lunes, 26 de octubre de 2015

La perla

Kino se despertó cuando aún estaba oscuro. Todavía brillaban las estrellas y el día sólo había podido desteñir con su pálida luz la parte más oriental del cielo junto al horizonte. Hacía ya rato que los gallos cantaban, y los cerdos más madrugadores habían comenzado a rebuscar incesantemente por entre la leña y los restos de madera para ver si daban con algo de comer, algo que se les hubiera pasado por alto hasta entonces. Fuera de la casa, hecha de ramas, una bandada de pajarillos piaba y agitaba frenéticamente las alas en medio de un campo de higos chumbos.
Kino abrió los ojos y miró hacia el iluminado rectángulo de la puerta, y luego hacia la caja colgada del techo en la que dormía coyotito. Después se volvió hacia Juana, su esposa, que yacía junto a él sobre la estera, cubriéndose con el mantón azul la cara hasta la nariz, el pecho y la espalda. Juana tenía también los ojos abiertos. Kino no recordaba haberlos visto jamás cerrados cuando se despertaba. Los ojos oscuros de la mujer reflejaban las estrellitas del cielo. Ella lo miraba del mismo modo que lo miraba día tras día al despertarse.
Kino escuchó el ligero murmullo de las olas de la mañana al deshacerse sobre la playa. Era muy agradable, así  que Kino volvió a cerrar los ojos para escuchar aquella melodía. Tal vez era el único que hacía esto, o quizá lo hiciera también toda su gente. Su pueblo había tenido grandes creadores de canciones, y todo lo que veían, pensaban, hacían o escuchaban, lo convertían en canción. Pero de eso hacía ya mucho tiempo. Las canciones perduraban. Kino las conocía; pero no se había agregado ninguna nueva. Esto no significaba que no existieran canciones personales. Kino tenía una en la cabeza en aquel preciso instante, una canción clara y delicada, y si hubiera sido capaz de escribir su letra, la hubiera llamado Canción de la Familia.
Se cubrió hasta la nariz con la manta para resguardarse de la desagradable humedad ambiental. Parpadeó al oír  su rumor a su lado.



John steinbeck, La perla, Barcelona, Vicens vives,1994, 112, Seleccionado por Jennifer garrido gutierrez, primero de bachiller, 2015/2016. Publicado por el alumno I.E.S Peréz comendador

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