entero metido en su camarote y no solía vestir más que los pantalones, una camisa y la chaqueta del esmoquin. Sin embargo esto no le impedía organizar partidas de cartas con miembros de la tripulación, a los que no les hacía mucha gracia la posibilidad de ser sorprendidos jugando con un pasajero de primera clase. Los rumores decían que Henry estaba ganando mucho, pero los rumores sobre él siempre habían sido los mismos. Tarde o temprano perdería todo lo que había ganado y aún más. Desde hacía mucho tiempo siempre le había ocurrido lo mismo.
Elliot también se daba cuenta de que Julie hacía todo lo posible por no herir a Alex. Los dos daban su paseo vespertino por cubierta lloviera o hiciera sol, y de vez en cuando bailaban un rato después de la cena.
Ramsey siempre estaba allí, contemplándolos con sorprendente ecuanimidad y dispuesto a saltar en cualquier momento a bailar con Julie. Pero era evidente que habían acordado que Julie no desentendería a Alex.
Anne Rice, La momia, capítulo 12, texto seleccionado por Laura Mahillo, segundo de Bachillerato, 2012-2013.
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